domingo, 14 de septiembre de 2014

Stop and go


Opinión

El desarrollo económico se puede definir como la capacidad de países o regiones para crear riqueza a fin de promover y mantener la prosperidad o bienestar económico y social de sus habitantes en forma sustentable. Sin embargo, desde que somos nación, hemos tenido períodos de crecimiento económico con mejoras en la distribución del ingreso (en la apropiación del excedente), pero éstos irremediablemente cesan e incluso se revierten.
La causa principal por la que no se mantienen las tasas de crecimiento y de mejora en la participación de la sociedad es porque el excedente, en lugar de convertirse en inversión, una gran parte se fuga. La historia nos demuestra que grandes empresas nacionales y trasnacionales que operan en nuestro país acompañan el crecimiento de la demanda interna hasta que tienen que incrementar su capacidad instalada (incorporar nuevas máquinas y equipos), para lo que prefieren continuar con su mercado cautivo, lo que les permite, en lugar de aumentar la oferta, subir los precios (base estructural de la inflación), y prefieren diversificar la producción (por ejemplo cosechar soja, que no está mal pero que debe ser racional e integrado al proceso productivo del país) y/o comprar divisas para sacarla del circuito productivo local (que implica detraer riquezas nacionales hacia el exterior).
La más de las veces, el gobierno sigue impulsando la demanda (convalida aumentos de salarios, del gasto público, de la emisión monetaria) “cebando la bomba”, pero la oferta no acompaña (por la reticencia inversora), lo que genera el proceso inflacionario que termina atrasando el tipo de cambio, licuando las tarifas, el poder adquisitivo de los ingresos fijos, etc., como el gobierno no tiene conocimiento de cuánto es la ganancia de las empresas, y tampoco se cuenta con la fuerza para obligar a los empresarios a reinvertir gran parte de ella (la responsabilidad social que les cabe), se va incurriendo en un camino sin salida, agudizado por el estrangulamiento del sector externo, que se produce porque crecen proporcionalmente más las importaciones que las exportaciones, y en el que pesan también el pago de los servicios de la deuda y el giro de utilidades a sus casas matrices en el exterior.
La fuerte concentración económica y extranjerización (según la ENGE - Encuesta Nacional de Grandes Empresas del Indec, de las primeras 500 compañías del país por nivel de facturación, que representan el 24% del PBI, 321 son de capital extranjero), que son a la vez dependientes de insumos y tecnología del exterior, que incluyen acuerdos intrafirmas pagando por esos bienes y servicios sumas que ocultan transferencias de ganancias, así como los pagos de regalías, honorarios e intereses, pero que copian tecnología y no realizan las innovaciones en la Argentina, que la más de las veces ni tan siquiera llegan a sustituir importaciones ni a promover las exportaciones no tradicionales, sino a actividades extractivas, relacionadas con la explotación de recursos naturales o bien orientadas a servicios o bienes de consumo para el mercado interno con baja integración nacional.
El estrangulamiento del sector externo se genera porque las exportaciones no alcanzan a pagar las crecientes importaciones (las elasticidades o tasas de incremento son distintas) agudizada por la fuga de capitales, el pago de los servicios de la deuda, el giro de utilidades, pagos de royalties o patentes, etc., etc., con lo que se va deteriorando el cuadro externo que se refleja en el déficit en la cuenta corriente (que en el período 2003-2012 fue positivo, pero pasó a ser deficitario desde 2013 en US$ 13.500 millones), que en el caso argentino no podemos financiar con la cuenta de capital (ingresan y en determinadas condiciones créditos del exterior, limitados por la situación de deuda, ahora azuzada por el “default selectivo” del juez Griesa), lo que obliga a emplear las reservas internacionales del BCRA.
Estrangulamiento del sector externo que es aprovechado por los que fugaron capital para valorizar sus tenencias en divisas y pretender comprar por la mitad lo que vale el doble.
La obtención del lucro lleva a que si se convalidara una devaluación como la que impulsan con el llamado dólar blue, la Argentina sería el país más barato (su trabajo y sus activos) de la región, y uno de los más módicos del mundo, y viceversa, todo sería carísimo para nosotros si queremos pagarlo con nuestra moneda que es nuestro ingreso.
En esa carrera están los sectores más concentrados, pero les siguen atrás, y como furgón de cola, los que compran el llamado dólar ahorro, que dependiendo de sus ingresos y hasta US$ 2000 por mes que permite el Gobierno, y como gota que horada la piedra, sólo sirve para disminuir diariamente las reservas internacionales del BCRA, además de hacerles el coro a los que no defienden el dinero nacional.
Las reservas internacionales del BCRA en el corto plazo son como el Rey en el juego de ajedrez, pieza clave que demuestra la fortaleza o la debilidad de un gobierno. No importa cuál sea la producción, la cantidad y calidad de nuestro trabajo, el acervo de capital con que contamos, de activos, etc., basta con que las reservas en oro y divisas disminuyan para que se plantee que el tipo de cambio no es el real, y lo que es peor, que parte importante de la sociedad así lo considere, incluso a plantear el valor de nuestra moneda de acuerdo a la relación entre el total del dinero emitido y las reservas del BCRA como una “convertibilidad” implícita.
En la Argentina de los últimos 35 años la inflación se retroalimenta con la depreciación de nuestra moneda. Se descree del peso, se reduce su demanda a la mínima expresión, limitándose y cada vez más al rol de intermediario entre bienes y servicios, relegando el rol del ahorro al dólar, entonces se igualan todos los precios (menos el salario, las jubilaciones y demás ingresos rígidos) a la divisa, y se va generando un clima político y social, que se acrecienta a medida que la inversión (oferta) no acompaña a la demanda en lo económico, y en la política, cuando se termina un ciclo, donde presionan sobre el valor del dólar para a su vez condicionar al gobierno que viene.
Basta como ejemplo esclarecedor que los grandes productores y acopiadores retienen, a septiembre 2014, 27 millones de toneladas de soja (casi la mitad de la cosecha), y las declaraciones del presidente del grupo Techint, Paolo Rocca, que ha recibido subsidios de todo tipo de todos los gobiernos, Menem, por ejemplo, le “regaló Somisa”, que pidió un dólar alto y competitivo.
Senderos que se bifurcan. En el estado de situación en que nos encontramos, es un aliciente que demuestra las severas limitaciones del juez Griesa, quien realmente teme las consecuencias sobre terceros de su decisión de condenar a la Argentina, al ratificar el miércoles 10 de septiembre 2014 que le permitirá al Citibank pagar en tiempo y forma el próximo vencimiento en euros del 30 de ese mes, pero ha logrado generar un marco de “default selectivo” que los “devaluacionistas” usan a su favor, de manera tal que volvemos, como en enero de este año, a tener una brecha en torno al 70% entre el dólar oficial y el paralelo.
En ese marco quedan sólo dos caminos.
Uno, el de confiar en los mercados, esperar el 2 de enero 2015 y volver a acordar con los fondos buitre sin el temor a que se gatille la cláusula RUFO, y acordar con los exportadores el tipo de cambio (devaluando nuestra moneda) para que liquiden parte de lo que están reteniendo, en una programación de ingresos y egresos que depende de la voluntad de los buitres y de los sojeros, cuando ambos pueden esperar a un gobierno afín para cumplir sus propósitos. Es un final no digno para un gobierno que supo como pocos ponerles límites, el de subordinar su final a esos mismos sectores, que esperan pacientemente que el Gobierno derrape y generar una súper ganancia por la devaluación, a la par que condicionan al gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015, que incluso puede agravarse, y para siempre, si se cede ante la presión de los “devaluacionistas” de levantar el límite de comprar US$ 2000 por mes. En ese caso el resultado va a ser una baja del dólar blue, pero a costa de permitirles “dolarizar” las ganancias en pesos, y de allí a la corrida cambiaria y el fin de Alfonsín o de De la Rúa hay un paso.
Ese camino beneficia a los que tienen u obtienen dólares, pero perjudica severamente a los trabajadores de nuestro país, a los jubilados y pensionados, a todos los que tenemos exclusivamente ingresos en pesos fijos o semifijos, a las pymes que deben aceptar precios, y a todos los que tienen sus bienes, propiedades, activos, en la Argentina, que numéricamente somos los más, por ejemplo la Presidenta de la Nación, que no tiene un dólar y que todo su patrimonio lo tiene acá.
El otro camino, del que se han tomado algunas medidas al respecto, como la de buscar un swap con China, el de obligar a los bancos a bajar su posición en dólares del 30 al 20% de su patrimonio, el de excluir a determinados ingresos para comprar “dólares ahorros”, el de reducir de US$ 300.000 a US$ 150.000 las importaciones automáticas, el de sugerirles a las trasnacionales que si quieren importar utilicen el mecanismo legal del contado contra “liqui” inverso, y traigan dólares al país, etc., pero que, la prueba está en el valor del blue, debe profundizarse
El Gobierno debe tomar severas medidas de control externo, por un lado, retirar de plano esa posibilidad de dólar ahorro, que sólo ocurre en nuestro país, y explicar que defender nuestro dinero es defender nuestro trabajo y nuestra producción; y por otra parte hacer un seguimiento de las operaciones con el exterior, controlando férreamente el ingreso y el egreso de divisas.
El Gobierno dispone de herramientas que van desde una inspección fiscal a los grandes exportadores e importadores, cortarles los créditos de bancos oficiales, quitarles el subsidio al consumo de energía y cualquier otro tipo de estímulo que no lo necesitan. En aplicar a rajatabla la ley de desabastecimiento, penal y cambiaria, tributarias y previsionales, pero todo ello exige una clara concientización y participación activa de la población, explicarle qué se esconde detrás del blue, cuáles son los fines que se persiguen, haciendo honor a diez años de gobierno en que se logró incrementar la producción y la participación de los trabajadores en el producto.
De otro modo va a ser tarde para lamentarse, como le dijo la sultana Aixa a su hijo Boabdil, ante la pérdida de Granada: “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”.

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