domingo, 3 de agosto de 2014

No se puede confiar en el imperialismo


En uno de sus discursos más famosos, de sus famosos discursos, ErnestoChe Guevara lo tituló, o lo titularon “La esperanza de un mundo mejor”; lo dijo en 1961 ante el pueblo de Cuba y fue, fundamentalmente, una arenga lapidaria hacia la bestialidad del imperialismo: “… porque es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres”, donde dice esa cantinela de “… no se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantito así… ¡nada!”.
Obviamente que la sed de ganancia del capital financiero, extralimitado por los llamados “fondos buitre” es la causa, la política de endeudamiento impuesta a sangre y fuego por nuestras clases dominantes a través de la dictadura militar primero, y la impotencia o el engaño después, es la base de la monstruosa deuda externa que hipoteca nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.
En ese marco, se logró sin embargo, tras la declaración del default, cesación de pagos de diciembre de 2001, canjear títulos de deuda con una quita del 65% del capital y extender los plazos hasta el 2038, pero se puso como aliciente la cláusula RUFO hasta el 31 de diciembre 2014 (nadie podía recibir mejores condiciones que las otorgadas, si eso pasara se debía extender las mismas a todos los acreedores); en los casos solicitados se repuso que la justicia sea la de Estados Unidos u otro país extranjero; en otros se ajustaba por el índice de inflación o de crecimiento del PIB, etc.
Por supuesto, conociendo el paño, los jugadores, bancos, justicia, legislación internacional, etc., los llamados Fondos Buitre, encabezados por el NML Elliot y el Aurelius, litigaron en el Juzgado del Segundo Distrito de Nueva York, de Thomas Griesa, teniendo un fallo favorable a su reclamo de cobrar el 100% de sus títulos (comprados a precio vil tras el default del 2001 de nuestro país) en el año 2012, logrando posteriormente la confirmación del fallo por la Corte (Cámara) de Apelaciones de Nueva York en el 2013; es tras esas dos instancias negativas que en octubre de 2013, el por ese entonces Ministro de Economía, Hernán Lorenzino, propone un “plan B”, ante la posibilidad, como pasó, que la Corte Suprema de los Estados Unidos decida no tratar el caso y comunicarlo mediante dictamen de rechazo (como efectivamente sucedió el 16 de junio de 2014).
El “plan B” consistía en que los fondos Fintech (de David Martínez) y Goldman Sachs compraran al contado la deuda de unos 800 millones de dólares que tenía (a precio nominal) a NML Elliott de Paul Singer, con lo que éste cobraría al 100% y al contado, pero desistía del juicio, y nuestro país, el 2 de enero de 2015 (finalizado el período de la RUFO) podía recomprar esos títulos.
Debemos recordar que a principios de noviembre de 2013, el Fondo Fintech compra en U$s 860 millones acciones de Telecom Argentina que tenían un valor de libro de U$s 1.450 millones. El Banco de Inversión Goldman Sachs y otros administradores de capital compran acciones y títulos argentinos, utilizando el “contado con liqui” inverso para ingresar los dólares al país a través de la compra de los bonos más comercializados. La mecánica de la empresa es la misma que usan muchas compañías para ingresar dólares y obtener una cotización superior a la del dólar oficial. Así, el “contado con liqui” inverso supone entonces la compra un bono argentino de alta liquidez que cotiza en Wall Street (por ejemplo el Boden 2015 o el Bonar 2017) y luego liquidar esos activos en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires al precio del tipo de cambio implícito. También recordemos que YPF SA, a través de los bancos Itaú, HSBC y Morgan Stanley colocó en noviembre 2013 en el mercado financiero internacional obligaciones negociables de la petrolera por U$s 1.000 millones que vencerán el 4 de abril de 2024 y pagará intereses semestralmente (al 8,75% anual), y recién en ocho años se hará el primer pago de capital por el 30%, otro 30% en 2023 y el 40% restante en 2024.
Para todos esos capitales no hay derrape cambiario, saben que los activos en dólar implícito están bajos, lo comparan con activos de empresas homónimas en los países vecinos, y en otros mercados, e invierten en la Argentina, con lo que aparece la “punta vendedora” de dólares. Aparecen los dólares financieros y de inversión, que fue lo que frenó la incipiente corrida cambiaria de fines del año 2013.
La propuesta del ministro Lorenzino, como antes cuando era ministro de Amado Boudou, era de retorno a los mercados financieros internacionales pero conociendo las reglas de juego y por ende pagando altos costos, pero entendible en la lógica del sistema.
Se produce el cambio por el tándem Kicillof-Fábrega, la presión sobre el tipo de cambio paralelo, blue, marginal o como quieran llamarlo fue peor, y se decide apostar todo a ganador; se contrata a Paul Clement, ex Procurador del Tesoro de los Estados Unidos en la gestión Bush hijo, en la creencia que la Corte Suprema de los Estados Unidos no iba a tratar el caso hasta el 2 de enero 2015, o si lo hacía antes iba a consultar a la Procuración del Tesoro de ese país, cosa que no ocurrió.
Lo cierto es que nunca se sopesó (o al menos como se debía) la existencia de los Credit Default Swaps (CDS) –contratos para asegurar bonos ante un incumplimiento de pagos– y de la International Swaps and Derivatives Association (ISDA), que es la entidad rectora y la que determina si un país incurre en default, y por ende, si se “gatilla” el pago del seguro. Es más, Paul Singer es un conspicuo miembro de la ISDA, y es el administrador del NML Elliot y referente de los fondos buitre. Que tienen comprado seguros de default es claro; cuánto, qué cantidad, ya forma parte de lo anecdótico; lo cierto es que es la principal razón por lo que la Argentina se la condena al default.
Después, la comedia de enredos de los bancos locales nucleados en Adeba, quienes para que no se caiga el valor de los títulos argentinos que tienen como reservas, hayan o no ofrecido una garantía de U$S 250 millones a los fondos buitre litigantes del Juez Griesa, a simple vista una cifra insuficiente; después, con la misma liviandad los “cables” de noticias hablaban que era U$S 1.600 millones, con lo que se compraba toda la deuda (sin incluir el seguro por el default) pero cobraban el 100% de sus acreencias, sin saberse de dónde podían los bancos detraer esa suma que supera ampliamente su RPC (responsabilidad patrimonial computable); en fin “se vuelve comedia lo que ayer fue tragedia”.
Y, por más que le demos vuelta, estamos en default dado que las cláusulas de emisión de los títulos de deuda argentino señalan que la obligación de la Argentina se extiende hasta tanto se acrediten fondos en las cuentas de los tenedores de los bonos Discount en las respectivas agencias de clearing. Por ende, el Gobierno argentino giró la plata a Nueva York (Bank Of New York Mellon) y a Bélgica (Euroclear y Clearstream), los bancos (agentes de pago) la recibieron, pero no pueden pagar porque la justicia norteamericana no los deja; por ende, los acreedores (dueños de los discount, que son los títulos que les dieron en los canjes de deuda de 2005 y 2010) no cobran, al no cobrar presentan su reclamo, y la Argentina no puede girarle a otra cuenta porque sería burlar la justicia de los Estados Unidos.
Todo ese enredo para condenar a un país que osó negociar en forma unilateral, por propia autodeterminación con sus acreedores, le hizo una importante quita del capital y alargó los plazos de pagos para hacerlo compatible con sus flujos externos, permitiendo al país crecer. Pero, la minoría que no entró a los dos canjes se preparó larga y conscientemente para actuar como lo están haciendo.
Estamos en default, pero es un default selectivo y acotado en el tiempo, que si se controla a los “buitres” de adentro para que no presionen sobre el dólar paralelo, y se acuerda por beneficio mutuo con los grandes exportadores y comercializadores de granos que liquiden sus ventas al tipo de cambio oficial y con retenciones a favor del fisco, lograremos llegar a buen puerto el 2 de enero de 2015, y lo más importante, sin acatar mandatos injustos, sin subordinarnos a los fondos buitre, y demostrando que el capital financiero tiene límites, y ese límite es la dignidad de un pueblo.

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