domingo, 24 de agosto de 2014

Afrodescendiente revolucionario y primer constitucionalista de América latina Año 7. Edición número 327. Domingo 24 de agosto de 2014 Por Fernando Del Corro. Miembro de número del Instituto Nacional Manuel Dorrego sociedad@miradasalsur.com

Monteagudo.
Al tucumano Bernardo José de Monteagudo, además de todos sus aportes revolucionarios más conocidos, como su participación en el jacobinismo porteño y su intervención en las guerras independentistas a lo largo de casi la mitad de sus escasos 35 años de vida, corresponde puntualizarle algunos aspectos trascendentales no siempre muy destacados como el hecho de que, con poco más de 20 años, tras haberse recibido de abogado en la Universidad de Chuquisaca, en la actual Bolivia, fue el autor del proyecto de Constitución del Cono Sur americano que, en buena medida, fue la base sobre la cual el segundo Triunvirato convocó a la Asamblea de 1813 y de varias de las resoluciones sociales que se adoptaron durante su desarrollo.
Monteagudo había nacido el 20 de agosto de 1789 de manera que cuando escribiera el manifiesto del movimiento revolucionario que estallara en la misma Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, exactamente un año antes de la Revolución de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, contaba solamente con 18 años, era estudiante de derecho y como tal fue líder del movimiento estudiantil que fue central para la destitución de las autoridades coloniales y la conformación de una junta de gobierno patriótica.
Como estudiante trasladado a una universidad más allá de las actuales fronteras argentinos para profundizar su aprendizaje, se adelantó en algo menos de catorce meses a la participación de Manuel Dorrego en el movimiento que el 16 de julio de 1810 en Santiago de Chile provocó la renuncia del gobernador colonial, aunque su grito agitador de “Junta queremos” no hubiese tenido éxito en esa circunstancia. Dorrego había nacido el 11 de junio de 1787 por lo que entonces contaba con 23 años.
Ambos tuvieron varias cosas en común, como la de haber sido piezas importantes en los movimientos estudiantiles revolucionarios ya mencionados, pero también una relación directa con los libertadores San Martín y Bolívar, y la también común desgracia, para ellos mismos y nuestros pueblos, de haber sido asesinados jóvenes por aquellos sectores contrarios al avance de ideas populares y revolucionarias en el proceso independentista suramericano. Dorrego contaba con 41 años a la hora de su asesinato.
Amigo de Juan José Castelli, con quien participó de la campaña de 1811 al Alto Perú, Monteagudo fue inspirador de la Declaración de Tiahuanaco, redactada con aquél, en la cual, por primera vez, hay un reconocimiento explícito de los derechos de los pueblos originarios. Algo que fue retomado, más tarde, en la referida Asamblea del Año XIII, en la que desempeñó un rol fundamental como en la sanción de la libertad de vientres y el otorgamiento de derechos a los esclavos, con lo que hizo justicia a sus antepasados ya que también él era afrodescendiente.
No sólo propuso buena parte de las normas de administración sancionadas por dicha Asamblea, sino que también redactó el Acta de la Independencia chilena que consagró a Bernardo O’Higgins. Desempeñó un rol fundamental en la administración del Ejército de los Andes y durante el efímero gobierno sanmartiniano en el Perú fue ministro de Guerra y Marina, al que sumó el de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Asesinado el 28 de enero de 1825 en Lima no alcanzó a ver la concreción del Congreso Anfictiónico de Panamá instalado el 22 de junio de 1826 tras la convocatoria de Bolívar.
Su polifacética personalidad revolucionaria de abogado, político y militar, también fue completada con la de periodista, y fundó Gaceta de Buenos Aires, Mártir o Libre y El Grito del Sud, mientras en Chile lo hizo con El Censor de la Revolución y en el Perú con El Pacificador. Alguna vez, basado en las catilinarias de Marco Tulio Cicerón lanzó esta convocatoria: “Piensen en ustedes, preocúpense por la patria, sálvense ustedes, sus esposas, hijos y sus fortunas, defiendan el nombre y la existencia del pueblo”.
Ambos adoptados, con San Martín tuvo una importante coincidencia que influyó en sus políticas americanistas y partidarias de un Estado regional liderado por un inca. Como lo ha demostrado el historiador Hugo Chumbita, San Martín era hijo natural del español Diego de Alvear y de la aborigen guaraní Rosa Guarú, quien se desempeñaba en la casa de Juan de San Martín, quien lo adoptó como propio. En el caso de Monteagudo todo indica que fue hijo de una esclava y un religioso siendo adoptado por el español Miguel Monteagudo.
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
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