domingo, 24 de agosto de 2014

Lugar común: Campo de Mayo Año 7. Edición número 327. Domingo 24 de agosto de 2014 Por Enrique Vázquez. Periodista sociedad@miradasalsur.com

Hice un ejercicio práctico: llegué desde Bella Vista a la Puerta 4, apreté el botón de trip dos veces hasta que el odómetro hizo un póquer de ceros y en cuanto el semáforo de la calle Sourdeaux se puso en verde doblé a la izquierda por la avenida Presidente Illia. Ruta 8, para los vecinos. Así mantuve siempre a mi derecha la guarnición militar de Campo de Mayo en un recorrido que comenzó a las 12.31 y me llevó por paredones de 3 metros, garitas de vigilancia de la época del miedo, chalés de césped verdísimo en pleno invierno, plazas, placitas, mástiles, más garitas de vigilancia, más paredones, vías de ferrocarril, bosques, bañados, acceso a edificios monumentales, helicópteros verde oliva aterrizando casi en el techo del auto, campos de equitación infinitos con apenas dos jinetes –un nene y una nena de alrededor de 10 años–, cuatro o cinco tipos trotando en camiseta y pantalones cortos y un misterio enorme detrás de las arboledas. Al completar la circunvalación frente a la Puerta 4 eran las 13.19 y el odo había llegado a 47 kilómetros. Adentro quedaron 6000 hectáreas de cosas que nadie conoce, un aeródromo con pista asfaltada de 1800 metros de largo por 30 de ancho, dos ramales ferroviarios y el abismo horizontal de saber que en esa inmensidad fueron literalmente chupadas 5000 personas.
Casi no hubo sobrevivientes. Uno de esos sobrevivientes fue Iris Etelvina Pereyra de Avellaneda, secuestrada junto a su hijo Floreal en su domicilio particular de Vicente López el 15 de abril de 1976. Los llevaron a Campo de Mayo, donde los torturaron uno frente al otro; a ella la “blanquearon” poniéndola a disposición del PEN el 16 de abril de ese mismo año y la liberaron el 30 de junio de 1978 en plena euforia del Mundial. El cadáver de su hijo, un adolescente de apenas 16 años, había aparecido flotando en el Río de la Plata cerca de la costa uruguaya el 15 de mayo de 1976 con señales de haber muerto por empalamiento.
Cómo será de extraña la justicia argentina para que ese único caso, de entre 5000 semejantes, haya servido en el 2005 para dictar la primera sentencia condenatoria contra los responsables de la presuntuosa “mayor guarnición militar del país”.
En Campo de Mayo tienen su sede estas dependencias:
Comando de Institutos Militares.
Comando de Adiestramiento y Alistamiento del Ejército.
Comando de la Guarnición Militar Buenos Aires Coronel Doctor Roque Sáenz Peña.
Comando de la Agrupación de Fuerzas de Operaciones Especiales.
Comando de Educación y Doctrina Teniente general Pablo Riccheri.
Escuela de Infantería Teniente general Pedro Eugenio Aramburu.
Escuela de Artillería Teniente general Eduardo Lonardi.
Escuela de Caballería General de división Isaac de Oliveira Cézar.
Escuela de Ingenieros Teniente general Juan José Valle.
Escuela de Comunicaciones Teniente general Julio Alberto Lagos.
Escuela de Aviación del Ejército Coronel Arenales Uriburu.
Hospital Militar Campo de Mayo 602 Cirujano primero Doctor Juan Madera.
Regimiento de Artillería 1 Brigadier general Iriarte.
Batallón de Ingenieros 601.
Compañía de Comunicaciones 601.
Compañía de comandos 601.
Compañía de fuerzas especiales 601.
Compañía de apoyo de fuerzas especiales.
Dirección de Aviación del Ejército.
Jefatura de la Agrupación Aviación del Ejército 601.
Regimiento de asalto aéreo 601.
Batallón de helicópteros de asalto 601.
Escuadrón de aviación de exploración y ataque 602.
Escuadrón de aviación de apoyo general 603.
Escuadrón de aviación de apoyo 604.
Escuadrón de aviación de apoyo de inteligencia 601.
Batallón de Abastecimiento y Mantenimiento de Aeronaves 601 General de Brigada Antonio Parodi.
Laboratorio y depósito de Remonta y Veterinaria 601.
ás las siguientes dependencias de Gendarmería:
GNA Región 1.
Escuadrón Comando y Servicio.
Escuadrón de Seguridad Campo de Mayo.
Destacamento móvil 1.
La guarnición, ideada en 1901 por el entonces coronel Pablo Riccheri, ministro de Guerra de Julio A. Roca, se expande sobre nueve ciudades –San Miguel, Bella Vista, Don Torcuato, Hurlingham, San Martín, Villa de Mayo, Muñiz y Los Polvorines– y cuatro partidos del GBA: San Miguel, Hurlingham, Tigre y San Martín.
El Comando de Institutos Militares se convirtió en Jefatura de Zona IV el 24 de marzo de 1976, con jurisdicción sobre los partidos de San Isidro, San Fernando, Tigre, Pilar, Escobar y Zárate: casi 3 millones de personas en esa época. Todo el corredor Norte, donde el Ejército Revolucionario del Pueblo y los Montoneros tenían su mayor base de apoyo.
En su inabarcable interior funcionaron simultáneamente cuatro campos de concentración: El Campito, Las Casitas, la prisión militar y el hospital, con su sala de obstetricia convertida en paridera. Allí nacieron no menos de 250 bebés en cautiverio: mantuvieron a sus madres con vida hasta el momento del parto y después llenaron de alegría los hogares de los militares estériles o de los amigos estériles de los militares.
Los Testigos de Jehová, que se negaban a jurar fidelidad a la patria, manipular las armas o izar la bandera, fueron sometidos a vejámenes sistemáticos y atroces en Campo de Mayo. Permanecieron durante años en un recinto cerrado por chapas de cinc, a través del cual podían observar a un centenar de metros el galpón donde estaban las mujeres presas: cómo salían en fila india con los ojos vendados y se tomaban de las manos para ir al baño, cómo colgaban su ropa interior y los pañales, cómo dejaban de estar… A ellos les hicieron fabricar 50 cunas de madera en el taller de carpintería. Saben que varias de esas cunas fueron ocupadas por más de un bebé.
Y sin embargo, Campo de Mayo sigue siendo un misterio. Quizás la clave esté en la incapacidad –ni siquiera complicidad– de los jueces de primera instancia: se empeñaron en acumular toda la prueba en la etapa instructoria y sólo entonces elevar cada caso a juicio oral. Los procesalistas más avezados sugieren actuar como hizo el juez federal Daniel Rafecas en otra megacausa, la del Primer Cuerpo (de Ejército): una vez reunidos los elementos que permitían sostener un grado razonable de sospecha en cada caso, pedía la elevación a juicio y los testimonios se tomaban en la audiencia pública. Eso no sólo aceleró el trámite judicial sino que les evitó a las víctimas la doble penuria de relatar sus padecimientos en el despacho del juez de instrucción, acribillados a preguntas capciosas de los defensores, y luego otra vez en la audiencia oral y pública.
Cualquiera sea el origen de las dilaciones en la megacausa Campo de Mayo, lo cierto es que todavía hay 5000 desaparecidos esperando que se los rescate del anonimato y de las circunstancias que provocaron su muerte.
Hay indicios y testimonios concordantes acerca de una caravana de vehículos militares que partía de Campo de Mayo dos o tres noches por semana y descargaba bultos “que parecían cuerpos humanos”, envueltos en bolsas de plástico negras, en fosas abiertas por una retroexcavadora que se encargaba de cubrirlos al día siguiente.
Una caravana de varios vehículos, entre ellos camiones y pick-ups.
Durante tres años, de 1976 a 1979.
Como para sacar cuentas.
Un avance de Los secretos del campo clandestino de detención, que se develarán en un libro del autor de esta nota y de próxima aparición en editorial Planeta.

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