martes, 25 de febrero de 2014

Las incongruencias del discurso latinoamericanista Por Alejandro Horowicz

Ninguna estrategia puede pensarse, y menos aun llevarse a la práctica, si previamente no ha sido presentada y debatida colectivamente.

El desprecio de los políticos tradicionales, y no sólo ellos, por la teoría social no es exactamente una novedad. El empobrecimiento de la política es una consecuencia directa, no la única por cierto, de esta desvalorización compartida. Ninguna estrategia puede pensarse, y menos aun llevarse a la práctica, si previamente no ha sido presentada en sociedad y debatida colectivamente. Los partidos políticos, su existencia, presuponen elaborar ese proyecto común. Esto no sucede en la Argentina desde 1975, cuando el bloque de clases dominantes abandono expresamente su condición de clase dirigente, para pasar a defender con alma y vida su último negocio contante y sonante. Desde el precio de la tonelada de soja, hasta la libre circulación de capitales decretada por la convertibilidad.

No siempre fue así.

Hace casi siete décadas, el 10 de junio de 1944, el entonces coronel Perón inauguró la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de la Plata. Pocas veces un militar en actividad desarrolló en público una conceptualización que permitiera entender que clase de guerra se proponían librar las FF AA. Dicho con sencillez: la hipótesis que organizaría el comportamiento político del Ejército, fue explicitada por el ministro de Guerra del presidente Farrell.

En rigor de verdad, formaba parte de un debate en sordina. En 1940 el ministro de Economía del presidente Castillo elevo al senado un proyecto que se conoce como Plan Pinedo, y que más tarde se haría popular en el mundo como política de sustitución de importaciones. Pinedo propuso entonces realizar un programa de industrialización a escala sudamericana. Esto es, un acuerdo con Brasil que a caballo de una significativa ampliación de mercado permitiera el despegue de ambas economías. Sólo desde un significativo incremento de la demanda solvente, por la ampliación del mercado de consumidores, la industria tendría la posibilidad de incorporarse al mercado mundial en las condiciones del welfare state.

Perón no compartía ese enfoque, ya que a su juicio el enfrentamiento armado con los vecinos estaba en la naturaleza de las cosas. Sostuvo Perón: "Han existido en el mundo pensadores que sin temor califico de utopistas, que en todos los tiempos y países han expresado que la guerra podía ser evitada. Más, siempre a corto plazo, una nueva conflagración ha venido a imponer el disenso más rotundo a esta teoría."

Para añadir: "Alguien tendría que demostrar inobjetablemente que Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra, Rusia y China, enel caso que las Naciones Unidas ganen la guerra; y lo mismo que Alemania y Japón, en el caso inverso, no tendrán jamás en el futuro, intereses encontrados que los lleve a iniciar un nuevo conflicto entre sí." Perón acertó, y la Guerra Fría sería precisamente el escenario internacional en el que se desenvolverían los enfrentamientos hasta la caída del Muro de Berlín.

Pero en Sudamérica las cosas serían diferentes, y es en ese punto donde el error analítico de Perón alcanzará el rango de déficit estratégico insanable. Al partir del concepto de la "Nación en armas o guerra total", emitido por el mariscal von der Goltz, en 1883, el peligro pasaba cerca de nuestras fronteras. Entonces para Perón y para el estado mayor de las FF AA, la posibilidad de un ataque brasileño no podía ser descartado. En la cabeza de Perón la homogeneidad interna de la sociedad argentina estaba en disputa. Por eso sostiene: "Hemos ofrecido al mundo un litoral abierto a todos los individuos, razas, ideologías, culturas, idiomas y religiones. Indudablemente, la Nación se ha engrandecido; pero existe el problema del cosmopolitismo, con el agravante de que se mantiene dentro de la Nación, núcleos poco o nada asimilados." La sombra de una quinta columna, antinacional, debía ser neutralizada. Esta lectura chocaba con cualquier programa que excediera las fronteras nacionales, al tiempo que imponía un estricto control de lo que sucedía dentro de ellas. Para Perón el límite de la política, de toda "política nacional", suponía impedir de cuajo el conflicto social.

Vale la pena destacar que entre lo que Perón formuló en 1944, y lo que el primer peronismo ejecutara desde el gobierno, guarda un alto grado de coherencia. El coronel no hablaba por hablar, estaba dando a conocer las vigas maestras de su programa estratégico. No es esto lo que actualmente sucede, y esta ausencia caracteriza la política contemporánea; es decir, el sometimiento a la bancocracia globalizada.

EL PROYECTO MERCOSUR. Desde el momento en que Raúl Alfonsín materializara con su par brasileño un acuerdo de convergencia económica y política, pasaron casi 25 años. En ese lapso se avanzó en materia de intercambio comercial, y se logró conformar un eje diplomático sudamericano. No se trata de subvalorar ambos logros, sobre todo cuando la sobrevivencia de algunos gobiernos libremente electos dependió y depende de esta estrategia común. Difícil hubiera sido para Evo Morales soportar, con sus exclusivas fuerzas, el embate de la derecha boliviana sin el respaldo de sus poderosos vecinos. Sin embargo las limitaciones se hacen sentir, y muestran una notable incongruencia entre el discurso latinoamericanista y una práctica política estrechamente localista.

Tras haber anunciado la creación de un banco común, a propuesta del extinto Hugo Chávez Frías, y sostener la voluntad de Argentina y Brasil de organizar los intercambios comerciales por fuera del dólar, como aproximación para la elaboración de una moneda sudamericana común, casi nada se ha avanzado en tan decisiva dirección.

A poco de asumida Dilma Rousseff, en una charla directa con Cristina Fernández, la idea de abandonar la sombra del dólar, teniendo en cuenta la marcha de la crisis global, fue barajada de consuno. A tal punto que los ministros de economía de ambos países indicaron a sus equipos técnicos la necesidad de estudiar el problema. Era una oportunidad que la crisis en una dirección brindaba y en la otra imponía. El fracaso del euro, de una moneda común sin un sistema tributario unificado, les hacía saber que no se trata de una ingeniería puramente financiera, sino de un proyecto político de convergencia sudamericana. El viejo sueño de San Martín y Bolivar, sobre otras bases materiales y en otras condiciones históricas, parecía una respuesta posible a la crisis.

En lugar de librar en solitario batallas, en las que uno a uno los gobiernos democráticos serían posiblemente derrotados por la lógica del mercado global, disponer de una plataforma donde las debilidades relativas de cada jugador se compensaran con las potencialidades de los demás. Para que suene menos abstracto: el principal agujero de la balanza comercial argentina, la necesidad de importar combustible por más de 10 mil millones de dólares al año, se podría compensar con petróleo venezolano. Y la necesidad de importar alimentos, que Caracas por su escasez de divisas no puede adquirir, y que tan catastróficas consecuencias tiene sobre su estabilidad política, bien podría resolverse en base al intercambio directo.

Ambos bancos centrales sentirían el alivio, ambos países resolverían en parte los cuellos de botella que las limitaciones de suestructura productiva impone a su balanza comercial, y la posibilidad de la derecha cavernícola de golpearlos en base a reivindicaciones mas o menos legítimas perdería voltaje político. Y ni que hablar si en lugar del trueque, la forma más primitiva de todos los intercambios, una moneda común dinamizara toda la actividad.

En el ínterin, el gobierno argentino no tiene mas remedio que discutir las condiciones de un "ajuste", que no puede ser otra cosa que una redistribución regresiva del ingreso, y si bien la estampida cambiaria ha dejado de ser una amenaza inminente, la reducción de la capacidad adquisitiva de los sectores populares no puede no terminar enfriando la marcha, el ritmo productivo, de la producción local. Entonces, o una estrategia común es parida como respuesta a la crisis, o la confluencia política que facilitó enhebrar estos acuerdos bilaterales corre el riesgo de desvanecerse por un rato muy largo.

Infonews

 

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