miércoles, 10 de septiembre de 2014

DOMINGO, 11 DE OCTUBRE DE 2009 ESPECTACULOS > EL DESFILE POR LOS 60 AÑOS DE LA REVOLUCION CHINA China è vicina

Por Guillermo Saccomanno
Durante tres noches de insomnio me dediqué a ver en YouTube el impresionante desfile militar con que China celebró su 60º aniversario de la Revolución. Más de 200.000 soldados de ambos sexos. No menos de 500.000 policías, voluntarios y también francotiradores movilizados como seguridad. Cuanto más lo veía en sus diferentes transmisiones y grabaciones, más me insomniaba. El desfile requirió años de preparación, diseño y entrenamiento. Para que no lo arruinara una lluvia, se dispusieron 18 aviones que sobrevolaron las nubes lanzando productos químicos que despejaron el cielo. Más de 50 vehículos dispersando la niebla en los aeropuertos para que operasen los aviones y helicópteros que desfilaron. Si se observa el desfile, no es tanto el armamento, desde un fusil hasta la avanzada misilística, pasando por los tanques, todo de fabricación exclusivamente chino, nada de todo eso, digo, es lo que causa estupor. No, no se trata de la industria militar. Se trata de la belleza. Porque hay una belleza indiscutible en esa precisión milimétrica de hombres y mujeres jóvenes androginizados por el uniforme y un movimiento rígido y preciso, marcando el paso en una afinadísima coreografía. Inevitable, al ver estas chicas soldados de minifalda, pensar en un desfile de Fashion tv, porque así como hay un aura fashion en el desfile militar también hay un aura militar en la marcha de las escuálidas de la moda marcando el paso en una pasarela. Es decir, lo facho de lo fashion: la moda uniforma. Como se uniforma esta juventud guerrera. Fascina, a la vez que aterra ese desfile. Fascina como puesta en escena del totalitarismo. Cabe recordarlo: la raíz del verbo fascinar es la misma de fascismo. Fascinare puede significar cegado por el sol. Y si sigo con la asociación, voy a llegar a “De cara al sol”, el himno fascista. A Leni Riefensthal le habría fascinado estar ahí, en Tiananmen, donde hace unos años, ahí cerca, en la Avenida de la Paz Eterna, durante una masacre de obreros y estudiantes el 5 de junio de 1989, un muchacho se plantó ante los tanques. El nombre del estudiante sigue siendo un misterio. Algunos dicen que está vivo. (También estas imágenes están en YouTube, junto a las represiones sangrientas en el Tíbet.) Siguiendo con el rizoma Riefensthal: inevitable asociar las imágenes de esta representación estética de lo militar con las puestas escénicas del nazismo filmadas por la directora predilecta de Hitler.
No obstante este desfile de potencia comunista, China abre sus portones a la filosofía del libre mercado. Pensar que una experiencia de socialismo real fracasó no impide pensar en una alternativa humanitaria que no sea el uniforme. Si se cree en la necesidad de un cambio, se impone, como exigencia moral, ver ese desfile y sentir qué nos pasa con estas imágenes marciales.
Semanas atrás, en este mismo suplemento, Noé Jitrik reflexionaba sobre la palabra “cambio”. Me acordé del artículo de Jitrik cuando veía ese desfile. En el final de su artículo, Jitrik planteaba: “En lo que me concierne, debo confesar que esa palabra me marea: a veces entiendo su alcance positivo, a veces me desconcierta; a veces me parece que se ha producido y está bien y otras que lo que ha resultado es peor que antes”.
Da para pensarlo.

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