lunes, 14 de abril de 2014

El fotograma patético de un largometraje en curso Por Jorge Muracciole

l asesinato de David Moreyra, un joven de 18 años en la ciudad de Rosario a manos de vecinos indignados por el intento de robo de una cartera, se ha convertido en el caso testigo que en las últimas semanas ha generado una decena de intentos de linchamiento, en distintos centros urbanos.

Como una suerte de macabro efecto imitación, el video del asesinato a patadas del joven motochorro por honrados ciudadanos, no solamente no horrorizó a un sector de la opinión pública sino que en los últimos diez días, los medios dieron cuenta de al menos una decena de episodios en los que vecinos en distintas partes del país atraparon a presuntos ladrones y les propinaron una fuerte paliza, generando graves lesiones.

Esta particular forma de enfrentar delitos ligados a la sustracción de objetos, por arrebatadores, punguistas, motochorros –en el común de las veces, delitos menores donde no corre riesgo la vida de las víctimas– nos obliga a reflexionar sobre las múltiples variables que han determinado un fenómeno prácticamente inédito en nuestra cultura rioplatense.

En una encuesta online realizada a un universo de 422 argentinos mayores de 18 años, efectivizada entre el 1 y el 3 de abril por la encuestadora D'Alessio Irol, en su primer informe registra que las golpizas a delincuentes generaron gran repercusión social, despertando principalmente alarma.

Lo relevante es que más allá de esa mayoría preocupada por la reacción violenta, ante los intentos de robo, un porcentaje significativo cercano al 30 por ciento, ven el fenómeno como una forma de justicia, incrementándose el porcentaje entre los sectores más jóvenes llegando al 42% del universo encuestado.

Ante la pregunta "¿Por qué cree que suceden estos hechos de violencia?", la respuesta es que el pensamiento generalizado es que el temor a la inseguridad es el disparador de estos hechos. Sin embargo, la mayoría de los encuestados que temen por la inseguridad afirman que no serían capaces de tomar una actitud de este tipo.

En relación con la pregunta "¿Qué haría en caso de presenciar un robo en la vía pública?, ante las distintas opciones del cuestionario prevaleció la confianza en las instituciones al indicar la opción de llamar a la policía. Aunque cerca de un 15% del universo muestral intentaría evitar el robo actuando en forma directa.

Y por otra parte, frente a la consulta "Si fuera usted a quien le están robando, ¿qué le gustaría que haga la gente que ve el hecho?", la respuesta mayoritaria fue que seguiría siendo la decisión que se busque ayuda policial. Sin embargo, siete de cada diez quisieran que se produzca una respuesta activa por parte de los testigos. Y la cuarta parte llegaría al extremo de desear una detención con violencia hacia el asaltante.

En relación con la pregunta "¿Cuáles cree que serán las consecuencias de estas golpizas?", el temor a que estas prácticas lleven a una espiral de violencia mayor comparte la tendencia mayoritaria, junto con los que piensan que los hechos sean una llamada de atención para todos los sectores involucrados.

Las respuestas a la consulta de "¿Cómo cree que se debería combatir la inseguridad?", en 81 casos se considera que es con mayor educación, en 74 casos con inclusión laboral, en 66 casos con una actitud diferente por parte de los dirigentes políticos y sólo en seis casos por justicia por mano propia. Solamente el 3% de los consultados piensa que la inseguridad no tiene solución y en 15 casos las respuestas fueron diversas.

Por último, la pregunta "¿Por qué cree que suceden estos hechos de violencia?". En 70 casos, la respuesta es porque la gente está cansada de que le roben, 67 encuestados optaron por que los delincuentes no tienen condena, 38 respuestas eligieron la frase "porque la gente está nerviosa"; otros 36 encuestados acordaron en que si no te defendés, te pueden matar, y 32 coincidieron en que hay una psicosis con el tema de inseguridad.

Los datos de esta primera aproximación investigativa tienen el valor relativo similar a una fotografía instantánea del estado de situación, dentro de un largometraje atravesado por múltipes fotogramas extremadamente sensibles al devenir económico y social de una sociedad. Lo paradójico es que en una sociedad que sufrió más de 30 mil asesinatos agravados por el secuestro y la tortura de sus víctimas y que ha podido, luego de más de treinta años, encausar la verdad e implementar la salida judicial sin haber habido un solo caso de justicia por mano propia por parte de ningún miembro de las familias afectadas, a los autores del terrorismo de Estado. 

Que un significativo sector de la opinión pública y de algunos políticos justifiquen el linchamiento de un punga o un arrebatador por un grupo de "ciudadanos indignados" por el mero intento de robo de una billetera o una cartera, es sin tapujos poner en pie de igualdad la singular, única e irrepetible vida de un ser humano a la de un objeto que, más allá de su relativo valor pecuniario no deja de ser un objeto, un simple objeto descartable o fácilmente sustituible en este mundo de consumismo exacerbado.

Infonews

No hay comentarios:

Publicar un comentario