miércoles, 1 de octubre de 2014

Acto de La Cámpora: sobre el concepto de irreversibilidad

Nicolás Ferrera se suma al debate sobre las organizaciones kirchneristas y sus posibilidades de subsistencia más allá de 2015.
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Por Nicolás Ferrera
El acto de La Cámpora en Argentinos Juniors que reunió a más de 40 mil militantes de dicha organización –que contó con la presencia y el apoyo de varios representantes de otras expresiones del kirchnerismo- ha dejado varios puntos para analizar, a casi dos semanas del hecho político de la agrupación más cercana a la Presidenta.
La Agencia Paco Urondo fue uno de los medios de comunicación que más se interesó por realizar un balance del acto camporista en el estadio “Diego Armando Maradona”. En un primer momento, la agencia a la que hacemos referencia comenzó está serie de notas con una entrevista al diputado nacional Andrés Larroque, Secretario General de La Cámpora, realizada por José Cornejo. En la misma, el “Cuervo” (como se lo conoce en el ámbito de la militancia kirchnerista) hace eje en varios puntos que hoy por hoy están discutiendo todas las agrupaciones del “universo K”: acumulación de fuerza, estigmatización a las organizaciones políticas afines al Gobierno Nacional, el Unidos y Organizados, las candidaturas del 2015, el rol de las agrupaciones más grandes, entre otras.
Pero volvamos al eje central de este texto que es el concepto de irreversibilidad. Larroque sostiene que desde la conducción de Cristina hasta los lineamientos de este proyecto, sus banderas, son irreversibles. También es irreversible la concepción de que la política es una herramienta de transformación. Para muchos jóvenes de otros momentos eso no era así. Por eso, nosotros vemos a esta organización más allá de los plazos institucionales. De cualquier modo, y más allá de todo, es un acto en apoyo a Cristina. En la medida que podamos congregar el mayor respaldo a este proyecto político, que entendemos que es respaldar al pueblo mismo en su estrategia de organización, será muy importante de cara a los años venideros para que no se retroceda.”
La frase –o el argumento, mejor dicho- del Diputado del Frente Para la Victoria ronda en un lugar común del kirchnerismo (que no necesariamente tienen porque ser negativo), y es el de centrar la atención en la idea de “la orga”, es decir, de ver la política y la táctica a partir del núcleo militante al cual se pertenece y descontextualizar la amplia base de sustentación y apoyo que tiene un proyecto histórico como el que rescató y propone día a día la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Nadie puede estar en contra de lo que Larroque asegura en ese apartado, pero los hechos demuestran que los últimos procesos de unidad y organización que han surgido desde el poder central del kirchnerismo hacia las bases del movimiento han sido insuficientes y muchas veces boicoteados por un mal manejo político y destructor de consensos de las organizaciones que se proclaman hegemónicas, como La Cámpora o el Movimiento Evita, dos “pesos pesados” que no pudieron confluir y dirimir sus diferencias en el Unidos y Organizados.
Con un recorrido de 10 años de gobierno popular y de reconstrucción de un movimiento histórico, las organizaciones kirchneristas que se convocaron para el lanzamiento del Frente Unidos y Organizados no han podido encontrar una dinámica acorde al supuesto de la “Nueva Política”. Lo viejo muchas veces se presenta como lo nuevo para arrastrarnos a todos bajo una lógica maniquea de pensar al poder popular dentro de los límites capitalistas de la política del marketing: acumulación numérica para negociar en mesas chicas un cargo rentado o una banca de concejal, diputado o senador.
El ejemplo de irreversibilidad más cercano en el tiempo que tenemos es el neoliberalismo y su estructura económica-cultural que aún sigue vigente y amenaza con volver todo el tiempo a comandar los resortes del Estado para disciplinar a los trabajadores y al pueblo argentino. Desde el 24 de marzo de 1976, cuando comenzó la destrucción del proyecto peronista y la comunidad organizada –que había conseguido sostener la idea de la irreversibilidad- queda inaugurado en nuestro país la era neoliberal a sangre, fuego, desapariciones, muerte y torturas.
Hoy, la neo-derecha cultural encarnada en los multimedios de comunicación concentrados, el fuerte lobby de la Iglesia Católica, los grupos económicos, la Unión Industrial, la Sociedad Rural y los agro-capitalistas inmorales, el Poder Judicial y los empresarios especuladores que generan la inflación y retienen los productos de comercialización son los enemigos no solo de un gobierno nacional, sino de un proyecto de país con soberanía política, independencia económica y justicia social, sea quien fuere el conductor de un proceso histórico de esas características. Busquemos en nuestra historia y lo veremos: Manuel Dorrego fusilado por “la aristocracia del dinero”; Juan Manuel de Rosas, tras defender la soberanía nacional en Vuelta de Obligado, es derrotado en Caseros por Mitre y exiliado en Gran Bretaña; Hipólito Yrigoyen es derrocado en 1930 luego de la creación de YPF, que ponía al petróleo al servicio del Estado Nacional; Juan Domingo Perón, tras 10 años de gobierno y conquistas sociales significativas como nunca en nuestra historia, es bombardeado por la Marina, la Iglesias Católica y la derecha, donde cientos de argentinos son masacrados, para luego ser destituido meses después y comenzará un periplo que lo llevará por Paraguay, Centroamérica, y finalizará en España.
El destino de un proyecto nacional y popular ha estado, en lo cotidiano, marcado por la tragedia.  Los caminos de liberación de la Patria no son fáciles, nuestra historia lo demuestra. Aún así, estos actos políticos que conjugan lo masivo con lo popular le devuelven al kirchnerismo una posición activa en el tablero político no solo de cara a las elecciones nacionales del 2015, sino en el enfrentamiento con los enemigos internos y externos, como lo es la lucha contra los Fondos Buitres, vanguardia del capitalismo financiero sanguinario.
Pensar el rol de las organizaciones del kirchnerismo es pensar también una política de masas. Entender que el poder no está en una agrupación por más cercana al Gobierno Nacional, sino en abrir el juego de discusión y oxigenación hacia el interior del propio kirchnerismo para unir y organizar tras un objetivo de trascendencia, a largo plazo. Ese es el desafío más grande que tenemos los militantes de base que formamos parte de un proyecto de Patria Grande. Más que respuestas, solo dejar algunas preguntas flotando en el aire: ¿por qué  no se pone en primer plano a los trabajadores como columna vertebral? ¿por qué pareciera que Cristina Fernández de Kirchner únicamente tiene confianza en La Cámpora? ¿es posible una unidad y organización desde las bases? ¿las agrupaciones hegemónicas del kirchnerismo están a la altura de propiciar la discusión y poner en primer plano estas críticas? ¿cómo hacer para recomponer la articulación con sindicatos compañeros para dotar al kirchnerismo de una fuerza  que posibilite seguir construyendo el Estado de Plena Justicia Social y que avance hacia un horizonte de mayores grados nacionalización de la economía y de socialización de la riqueza? ¿En qué quedarán los Encuentros de la Militancia? ¿cómo construir una Agenda del Pueblo? ¿Qué rol deben jugar las universidades nacionales para aportar a la construcción de una Patria Grande irreversible?

La irreversibilidad, en los términos que debemos pensarla, no pasan por una democracia de partidos que se turnen en el comando del Estado, sino por crear nuevos “refugios” que aseguren una institucionalización del proceso político abierto, y que sea imposible que un gobierno neoliberal lo haga volver atrás, retrasando el desarrollo del pueblo argentino. Por otro lado, hace falta un amplio movimiento popular que defienda las conquistas y los derechos sociales obtenidos, de los cuales fueron participes activos, para arraigar en la conciencia de los trabajadores una perspectiva de “profundización permanente”.  El kirchnerismo se constituyó sobre la base del conflicto permanente con los enemigos históricos, ahí fue cuando sacó su mejor cara y fue forjando su identidad en forma colectiva. Debemos continuar esa línea para lograr irreversibilidad cultural y, por sobre todas las cosas, asegurar la felicidad del pueblo argentino, como reza la doctrina peronista

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