domingo, 13 de abril de 2014

Antídoto

 Por Alfredo Zaiat
Fracasos Múltiples Internacionales está regresando al escenario político y económico argentino. La moción de censura y la amenaza de iniciar el camino de la expulsión del país de esa institución por la calidad de las estadísticas públicas colocó al Gobierno en una situación incómoda. La opción era romper con ese organismo internacional, convirtiéndose en el único país del mundo en quedar fuera de esa entidad multilateral, lo que hubiera derivado en la marginación del G-20, en la clausura al acceso de créditos del Banco Mundial, el BID y del mercado, y en deteriorar la reputación internacional frente a otros países, o negociar el espacio de intervención de sus técnicos. Esta última fue la elección del gobierno de CFK. Implicó una primera evaluación silenciosa del FMI sobre el sistema financiero local el año pasado y luego la cooperación técnica para la elaboración del nuevo índice de precios al consumidor y la actualización del indicador PBI. La evaluación general de la economía (el conocido artículo IV del convenio constitutivo del Fondo, en cuya sección 3 establece “la supervisión de las políticas de tipo de cambio de los países miembros”) es la única cuestión de tensión en la relación Argentina-FMI.
Aceptar la revisión anual es una decisión política, de carácter simbólico, más que económico. En Washington, en el marco de la Asamblea Anual conjunta del FMI-BM Axel Kicillof le reiteró a David Lipton, subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, que el país no analiza volver a aceptar las auditorías anuales. Argentina no registra deuda con el FMI después de que el 5 de enero de 2006 cancelara el total por 9530 millones de dólares, y no está negociando ni requiere de un crédito del organismo atado a condicionalidades en la política económica. Instrumenta una estrategia heterodoxa que no es simpática al staff del Fondo, como quedó expresado en el último Perspectivas Económicas Mundiales. Estos técnicos consideran a la Argentina como un mal ejemplo por su política económica de crecimiento, inclusión social y autonomía del mercado de capitales. También es resistida por la persistente crítica a las recetas ortodoxas realizada por CFK en foros internacionales.
Después de ocho años de esa tensa relación, para las autoridades del Fondo les resulta satisfactorio retomar el vínculo con el país, como lo dijo su director gerente, Christine Lagarde, para mostrar que todas las ovejas están en el rebaño. Mientras, para el Gobierno le resulta necesario para despejar el frente externo en un contexto de escasez de divisas, y para facilitar la negociación del default de doce años con el Club de París. Incluso sin revisión anual de la economía es una reconciliación por conveniencia mutua.
El entusiasmo que manifiestan analistas y economistas del establishment por cada comentario de funcionarios del Fondo o del Banco Mundial, excitación exacerbada si incluye algún componente crítico, es una particularidad argentina. En general las observaciones del Fondo no son tomadas con seriedad, puesto que ya ha habido suficiente experiencia global para comprobar el fracaso de sus recomendaciones. En los hechos, el FMI es esencialmente un actor político para condicionar políticas económicas en función de garantizar el pago de la deuda a los acreedores, además de preservar los intereses económicos de las potencias (Estados Unidos y Europa).
Sobre ese rol del Fondo, la ex presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, señaló que “frente a los datos que muestran una desaceleración en las economías de la región el FMI, una vez más con serios problemas de diagnóstico, recomienda medidas que profundizarían los problemas. El desafío para América latina es utilizar el espacio de política ganado en estos años para sostener los niveles de actividad y empleo, con políticas anticíclicas, fundamentalmente en el terreno fiscal, para sostener la demanda interna”. Lo afirmó el miércoles pasado en la Minsky Conference, en Washington, siendo la primera vez que habló en público desde que dejó el cargo, ratificando que es diferente a otros ex funcionarios que cuando dejaron el gobierno se dedicaron a castigar a la Argentina en foros internacionales. Marcó Del Pont destacó la solvencia de la economía argentina en el 23rd Annual Hyman P. Minsky Conference on the State of the US and World Economics, organizado por el Levy Economics Institute. Participó del panel Financial re-regulation to support growth and employment (re-regulación financiera para impulsar el crecimiento y el empleo). Los principales conceptos de Marcó del Pont sobre la situación económica de América latina y, en particular, de Argentina, fueron los siguientes:
- No puede ignorarse que los dos factores clave que han promovido a nivel agregado el crecimiento de la región, el denominado viento de cola (precios de los commodities y flujos de capital) han acentuado, salvo casos excepcionales como el de Argentina, la primarización de sus estructuras productivas.
- América latina deberá lidiar con estos fenómenos en un contexto internacional que se presenta menos benévolo para nuestras naciones ya que ni las condiciones de liquidez internacional ni los términos del intercambio se proyectan tan favorables como hasta ahora.
- El desafío pasa entonces por delinear estrategias anticíclicas que al mismo tiempo que busquen sostener los niveles de actividad y empleo, actúen también en la transformación de sus estructuras productivas, alentando la diversificación e industrialización. Para ello deben maximizar el uso del espacio de política ganado durante la década.
- La región tiene márgenes de maniobra para encarar ese desafío. En gran medida ello quedó de manifiesto durante lo peor de la crisis de 2008-2009. Disponen, por un lado, de mercados internos dinámicos que han constituido la base de sustentación del crecimiento durante los últimos años. Y a diferencia de lo ocurrido en las décadas del ’80 y ’90 América latina no atraviesa en general por situaciones de fragilidad financiera o elevada exposición en materia de endeudamiento externo. Ambos rasgos son particularmente ciertos en el caso de Argentina.
- Ahora bien, esta descripción no supone ignorar que en la gran mayoría de los países de la región (ciertamente no en Argentina) persiste un elevado grado de integración con los mercados financieros internacionales, lo cual potencia su exposición a los ciclos de liquidez internacional. Recordemos que la cuenta capital y financiera de América latina registra el más elevado grado de apertura de todas las economías del mundo en desarrollo.
- El diagnóstico predominante y las recomendaciones subsecuentes que surgen del main stream no toman en cuenta estos fenómenos estructurales, complejos, que caracterizan a nuestras economías. Persiste, en cambio, una unilateral preocupación por la ausencia de “reformas estructurales” (léase mayor flexibilización del mercado de trabajo) o por la presencia de la “dominancia fiscal” (léase ajuste fiscal) como uno de los principales fenómenos explicativos de inestabilidad macroeconómica y de crisis. Se soslaya en el debate la importancia de la “dominancia de la balanza de pagos” como factor que históricamente ha truncado los procesos de desarrollo de América latina.
- Abordar las condiciones de la re-regulación financiera para el crecimiento y el empleo requiere incorporar a la regulación de los flujos de capital dentro del instrumental permanente de política económica de los países en desarrollo. Y los bancos centrales deberían jugar un rol activo en ese terreno.
- Esa regulación de la cuenta capital incluyó, a partir de 2011, restricciones a la compra de moneda extranjera para fines de ahorro por parte de los argentinos, la cual se había constituido en una fuente desestabilizadora del mercado de cambios y en canal de fuga del excedente económico por fuera del circuito de inversión y consumo. En efecto, el elevado bimonetarismo que todavía caracteriza a nuestra economía es un condicionante no menor para la administración del mercado de cambios.
- Ahora bien, ¿cómo se ubica Argentina frente al ya mencionado escenario internacional menos favorable? Sin duda alguna el haber regulado el ingreso de capitales de portafolio nos torna menos vulnerables a los cambios que se presentan en el ciclo de liquidez, no sólo en términos de volúmenes sino, en un futuro no tan lejano, de tasas de interés. Frente a la aparición en los últimos años de un ligero desequilibrio externo el desafío de la política económica es garantizar las fuentes de recursos externos que nos permitan sostener los niveles de actividad y empleo, y en paralelo abordar los déficit sectoriales que impactan en las cuentas externas. Y en ese sentido el desequilibrio industrial y energético deben ubicarse en el centro de las prioridades.
- Argentina tiene, entonces, espacio para buscar recursos externos que se orienten hacia los destinos estratégicos que remuevan los obstáculos estructurales y garanticen capacidad de repago.
- Vale la pena insistir, el carácter virtuoso o no que asuma el acceso de Argentina, ya sea de su soberano como de sus empresas, a corrientes de inversión directa o de financiamiento depende de manera decisiva en la asignación de esos recursos y su capacidad para remover las causas estructurales del estrangulamiento externo. Dicho en otros términos en la capacidad para promover el proceso de desarrollo, esto es, de transformación productiva y una más equitativa distribución del ingreso.
Este conjunto de ideas puede actuar de buen antídoto ante tanta contaminación en el debate económico, al que ahora se ha vuelto a incorporar en forma activa el FMI.
azaiat@pagina12.com.ar
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