viernes, 11 de julio de 2014

Centenario Pichuco

Noventa bandoneones
Noventa bandoneones
para homenajear
-así. en infinitivo -
a alguien que nació
un once de julio
de hace noventa años.
Alguien llamado a estar
en el misterio de la cosa.
Noventa bandoneones,
ni uno menos,
y el homenaje a él:
a Aníbal Troilo.
Monstruo de la intuición
y bandoneón mayor.
Al “gordo” Troilo.
Al “dogor”.
Al Pichuco de siempre
y para todos.
Al maestro y troesma
a quien hoy recordamos.
Creador de un estilo
perfecto, inconfundible,
sin fugas y completo.
Que logró transmitir
lo mejor de su orquesta;
y tenía el poder
de hacer profundo
lo que a él le era fácil.
Al autor de Garúa,
al de Che bandoneón
y Patio mío,
al de Barrio de tango,
al de Sur y Responso.
A ese gurú porteño
que con cara de luna
iluminando noches
llenaba el Marabú
o el Tibidabo.
Al generoso Gordo;
Gordo de Buenos Aires;
al Gordo que decía
que un desagradecido
es peor que un buchón.
El que cuando se fue
dejó en la marquesina
del viejo Teatro Odeón
con letras de oro:
“Simplemente. Pichuco”.
El que a la ciudad toda
le fraseó y le cantó
como muy pocos.
El que al morir
dio origen a un poema
-fábula de otro Aníbal-
que, sin sacralizarlo,
le hizo decir al fueye:
¡Padre!…
¿Por qué me has abandonado?
Luis Alposta2004
“No los dejes, Buenos Aires”
Son los sonidos lejanos
que en los rincones porteños
evocan aquellos sueños
de los tangos soberanos.
Son sentimientos humanos
de nostálgicos empeños,
en forjadores risueños
con el amor en las manos.
En esa orquesta de todos,
con sus sones sin olvido
y el mensaje sin desaires
de Pichuco con sus modos.
Es por ello que lo pido:
¡no los dejes, Buenos Aires!

Oscar Sbarra MitreBuenos Aires, 01.07.2002
Lo mejor de Pichuco para escuchar

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