domingo, 14 de septiembre de 2014

Dilma y Marina, a tres semanas


En las elecciones de 2010, Dilma Rousseff obtenía el 47% de los votos mientras que José Serra sacaba 33,6% y Marina Silva tenía el tercer lugar con el 19,3%. La segunda vuelta le permitió a Dilma hacerse con la presidencia con 12 puntos de diferencia sobre Serra. Cuatro años después y tras el accidente que le costó la vida a Eduardo Campos el pasado 13 de agosto sucedió lo inesperado: Marina, candidata a vice por una fuerza aliada al Partido Socialista Brasileño, terminó siendo candidata. No sólo eso: las encuestas la muestran como favorita no sólo para el eventual ballottaje que se llevaría a cabo el 25 de octubre sino, incluso, con ventaja sobre Dilma en la primera vuelta.
Dilma y Marina comparten mucho, empezando por el apellido, ya que el materno de Dilma es precisamente Silva. Pero, además, ambas provienen de abajo. Dilma de la clase media baja de la ciudad mediterránea de Belo Horizonte y Marina de una familia de seringueiros (trabajadores del caucho) de Río Branco en Acre, al norte de Brasil. Dilma le lleva 12 años y se inició en la militancia clandestina en la guerrilla marxista mientras que Marina empezó su militancia también a los 17 años en la última etapa de la dictadura militar en el Partido Revolucionario Comunista. Las dos formaron parte de los equipos de gobierno de Lula como miembros del Partido de los Trabajadores. Marina como ministra de Medio Ambiente entre 2003 y 2008, pero renunció primero al ministerio y un año después al PT. Dilma, en esos primeros años del gobierno de Lula estuvo al frente del estratégico Ministerio de Minas y Energía de Brasil del cual depende Petrobrás. De cara a los comicios del 5 de octubre, las chances de Dilma para la reelección parecían suficientes como para que Eduardo Campos fuera un contrincante débil. Las circunstancias llevaron a que en un país machista como Brasil, sean dos mujeres de personalidades fuertísimas las que tienen en vilo a la quinta potencia económica del mundo donde viven 200 millones de almas y que entró en una recesión económica que hace peligrar las aspiraciones del oficialismo.
Jorge Amado, nacido al lado del Atlántico en las aguas claras de San Salvador de Bahía y también formado en el marxismo, fue el escritor emblemático que dio pie a las telenovelas brasileñas cuya máxima figura fue la espectacular Sonia Braga. Doña Flor y sus dos maridos, Gabriela clavo y canela, Teresa Batista Cansada de Guerra La tienda de los milagros muestran a mujeres sometidas a las dictaduras de sus maridos que, antes de rebelarse a la autoridad, preferían darse permiso para amoríos variados.
Pero Brasil cambió mucho desde aquellas telenovelas de curvas sugerentes y escotes pronunciados que mostraban el fin de la dictadura brasileña en 1985. Es más, este Brasil ya es muy distinto al que llegó Lula en 2002 tras pelear cuatro veces por la presidencia. Ya no conmueve la figura del obrero metalúrgico paulista llegado desde el sertao corrido por el hambre. Este Brasil es el de 50 millones de personas que escaparon de la pobreza para estacionarse en el sinuoso mundo del mercado de consumo. Es también el de las obras faraónicas del Mundial de Fútbol sin licitaciones y con muchas prebendas. Es también el de la última estocada para el PT: Paulo Costa, ex director de Petrobrás preso por corrupción prendió el ventilador para mejorar su condena y consignó que unos 60 prominentes políticos oficialistas golpeaban la puerta de su despacho para cobrar el 3% de las comisiones ilegales establecidas como retribución a sus gestiones por contratos de la petrolera estatal. Sin embargo, las encuestas van variando cada día y pese al bombardeo de la corrupción estatal Dilma recupera algunos de los muchos puntos que perdió. Ambas contendientes ya se cruzaron en dos ásperos debates televisivos donde ambas mujeres no tienen nada en común con aquella deslumbrante Sonia Braga. Nadie podría decir que Dilma o Marina se parecen a la brasileña de los sueños masculinos, pero no sólo por sus rasgos físicos alejados de las gráciles garotas. Quizá al interior de muchos hogares de ese extenso y diverso país más de una mujer crea que llegó la hora de hablar con todas las palabras más allá de las historias de opresión de la herencia lusitana, imperial y esclavista. El único candidato varón que participa de los debates televisivos, Aecio Neves, quedó relegado al papel de comparsa, el que tradicionalmente tiene como centro a hermosas reinas que hablan poco y muestran mucho.
Si hay un gran elector varón todavía sentado en el vecino país es Lula, el hombre con mejor imagen política en Brasil. A mediados de agosto, tras mantenerse entre bambalinas por mucho tiempo, el ex presidente y líder del PT salió a jugar de lleno a favor de Dilma afirmando que su segundo mandato fue mejor que el primero y que, sin dudas, así sucederá con la actual presidenta. Todavía faltan tres semanas intensas de campaña como para saber cómo será el final de esta realidad con tantos ribetes novelescos.
El cambio de humor de los brasileños, además, tiene un componente económico. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas, un organismo no controvertido en ese vecino país, indicó que “técnicamente” el país está en recesión. No sólo retrocedió dos trimestres la producción sino que reculó el empleo. La última vez que Brasil entraba en recesión fue a fines de 2008 y principios de 2009, cuando se frenaron drásticamente las exportaciones por la crisis mundial. Ahora, las causas son más complejas, menos determinadas por factores externos.

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