domingo, 24 de agosto de 2014

Encuentros cercanos en Brasil Año 7. Edición número 327. Domingo 24 de agosto de 2014 Por Carlos Sprei Economista. UNGS americalatina@miradasalsur.com

La aparición de siete indígenas aislados del mundo actual alerta de los peligros recurrentes por la acción de narcos y la extracción maderera. Son sobrevivientes del acecho y de la ceguera social.
Dos millones de visitas en YouTube. Un número que refleja el furor que causó en las redes sociales un video que registra el primer contacto de tres indígenas de una etnia aislada del alto Amazonas con el mundo exterior. En este encuentro, los tres jóvenes, casi desnudos, saludables, con cabellos bien cortados, cargando arcos y flechas, adornados con bonitas plumas y vestidos apenas con una suerte de cinto que protegía sus genitales, cruzan un río y se acercan a dialogar con miembros de la tribu Ashanika y funcionarios de la Fundación Nacional del Indio (Funai). Durante la aproximación, cantan melodías, mueven sus cuerpos de manera intermitente e incompresible, como replicando el movimiento del agua e imitando el sonido de pájaros y de animales característicos de la región. ¿Qué presión llevó estos jóvenes indígenas a tomar este impulso para relacionarse con la “civilización”?
El acercamiento inicial se nota o se percibe muy tenso y está mediado por intérpretes. A pesar de la desconfianza, aceptan bananas de regalo y marcan un nuevo encuentro. En un segundo video, donde los indígenas ya son siete, se observa cómo se distribuyen en la base de los Ashninka y la recorren buscando materiales y comida. El video finaliza cuando toman un hacha, a pesar de los alertas por parte del equipo de la Funai para frenar esta acción. Debido a su baja inmunidad, posteriormente se detectó que los indígenas contrajeron gripe y recibieron vacunas contra la enfermedad. Se temía que a su regreso a la tribu, la gripe pudiese ser mortal para los restantes miembros de esa comunidad. Durante todo julio y agosto ocurrieron más contactos, aproximaciones y cuidados de prevención de enfermedades, extendidas a nuevos visitantes de la tribu. Los videos y las fotografías de estos encuentros provocaron una conmoción en las redes sociales, generaron todo tipo de cuestionamientos, comentarios racistas y ganaron la atención de la prensa nacional e internacional. Entretanto, abundan los lugares comunes. “Emergieron de la floresta”, “salieron del aislamiento”, “buscaron nuestra ayuda”, “extraordinario encuentro” son las frases de efecto que ocultan el real significado de este proceso de aproximación. Refuerzan una mirada de asombro que deja de lado las responsabilidades de los estados brasileños y peruanos en proteger y ofrecer garantías reales de vida a esas comunidades
Traficantes, narcos y contrabandistas: impotencia. Dolor. Asesinatos en serie. Por detrás de las idílicas imágenes las preguntas y las incógnitas se multiplican. ¿Cuáles son los verdaderos motivos que llevaron a este grupo a romper su aislamiento y solicitar ayuda? ¿Qué tipo de auxilio precisan?
Para el geógrafo Carlos Travassos, jefe de la base de la Funai y coordinador del departamento de atención a los indígenas aislados, “la presión de los madereros ilegales y la acción de narcotraficantes en la región fueron las razones que los impulsaron a solicitar ayuda”.
La Funai tiene como premisa evitar el contacto con los grupos aislados y sólo intervenir en los casos en que estas comunidades pasan a vivir situaciones de riesgo o cuando la iniciativa del contacto se origina a través de los propios indígenas. El trabajo de apoyo de la Funai tiene como misión fundamental ofrecer protección territorial, principalmente frente a las agresiones externas de los predadores humanos modernos, esto es traficantes y comerciantes de madera y oro. Entretanto las estadísticas son mucho más feroces y crueles. Entre 2003 y 2013, 560 indígenas fueron asesinados según fuentes locales de la Iglesia Católica. Toda la región amazónica es un inmenso polvorín de conflictos por tierras y recursos naturales. Los informes oficiales de la Funai sólo registran agresiones o víctimas de situaciones específicas, pero el recorrido por esas alejadas regiones impone mayores alertas y denuncias. Por detrás de un idílico escenario se esconden las mayores amenazas al exterminio de estas etnias, con una mirada entre complaciente y escurridiza de los poderes públicos. La insuficiencia de presupuesto y las dificultades por la extensión geográfica de la región son la respuesta más fácil y habitual para sellar la omisión. El área de este primer contacto se encuentra localizada en la frontera del nordeste de Brasil, en el Estado (provincia) de Acre, que hace frontera con Perú. Es el centro de nuestro continente, el corazón de nuestra América, al este del Estado de Amazonas, pulmón del mundo. La región donde vive esta comunidad está localizada en la ribera del alto río Envira, que forma parte de un área muy violenta donde la práctica de masacres y asaltos a las naciones indígenas es una rutina. Antes, en los ‘80 y ‘90, en este mismo estado fue asesinado el ecologista Chico Mendes y más al norte, en la triple frontera de Tabatinga (Perú-Colombia-Brasil), tuvo lugar la masacre de Capacete, cuando madereros de la región de Benjamín Constant invadieron una asamblea indígena y fusilaron a 18 personas, entre ellos niños y mujeres.
Los videos apuntan a Perú. El territorio indígena es considerado un lugar de tránsito de la cocaína boliviana y un área de intensa actividad de la industria maderera peruana que abastece a los Estados Unidos con caoba, un tipo de madera que tiene en ese mercado una alta demanda para la confección de ataúdes. El especialista brasileño en la cuestión indígena y miembro de la Funai, José Carlos Meirelles, denuncia de forma permanente esta situación cuando afirma que “cada cajón de caoba en Estados Unidos debería tener una placa de identificación que diga: aquí yace un indio aislado que fue muerto para que esta madera llegue aquí para enterrar un norteamericano”.
En ambos lados de la frontera es usual la falsificación de documentos sobre el origen de la extracción maderera. Las planillas de supervivencia en la floresta tampoco consideran las aguas contaminadas por la explotación del oro y el petróleo, que destruyen vidas y sueños en cuerpos sin anticuerpos. O sea son intensos los alertas de un desastre humanitario en la región. Pero la burocracia no se conmueve frente a este genocidio. Las pruebas vienen del agua de los ríos que transportan sacos plásticos, tambores de combustible, residuos de las explotaciones madereras y desechos diversos que comprueban la actividad extractivista. Para Meirelles, el aislamiento de estos grupos de indígenas es una respuesta natural a las masacres, explotación y epidemias sufridas durante el ciclo del caucho en la Amazonia (1880-1920), lo que provocó la elección del aislamiento como un recurso para la sobrevivencia. Ningún grupo humano en condiciones normales vive aislado de otros grupos a su alrededor. La región amazónica fue testigo de las grandes redes de intercambio que iban desde sus ríos hasta las grandes civilizaciones andinas en la costa de Perú y Ecuador. En esta inmensa y imponente área, la modernidad se tradujo en terror, violencia, masacres, invasiones de tierras y esclavitud.
La idea de refugiarse en la cabecera de los ríos se comprende a partir de que en estas regiones no existían seringas de caucho y así se evitaba la aproximación predatoria. Para el pensador francés George Didi-Huberman, “las imágenes son portadoras de memoria, de modo que la relación entre tiempo e imagen supone un montaje de tiempos heterogéneos y discontinuos que sin embargo se conectan”. El autor se plantea: ¿Qué relación tiene la historia con el tiempo que nos impone la imagen?
Las respuestas apuntan a un nuevo modelo de temporalidad y colocan a la imagen en el centro de todo el pensamiento sobre el tiempo, la materia prima del historiador. Huberman cita a Walter Benjamin, para quien la imagen auténtica del pasado no aparece más que como un relámpago que surge para eclipsarse al instante siguiente. El relampagueo constituye un instante en que el ahora y el otrora se fusionan, lo que permiten definir a la imagen como “una dialéctica en suspenso”. Para Benjamin, las imágenes nos ofrecen desechos que permiten desmontar la historia y montar las discontinuidades, reflejar los tiempos que congregan supervivencias, anacronismos, encontrar los síntomas que constituyen el conocimiento del pasado.
Hay un riesgo latente en la banalización de estas imágenes viralizadas en Internet. A la curiosidad selfie posmoderna poco le importa estas regiones fronterizas donde la muerte de los más débiles es la moneda cotidiana corriente. Miradas comprensivas no alcanzan donde son necesarias urgentes soluciones. Estas imágenes nos alertan como sociedad por ancestrales secretos y exigen una preocupación mayor por el tesoro cultural y humano que estas comunidades aisladas encierran.
Links para observar los videos de este encuentro: www.youtube.com/watch?v=ETVNI4_IzHY o blog de Altino Machado.1 º contato no AcRE

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