martes, 2 de septiembre de 2014

"No hay nada novedoso en Rayuela que no esté en Marechal"

"No hay nada novedoso en Rayuela que no esté en Marechal"La licenciada en letras platense, Iciar Recalde, manifestó su insatisfacción por la reivindicación masiva que se hizo de Julio Cortázar. La Paco Urondo fue partícipe de este festejo. A modo de matiz, esta reflexión anticortazariana sólidamente fundamentada.

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Por Iciar Recalde
Pasó el vendaval Cortázar tras el Centenario de su nacimiento. Que lo glorifiquen los liberales como su gran exponente, bien hacen. Tienen varios propios ilustres para mostrar y deleitarse, desde la más rancia oligarquía hasta sus voceros medios, como el caso de Julio. Que lo levanten los izquierdistas, adelante muchachos que allí tienen un exponente con verba marxista del rasgueo de las vestiduras porque acá los negros se niegan a construir los soviet rusos del 17 y andan, turbamultas, detrás de algún caudillito demagogo. Ahora, que lo levantemos los peronistas y los nacionales como el “gran escritor revolucionario de la Argentina” es que estamos complicados y que andamos a la orden del aparato de la colonización pedagógica.
Distinto hubiese sido un sinfín de posteos dedicados a la estética cortazariana porque gusta a secas y ya (sobre gustos e instancias formantes del gusto hay mucho para decir pero hasta allí, uno podría ser “benévolo” y no decir ni mu acerca de la gran Rayuela –voy a seguir insistiendo en que no hay nada de novedoso en Rayuela que no haya realizado mucho antes y de manera más acabada Don Marechal en su Adán-, o acerca de las operaciones que desde la crítica y diversas instituciones culturales desde el alfonsinismo a esta parte se realizaron para que Cortázar esté en el centro del canon literario nacional como el exponente del escritor revolucionario…).
Uno se apasiona por la literatura y ya, como se apasiona con otras cosas. De ahí a hacer de esas pasiones causas nacionales es más complicado en las semicolonias donde los escritores han estado a la orden del día de los intereses metropolitanos, de espaldas a nuestros dramas y dolores. Un escritor es revolucionario cuando se compromete con su pueblo: sus anhelos, sus necesidades, sus urgencias. Lo haga desde la pluma afianzando la conciencia nacional, aportando a dar con una cultura arraigada en nuestro suelo, lo haga desde el activismo estrictamente político (al margen, en ese arduo debate de los años ´70 Cortázar fue taxativo: “mi ametralladora es la literatura”, esgrimirá).
Hay mucho para decir del itinerario de Cortázar porque fue extenso y prolífico. Publicó mucho, fue un gran polemista y gozó en los ´70 de un lugar de visibilidad extrema. Ahora: para Cortázar SIEMPRE la Patria fue el exilio (en su país, que es el nuestro, Cortázar vivió desterrado del “país de espíritu.” París (su ida, además, fue armada de manera infamante como “exilio” en el año 1951, cuando no fue perseguido ni expulsado, dándole de comer a la hipótesis del oscurantismo peronista y demás lugares comunes del liberalismo) resulta su verdadera Patria. No es original, desde la generación del 37 ante el mundo hostil que representa lo propio se sueña con el viaje salvador a la cuna de la civilización que permite defenderse a través de la cultura de la acechanza popular. Hacia 1959 (con la publicación de El perseguidor) Cortázar proclama haber descubierto al “prójimo”: así llama a los dramas del Tercermundo –su paso por Cuba, su posición, desde la París que le dio cobijo, de la causa de Argelia, y su visualización acotada de Nuestra América.
Hay que decirlo: Cortázar necesita desnacionalizarse para hacerse solidario. Para Cortázar el Peronismo siempre fue un fatalismo, lo siniestro, el desorden, el ruido, lo indecible. Curiosamente Cortázar “entiende” recién el Peronismo en su expresión camporista, fugazmente, hacia el año 1973: cuando adquiere su componente blanco y de clase media. Entretanto, en sus exquisiteces literarias incita a los argentinos a llorar “la culpa de la paz sin mérito”, esa “siesta de barrigas llenas de pan dulce”, donde la Patria “es un tacho de basuras que se llevan sobre una cureña envuelto en la bandera que nos legó Belgrano”, el país es “un pañuelo sucio con las calles cubiertas de carteles peronistas” y Perón es “un generalito en el poder.”
En otros textos, múltiples, sus personajes hablan de nuestros compatriotas de los siguientes modos: “No me importan ellos, me importan mis roces con ellos. (…) Me jode no poder convivir y esto no es un asunto de cultura intelectual… Esto es cosa de la piel y de la sangre. Te voy a decir una cosa horrible. Te voy a decir que cada vez que veo un pelo negro lacio, unos ojos alargados, una piel oscura, una tonada provinciana, me da asco.” “Me parece bueno decir aquí que yo iba a esa milonga por los monstruos, y que no sé de otras donde se den tantos juntos. Asoman con las once de la noche, bajan de regiones vagas de la ciudad, pausados y seguros de uno o de a dos, las mujeres enanas y achinadas, los tipos como javaneses o mocovíes, apretados en trajes a cuadros o negros, el pelo duro peinado con fatiga, brillantina en gotitas contra los reflejos azules y rosa, las mujeres con enormes peinados altos que las hacen más enanas (…) se reconocen y se admiran en silencio sin darlo a entender… de dónde salen, qué profesiones los disimulan de día, qué oscuras servidumbres los aíslan y disfrazan. (…) además está el olor, no se concibe a los monstruos sin ese olor a talco mojado contra la piel, a fruta pasada, uno sospecha lavajes presurosos, el trapo húmedo por la cara y los sobacos.”
Reminiscencias de las “hordas analfabetas”, “instintiva salvajada”, “furia indígena alcoholizada” de Mosca, “aluvión zoológico” de Sanmartino o “libros o alpargatas” de Ghioldi del gran revolucionario que dieron nuestras letras.
* Iciar Recalde, Lic. en Letras, docente UNLP y UNAJ, Centro de Estudios H Arregui.

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