martes, 8 de julio de 2014

DEPORTES Un día, dos misterios

Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Los brasileños que acompañan el Mundial –es decir, todos los que tengan más de dos años– despertaron ayer con dos misterios. Uno: ¿cuál es el nombre del dirigente de la FIFA involucrado en el negocio de venta ilegal de entradas? Otro: ¿cuál será la formación que Felipao pondrá en la cancha mañana, en el juego dificilísimo contra Alemania?
Desde el domingo, la policía brasileña aseguraba haber descubierto la identidad de un “alto funcionario” de la FIFA que sería cabeza de la pandilla que desde al menos 1998 montó un altamente lucrativo negocio de venta ilegal de ingresos para los Mundiales. Ha sido necesario esperar hasta el medio de la tarde para finalmente saber que Raymond Whelan, ciudadano británico, director ejecutivo de la Match, única agencia autorizada por la FIFA (de hecho, un brazo de la entidad) para vender ingresos en los Mundiales, fue detenido en el Copacabana Palace, el más tradicional, lujoso y bello hotel del país. Además de entradas, también era responsabilidad de Whelan elegir los hoteles que son parte de los paquetes turísticos oficializados por la FIFA. Es decir: tenía en sus manos la llave de los “propinoductos” que llenan cuentas bancarias en Suiza.
El súbdito de la reina Isabel ahora les hace compañía a los otros once pandilleros detenidos desde el pasado martes. Según la policía, Whelan era el verdadero jefe del bando, y no el argelino de nombre curioso, Manine Fofana, como se pensó en un principio. No hay dudas de eso: hay llamadas telefónicas grabadas con autorización judicial que comprueban sus tareas de comando. Lo que no se sabe, sin embargo, es si había o hay alguien más de la FIFA en esta mafia específica. Pero ya se sabe que, en caso de existir ese alguien más, será todavía más poderoso que Whelan. La Match es una empresa controlada por Infront, una empresa que tiene entre sus socios a Philippe Blatter, sobrino de Joseph Blatter, el todopoderoso de la historia de los Mundiales. Los dos Blatter ostentan el título de presidente: el sobrino, de la Infront. El tío, de la misma FIFA.
Mucho se habla en Brasil del legado que esta Copa dejará cuando termine. Mientras prosigue esa discusión, Juca Kfouri, uno de los más influyentes y respetados periodistas deportivos del país, aseguró ayer que quitarle la máscara a la FIFA y revelar sus entrañas poco dignas ya es el principal legado del Mundial. Desde 1998, la pandilla pasó incólume por todos los Mundiales. Cayeron en Brasil gracias a un truco elemental: policías disfrazados de turistas iban a la puerta de los estadios, intentando comprar ingresos en el mercado negro. Un agente intentó, con un cambista, comprar un lote de 50 entradas. Así se descubrió el esquema.
Hubo otras noticias involucrando a la entidad, todas ellas negativas. Ayer se supo, entre otras cositas más, que Camilo Zúñiga, el colombiano troglodita que alejó a Neymar del Mundial gracias a un rodillazo cobarde, no fue ni será castigado por la FIFA. Otro que no será punido, al menos por ahora, es Humberto Grondona, hijo de Julio Humberto Grondona, quien además de presidir la entidad que controla el fútbol en su país, ocupa una de las vicepresidencias. El Grondona Junior admitió haber vendido algunas de sus entradas a un misterioso amigo, y jura, cándidamente, no tener idea de cómo fueron a parar al mercado negro. Para la FIFA, semejante inocencia es aceptada como verdad. Para la policía brasileña, el caso sigue bajo investigación criminal.
Resuelto ese misterio, quedó el otro. Y los brasileños ayer fueron a dormir –o a intentar dormir– sin saber qué esperar hoy. Sabemos todos que Felipao probó muchas variantes para suplir las ausencias de Neymar y Thiago Silva. Se barajan nombres de los que integrarán la nueva formación, pero nadie sabe ciertamente quién estará en la cancha y quién en el banquillo.
Para hacer más aguda aún la angustia de toda la hinchada, existe la temible posibilidad de que entre los que no saben ciertamente cuál será la formación esté el mismo Felipao.
De todas formas prevalece la expectativa de que Brasil ataque desde el primer minuto, en un juego veloz, creativo, bien articulado, que deje a los alemanes sin norte en la cancha. Será el primer paso rumbo a la sexta victoria en los Mundiales. Bueno, ésa al menos fue la expectativa que permitió los sueños de los brasileños que lograron dormir. Los otros, y que formaron mayoría, pasaron la noche dando vueltas en la cama tratando de adivinar cómo Felipao pretende, hoy, hacer todo lo que –con la única excepción del primer tiempo contra Colombia– sus muchachos no supieron mostrar hasta ahora.
Por fin, queda la esperanza de que la ausencia de Neymar tenga un efecto positivo: sus compañeros se sentirán estimulados a homenajearlo con una victoria. Tratarán de hacer por él lo que él haría por todos. Y así, de esperanza en esperanza, sigue el Mundial.

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