domingo, 14 de septiembre de 2014

La patria, esa voluntad irreversible


Allí están los pibes de La Cámpora celebrando con un abrazo luminoso y multitudinario la convicción de que las conquistas sociales y culturales de un proyecto de país que viene de muy lejos, recuperado por Néstor y Cristina desde el 2003, son partes de un camino y una historia irreversibles. Como la patria.
“Ya no volvemos atrás”, se juramentan.
Y están las victorias logradas por los pueblos del mundo en el mismísimo seno de Naciones Unidas y en el Congreso argentino en la semana que pasó. Mal que le pese a los mediocres.
Y está la palabra justa y esclarecida de la Presidenta reafirmando que la industrialización es una decisión política.
Y la defensa del empleo, el consumo y la producción y el cohete argentino a punto de lanzarse a las estrellas.
Digamos la verdad de una vez: todas estas conquistas y construcciones colectivas que alentó el Estado en los últimos años serán irreversible en tanto y en cuanto el proyecto nacional, popular y democrático continúe gobernando.
No es una presunción subjetiva. Los principales referentes opositores, Massa, Macri, Binner y compañía han dado testimonio explícito que de asumir el gobierno en 2015, derogarán las medidas transformadoras del kirchnerismo.
Dios nos libre y nos guarde si sucede.
Nos interesa ahondar en el análisis del actual cuadro de situación, a sabiendas que somos testigos y protagonistas de un cambio histórico a nivel planetario y a nivel local.
Abreviemos un concepto que define este momento: estamos asistiendo al desmoronamiento de la hegemonía excluyente de los Estados Unidos como primera potencia mundial. Con su caída, se produce en simultáneo el desmoronamiento de la hegemonía, también excluyente, de los poderes locales que fueron expresados durante muchos años por el Grupo Clarín y sus aliados.
Ni los Estados Unidos están en condiciones de disciplinar el voto en la Asamblea General de la ONU ni Magnetto está en plena capacidad de operar a su antojo contra la voluntad mayoritaria de la política argentina.
Manda la política, no los mercados.
La victoria del proyecto de país que lidera Cristina Fernández de Kirchner en el mayor escenario internacional y en el Parlamento argentino, demuestra con meridiana claridad esta afirmación.
Son varias las lecturas sobre el alcance mediato de la Resolución de la ONU disponiendo la necesidad de aprobar en menos de un año un marco regulatorio de la deuda soberana. Pero su consecuencia inmediata es innegable: ha cambiado el paradigma que rigió las relaciones del mundo desde la 2° Guerra en adelante.
Era tiempo que suceda.
Hasta no hace mucho, el discurso del representante de los Estados Unidos, al inicio de la Asamblea General, lograba unificar los humores de buena parte de los representantes de la mayoría de los países del mundo; los de Europa en primerísimo lugar.
¿Y qué pasó ahora? ¿Cómo votó Europa? Votó dividida.
Unos pocos, muy pocos (11), siguieron la directiva yanqui de votar en contra de la iniciativa argentina mientras un grueso de los aliados europeos (41) se abstuvo en la votación.
Este ventarrón de aire fresco y multilateral se asienta sobre otro dato mayor y extraordinario que no ha sido valorado como tal en la mayoría de los análisis que se vienen haciendo en estos días: la Asamblea General recuperó una vieja ley de gravedad de la democracia que se resume en el siguiente lema: un hombre, un voto. O sea: 124 países, 124 votos.
Y como la dialéctica manda, habrá que decir que de nada valdría la dispersión de los países centrales si no hubiese existido la voluntad unificada y mayoritaria de los países emergentes que abarcan los cinco continentes.
El estado de crisis está en la naturaleza del capitalismo; esa no es la novedad. La novedad es que ahora contamos con bloques de países que aspiran a crear un mundo mejor, más sustentable, más pacífico, más inclusivo, más democrático, más tolerante, en definitiva, más humano. Y a esos nobles propósitos acuden presurosos los gobiernos que conformaron en este siglo XXI el Mercosur, el ALBA, la Unasur, la Celac, el Brics, el G-77 más China. Todos ellos fueron los constructores de una victoria irreversible a escala planetaria.
La ecuación indica que de un lado están los países que producen energías, con alimentos, recursos naturales, ciencia y tecnología y del otro se ubican aquellos que permitieron que “la mano invisible del mercado” con su voracidad depredadora, lo destruyera todo.
Por eso, los derrotados en la ONU y en el Congreso argentino no sólo fueron los fondos buitre, sino las potencias mundiales y financieras que los engendraron.
De semejante crimen de lesa patria no volverán así nomás los opositores locales.
El kirchnerismo resignificó a Leopoldo Marechal y demostró que de los laberintos no se sale solamente “por arriba”; también se sale construyendo puertas sobre los muros de piedras de esos laberintos que imponen los enemigos de la humanidad.
De la oposición política y mediática nada bueno habrá que esperar.
Si vencimos a la flota anglo francesa en la Vuelta de Obligado allá por mitad del siglo XIX, visto está que los malos argentinos que viajaban a bordo de esos barcos extranjeros, dejaron su descendencia entre nosotros.
Y aunque la esperanza y las convicciones lo pueden todo, es preciso preguntarnos para estar seguros del camino que andamos construyendo:
¿Qué hubiese pasado, en semejante crisis mundial, si no existían los organismos políticos que hoy nos representan, como la Unasur, por ejemplo?
¿Qué hubiese pasado si ante los embates de los fondos buitre no teníamos un gobierno digno y una Presidenta coraje como Cristina?
¿Qué hubiese pasado si ante los agravios y ofensas a la patria que comete la oposición no hubiese habido un bloque oficialista férreamente unido que siempre pone la otra mejilla en lugar de devolver los ladrillazos que recibe diariamente?
¿Y qué hubiese pasado si el kirchnerismo no hubiese parido esa maravillosa juventud que milita por la vida y la defensa de la patria como se manifestó ayer irreversiblemente?
La vida es bella; mucho más cuando tenemos patria.om

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