domingo, 20 de abril de 2014

A FUEGO LENTO EDUARDO ANGUITA


 
El ministro de Economía Axel Kicillof, el lunes pasado dijo que la Argentina no tiene ni acuerdos ni deudas con el FMI y, además, afirmó que el Gobierno está “en los antípodas” de las políticas impulsadas por ese organismo. Quizá la imagen más cruda de cómo asume el FMI las políticas de ajuste sean las declaraciones de Christine Lagarde, la conservadora francesa que ejerce como directora ejecutiva del organismo, de visita en Madrid en octubre de 2012. Fue para referirse a un dato cruel: la mitad de los jóvenes entre 18 y 25 años estaban –y están– sin trabajo. Lagarde, lacónica, dijo: “Ésta será una generación perdida”.
 
Es cierto, como dice Kicillof, que el Gobierno no aplica las recetas del FMI. Pero esto lleva a dos asuntos. El primero, interno, está en línea con que este año no habrá crecimiento del PBI. En 2013, la inflación –no reconocida por el Gobierno– rondó el 25% y el PBI creció el 3% y no el 4,9% inicialmente calculado por el Indec. El año en curso, además de frenarse el crecimiento, tendrá una inflación cuyo piso parece ser el 30%. La escueta información brindada sobre el aumento del IPC de marzo vuelve a poner las estadísticas oficiales en una zona gris. Desde ya, no se trata de la manipulación lisa y llana realizada hasta octubre.
 
Sin embargo, en la rueda de prensa donde anunció el 2,6% de marzo, Kicillof habló de desaceleración de precios y criticó las mediciones de las consultoras privadas. Si bien se conoce la metodología para arribar a esa cifra, no hay datos de cómo inciden en cada región de las seis en las que está dividido el país para medir precios. Además, la anterior medición se discontinuó pero no se hicieron correcciones que permitieran comparar las cifras actuales con las anteriores.
 
Quizás eso sea muy difícil en términos técnicos pero, sobre todo, es complicado en términos políticos: siguen las mismas autoridades en el Indec y Kicillof era el viceministro mientras se hacían esos malabarismos en los que, en buena hora, merecieron rechazo. Hay otro tema que se planteará en breve: cuáles son los niveles de pobreza e indigencia en la Argentina. Las últimas mediciones –manipuladas– dieron 5,4% de pobres y 1,7% de indigentes. Cabe aclarar que el Indec puede determinar esos números cuando realiza la Encuesta Permanente de Hogares, lo cual se lleva a cabo en mayo y octubre. Es decir, para cuando empiece el Mundial de Fútbol deberían conocerse las cifras oficiales en esta materia.
 
La sociedad argentina dio sobradas muestras de tener talentos, compromiso, solidaridad, dedicación al trabajo y otras tantas condiciones. No se trata de ser complaciente con lo antedicho.
El punto fuerte del equipo económico consiste en la previsibilidad lograda con el dólar y en cierta estabilidad de las alicaídas reservas del Banco Central. Desde ya, con la proyección de la inflación y con los aumentos salariales más o menos a tono con la inflación, habrá actualizaciones en el valor de la moneda norteamericana.
 
Frente externo. El punto débil en lo macroeconómico es la falta de inversiones y esto está muy ligado a tratar de descifrar cuáles son las expectativas que tiene el Gobierno de su relación con el FMI. La semana próxima se votará en el Congreso la indemnización a Repsol. Las conversaciones iniciadas por la Presidenta con François Hollande dejaron un calendario, que se iniciará el próximo 28 de mayo, para avanzar en el pago de la deuda argentina con el Club de París.
 
Otro tema no menor: hay una serie de conversaciones no siempre públicas para hacer frente a las alternativas de lo que pase con el juicio de los bonistas (los llamados fondos buitre) iniciado en el tribunal de Thomas Griessa, en Nueva York, y que está estacionado en la Corte Suprema de ese país. Sin un apoyo enérgico del gobierno norteamericano a la Argentina –que la legislación estadounidense permite–, el máximo tribunal de Justicia puede dar un revés al reclamo de las autoridades argentinas. Algunas entidades financieras y algún fondo de inversión (que para la ocasión no sería buitre) ofrecen una especie de servicio de emergencia consistente en comprar los títulos en default a los actuales tenedores y hacer un acuerdo amigable con el Gobierno que, a su vez, los cambiaría por otros títulos públicos.
 
Desde ya se trata de caminos de cornisa, donde los especuladores, sean buitres o loros verdes, sacan ventajas. Para tomar dimensión del mundo en que vivimos basta reparar en que los supermillonarios de los países centrales pagan cada vez menos impuestos y los ajustes en países europeos son más que salvajes.
 
En concreto, de la llamada heterodoxia –que nadie entiende bien pero que defiende al ciudadano de a pie– el Gobierno pasó a tomar las típicas medidas ortodoxas que tranquilizan al capital. Enfriar la economía, evitar la intervención directa del Estado, subir las tasas de interés y, sobre todo, no confrontar con los organismos financieros, especialmente el FMI. Así, Precios Cuidados pasa a ser un programa que cuida el bolsillo popular pero a tono con estas políticas.
 
Y en esta dirección debe entenderse lo que pasa en la mayoría de las naciones de América latina. A fines de marzo, en el marco de la asamblea anual del Banco Interamericano de Desarrollo reunida en una playa de Brasil, los socios del Mercosur avanzaron en el diseño de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Para las multinacionales del Viejo Continente se reciclan un poco más las viejas ventajas coloniales: vender productos elaborados que no pueden meter en sus deprimidas economías.
 
Para Brasil, gran productor industrial, también es una oportunidad. La pregunta es, ¿en qué se beneficia la delgada industria nacional que no tiene siquiera un banco de desarrollo local? Quizá la Argentina, con estos acercamientos al gran capital, logre algunos millones de dólares de inversión. Pero debería analizarse con más rigor cuáles son las desventajas del perfil de una industria automotriz completamente extranjera que importa los componentes en los mismos coeficientes de los noventa y lleva a una demanda importadora muy alta. O qué beneficios dejan las armadurías de Tierra del Fuego en los teléfonos de última generación o los plasmas que se venderán en mayo y junio para ver el Mundial de Brasil.
 
En ambos casos también con escasísima participación nativa. Y, además, si vienen dólares, ¿será para el desarrollo o será un vector más para amortiguar el elevado déficit fiscal? Se habla, y probablemente con razón, de la importancia estratégica del yacimiento de Vaca Muerta, pero el déficit energético de 2014 será de más de 7.000 millones de dólares y los acuerdos con las multinacionales energéticas llevó a un aumento sideral de los combustibles.
 
La política vernácula. El buen diagnóstico de la economía y de las políticas económicas en curso, es muy útil para entender el perfil de quienes están bien posicionados de cara a 2015. Daniel Scioli es la opción más visible del Frente para la Victoria. Habrá una interna abierta en agosto del año próximo y sin duda hay una cantidad de dirigentes valiosos que están en camino para intentar la carrera presidencial desde el oficialismo. Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Julián Domínguez, Aníbal Fernández y otros. Hay que ser realistas: hasta ahora no solo no les sonríen mucho las encuestas sino que, además, no aparecen como el resultado de un armado político diverso.
 
Para el gran público, al menos, no pesan aún. Y Scioli, lanzado como está, lo hace con una agenda que atiende a la coyuntura al tiempo que se propone como un dirigente creíble para gestionar el Estado y atraer capitales externos. Para la historia del kirchnerismo, hay que decirlo, es muy poco. Las desigualdades sociales marcadas de la Argentina se explican por la matriz de concentración económica en pocas manos, la extranjerización y la falta de desarrollo industrial autónomo. Una agenda que recorrió los primeros años de este ciclo con resultados positivos pero sin haber logrado cambiar el rumbo.
 
Sergio Massa, bien posicionado, no tiene un discurso que vaya a fondo con las necesidades estratégicas del país. Más bien, además de cosechar en la vieja política del peronismo quiere sembrar expectativas en el complejo agroalimentario al sugerir la baja de retenciones como una medida de su eventual gobierno. Hermes Binner y Julio Cobos van en la misma dirección. Por supuesto, Mauricio Macri también está consustanciado con esa visión.
 
Queda para el debate ponderar cuánto incide la propia historia de los llamados sectores dirigenciales en que no pueda subirse la puntería de cara a los comicios del próximo año. En ese sentido, las fortunas más grandes del país sacan beneficio de la renta agropecuaria y del comercio de oleaginosas y del sector servicios que tiene siempre como contraparte al Estado. Hay excepciones a esto en el sentido de grupos empresariales con innovación tecnológica y competitividad. Dos casos puntuales son el grupo Techint y el conglomerado de empresas de Hugo Sigman.
 
Ambas empresas tienen fuertes inversiones en el país pero con criterios y organización de multinacionales. En esta era de capital planetario, sería ingenuo pedirles que conciban sus estrategias de negocios con sentimiento patrio. Otra perspectiva para entender lo que sucede es cuántas cosas se empezaron hace unos años y ahora van en otra dirección. Tampoco es fácil creer que la dirigencia kirchnerista en el Gobierno va a asumir sus errores o va a denunciar los desmanejos de muchos funcionarios incluyendo flagrantes casos de corrupción. Los políticos tienen la lógica de “partido” a la hora de actuar. Lo mismo podría extenderse a otros sectores decisorios. La sociedad argentina dio sobradas muestras de tener talentos, compromiso, solidaridad, dedicación al trabajo y otras tantas condiciones. No se trata de ser complaciente con lo antedicho. Por el contrario, mejorar el diagnóstico puede contribuir a buscar caminos.
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