lunes, 30 de septiembre de 2013

Las insolentes

Autor: Felipe Pigna Mientras la Malinche y su supuesta traición es recordada hasta el cansancio, en cambio se suele hablar mucho menos de figuras como Anacaona, 1 cacica taína de la isla que, modestamente, los españoles bautizaron “La Española” (la actual Santo Domingo) y que sus habitantes habían nombrado, miles de años antes, como Haití. 2 Anacaona, autora de dulces poesías y areitos, acompañó a su esposo Caonabó en el primer levantamiento de los pueblos originarios en 1493, apenas iniciada la conquista y que se prolongó por una década. Tras el apresamiento de Caonabó, Anacaona continuó la resistencia por varios meses, hasta que fue capturada. Se la obligó a ver la ejecución en la hoguera de un centenar de los hombres que la seguían, y luego fue ahorcada, en 1504, por orden del gobernador Nicolás de Ovando. 3 Tampoco se recuerda la historia de la Gaitana. La leyenda, a veces alimentada por los propios habitantes originarios para calmar a los desesperados españoles que los torturaban para obtener información sobre la existencia de las fuentes del oro, hablada de un cacique que cada año se bañaba en oro al parecer en la bellísima laguna de Guatavita. Las noticias sobre Eldorado corrieron como reguero de pólvora y llevaron a Pizarro a destacar a uno de sus mejores hombres a encabezar una expedición hacia el soñado lugar, Sebastián de Belalcazar4 quien fundó Cali y Popayán. De la calidad de los hombres que componían la hueste nos habla la probanza de servicios del propio conquistador: “Llegando -Belalcazar- a las provincias del dicho nuevo reino, habló en él al licenciado Ximénez de Quesada con ciertos soldados que estaban como gente desmandada y perdida y que no entendían lo que habían de hacer el asiento de la dicha tierra, por lo cual el dicho Adelantado les dio como diestro y antiguo conquistador, orden y policía de poblar y además desto les proveyó de muchos caballos y armas y otras cosas muy necesarias.” 5Decidió instalar el centro de operaciones a orillas del río Timaná para desde allí enviar a sus hombres en busca de la mítica región de Eldorado. En diciembre de 1538 fundaron el poblado de Guacacallo (actual Timaná) con la idea de facilitar la circulación entre Popayán y el caudaloso Magdalena. Con la soberbia y la violencia habituales, el hombre de confianza de Belalcazar, Pedro de Añasco convocó a todos los caciques de la zona y los emplazó a pagar tributo al rey de España. La mayoría sucumbió a las intimidaciones, pero hubo un joven líder guerrero llamado Buiponga que se opuso terminantemente a someterse a los invasores. Dice en verso el cronista Juan de Castellanos: “Porque como se viese con mejora / De buenos hombres y demás posible, / En cobrar los tributos y demora / Los aquejaba con ardor terrible; / Y el venir a servir a punto y hora, / Por hecho lo tenían insufrible, / No queriendo con su bestial linaje, / Reconocer a nadie vasallaje. 6 Antes de que cundiera el ejemplo, Añasco mandó arrestarlo y en presencia de su madre, ordenó quemarlo en la hoguera. La mujer logra escapar de la escena y comienza a preparar su venganza. Recorre personalmente los asentamientos originarios de todos la zona, aún los de sus históricos enemigos y les habla claramente, con el corazón con dolor de madre advirtiéndoles sobre la catadura humana de los recién llegados. La caica, que pasará a la historia como “la Gaitana” logró armar un ejército de seis mil guerreros. Sigue verseando Castellanos: “No les pone temor el estandarte / Aumentado de gente castellana: / Todos al fin andan de mal arte / E ya servían muy de mala gana, / Para lo cual no fue pequeña parte / Una india llamada la Gaitana, / O fuese nombre proprio manifiesto, / O que por españoles fuese puesto./ /En aquella cercana serranía/ Era señora de las mas potentes, / Y por toda la tierra se tendía / Gran fuerza de sus deudos y parientes: / Viuda regalada que tenía / Un hijo que mandaba muchas gentes, / Al cual por no acudir como vasallo / Añasco procuró de castigallo. Su vida consumió la viva llama / Y ya podeis sentir qué sentiría / La miserable madre que lo vía.” 7 Una numerosa partida del ejército indio cayó sobre Añasco y unos veinte hombres que lo acompañaban. El primer combate fue demoledor: dieciséis españoles muertes, tres fugitivos y el jefe Añasco capturada. El prisionero fue entregado a la Gaitana quien tomándose muy en serio aquello de ojo por ojo, le arrancó ambos, le atravesó una cuerda por la garganta y lo llevó de gira exhibiéndolo como símbolo de la derrota de los dioses. Pero es importante que la lucha de la Gaitana no terminó cuando satisfizo su sed de venganza, tomó conciencia clara de que la lucha debía continuar y pudo mantener la insurrección a través de la alianza con el jefe Pioganza y redoblar los ataques terminando con la expedición de castigo que encabezó Juan de Ampudia que terminó sus días con un lanzazo en el cuello. 8 Entre los ejemplos que desmienten a la mujer americana como portadora de la traición suele “omitirse” a la mapuche Yanequeo quien al enterarse de la muerte en combate con los españoles de su compañero el toki Güepotan, se puso al frente de sus guerreros y tuvo a raya a los invasores desde 1586. Las mujeres se sumaron al combate como lo cuenta el gobernador español de la época, Alonso de Sotomayor : “...Llevan también a sus indias para su servicio en la guerra, y si hallara algún remedio para excusar que no las tengan consigo, seré el hacerlo muy acertado y, en esto conviene ir muy despacio, porque el quitar de golpe una costumbre antigua y arraigada en los ánimos de la gente de guerra de aquel reino, que es llevar indias consigo, será muy dificultoso y se irán ofreciendo muchos inconvenientes, y poco a poco tendrán mejor remedio...” 9 Diego Rosales en su Historia general del reino de Chile, nos cuenta: “hartas experiencias tienen los soldados españoles del valor y arresto de estas indias, que muchas veces han llegado a maloquear en sus ranchos, y hallándose solas, sin hombre ninguno que las defendiese, han tomado las armas de sus maridos y defendiéndose con valentía y esfuerzo, y lo que es más con solos palos y los instrumentos de sus telares han molido a palos a los soldados y puéstoles en huída. A uno conocí yo, muy buen soldado, que le dieron tantos palos las indias de un rancho, entrando en él a maloquear, que luego que volvió a Arauco murió. (…) hemos menester rogar a Dios y nos podemos temer que las indias chilenas no vengan a hazer los mismo y que no tomen las armas contra nosotros en las edades venideras y restauren las tierras y las vidas que sus maridos hoy pierden, y vengan a ser otras amazonas, que todo lo que puede hacer el tiempo y el valor de estas chilenas que heredan de sus padres y abuelos la osadía, el odio y la animosidad contra los españoles, y en manixar un caballo y hacerle que se igualen a los indios más belicosos.” 10 También en los relatos sobre la conquista del Río de la Plata, aún hoy, tienen más “prensa” los casos de colaboración con los invasores que los de resistencia. Un caso paradigmático tiene que ver con la historia temprana de Asunción del Paraguay. Pedro de Mendoza, a poco de instalarse en lo que es hoy es Buenos Aires, envió a un grupo de sus hombres a buscar lo que era el principal interés de su expedición: la mítica “Sierra de la Plata”, que esperaba que lo hiciera definitivamente rico y poderoso. Capitaneados por Juan de Ayolas, esos expedicionarios llegaron a comienzos de 1537 a cercanías de la confluencia del río Paraguay con el Paraná, donde formalizaron una alianza con los payaguaes, que confiaban en que las armas de los recién llegados serían una interesante contribución a la guerra que libraban contra otras parcialidades guaraníes de la zona. Esta alianza se formalizó de la manera que era habitual entre los guaraníes: mediante la “entrega” de mujeres. El principio, muy similar al que se aplicaba por entonces entre las casas reales y señoriales europeas, consistía en que una “alianza de sangres”, uniendo linajes familiares que tendrían descendencia emparentada, era un reaseguro de los acuerdos. Gracias a esa alianza, Ayolas pudo penetrar en lo que hoy conocemos como la región del Gran Chaco, mientras dejaba a Domingo Martínez de Irala en lo que hoy es territorio paraguayo. Con otro contingente llegado desde Buenos Aires poco después, capitaneado por Juan de Salazar, estos hombres fundaron Asunción (15 de agosto de 1537), adonde finalmente fue llevada toda la población europea sobreviviente de la expedición de Mendoza en 1540, tras la famosa “hambruna”. 11 Referencias: 1 Anacaona significa “Flor de Oro” en lengua taína. 2 “Tierra montañosa”. 3 Para un relato detallado de la resistencia de Anacaona y Caonabó, pueden verse mi libro 1810. La otra historia de nuestra Revolución fundadora, Planeta, Buenos Aires, 2010, pág. 17-21, y el artículo de Juan Bosch, “El Primer Libertador Americano”, en revista Carteles, La Habana, 6 de febrero de 1944. También en la obra clásica de fray Bartolomé de las Casas, Historia General de Indias, Fondo de Cultura Económica, México, 1951. 4 Su verdadero nombre era Sebastián Moyano pero decidió cambiarlo por el de la ciudad cordobesa de Belalcazar. Llegó a América en el tercer viaje de Colón. Participó en la conquista de Nicaragua a las órdenes de Francisco Hernández de Córdoba. Tras la derrota de los originarios fue nombrado alcalda de León. Pasó por Honduras y terminó uniéndose a las tropas de Pizarro que conquistaron el imperio incaico. Murió en Cartagena de Indias en 1551.) 5 Cita probanza de méritos y servicios de Sebastián Belalcazar, citado por Germán Arciniegas, El caballero de El Dorado, Madrid, Revista de Occidente, 1969 6 Juan de Castellanos. “Elegías de Varones Ilustres de Indias”, Gerardo Rivas Moreno editor, Bogotá, 1997, pág, 1174. 7 Idem. 8 Acosta, Joaquín: Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada. Librería Colombiana, Bogotá. Biblioteca Virtual del Banco de la República, 2004. 9 Informe del Gobernador Alonso de Sotomayor a Felipe II, año 1583. “Sobre el Estado de las Cosas de Chile”. Texto citado por Nicolás Palacios en su libro “Raza Chilena.”; Pág. 54. 10 Diego de Rosales, Historia general del reyno de Chile, Flandes indiano. Publicada y anotada por Benjamín Vicuña Mackena. Valparaíso, Imprenta del Mercurio 1877-1878. Citado por Alberto Salas, Crónica Florida del mestizaje de las Indias, Buenos Aires, Losada, 1960 11 Sobre las primeras expediciones al Río de la Plata, incluida la de Mendoza y la famosa “hambruna” de su asentamiento en Buenos Aires, ya me referí en Los mitos de la historia argentina 1 cit., pág. 73-95. Fuente: www.elhistoriador.com.ar

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