domingo, 25 de agosto de 2013

SEUDODIAGNOSTICOS Y NORMAS DE “LA REALIDAD” La crítica política Por Nicolás Lantos

Más allá de su dudosa veracidad, las “denuncias médicas” realizadas por Nelson Castro volvieron a poner en discusión una serie de debates: ¿Qué se busca a través de estas supuestas noticias? ¿Es válido recurrir a ellas? ¿Es ético? ¿En qué tipo autoridad se apoyan? ¿Es la salud de los funcionarios asunto público o se restringe al ámbito privado? Desde el análisis político se coincide en que estas maniobras encierran un objetivo ajeno a la mera observación médica, a su vez es puesta en duda por la poca confianza en fuentes anónimas del entorno presidencial citadas por el editorialista con título. “¿A qué apunta Nelson Castro? A producir un discurso de disciplinamiento político a través de un disciplinamiento psiquiátrico”, observa el analista político Martín Rodríguez, responsable del blog Revolución Tinta Limón (revolucion-tinta-limon.blogspot.com). A través de este mecanismo, Castro impugna las acciones del Gobierno deslizando la hipótesis de que “las políticas impulsadas por la Presidenta responden a una psiquis alterada”, y por tanto pueden (y hasta deben) ser revisadas, señala. “Frente al desafío kirchnerista de producir un ‘país normal’ o un ‘país en serio’ (o sea, más justo) con políticos dramáticos, Nelson Castro milita la ‘normalización’ del político a través de la divulgación de su ‘saber médico’ –agrega Rodríguez–. Más que país normal, que en la interpretación kirchnerista implicaría alteraciones de una estructura desigual, prefiere políticos normales.” Para la politóloga Micaela Libson hay un punto que está fuera de discusión que es que “para nada la salud de un presidente es algo de índole privada”, sino que “es, de hecho, siempre una cuestión de Estado”. El interrogante que le sigue en este punto es por qué se eligió a Nelson Castro como portavoz de este debate. “¿Por qué no a Ernesto Tenembaum, que es psicólogo? Supongo que porque nadie sabe que Tenembaum es psicólogo.” Es decir que no se acude a Castro por su “saber” como médico, sino porque la audiencia lo reconoce como porque ya hizo uso de esa condición en otras ocasiones, tanto en sus columnas como en publicaciones. En ese sentido, el semiólogo Roberto Marafiotti acota que “para un público vasto, aun el ser médico es un rasgo de autoridad, de manera que si el doctor dice que la Presidenta está enferma, habrá que prestarle atención”. Este discurso, “si coincide con los intereses de los medios, será incorporado para la receta donde se cocina el sentido social” más allá de sus “componentes absolutamente emocionales e irracionales.” Rodríguez advierte que “Nelson Castro usufructúa la autoridad ética con su discurso lleno de deberes: primero, como periodista, el deber de informar; segundo, como médico, el deber de advertir riesgos”. Así, el editorialista “habla como si tuviera la obligación de hacerlo aunque faltara a su doble condición de periodista y médico”. Aunque “es obvio que no tiene fuentes en el círculo médico de la Presidenta, el hermetismo natural de ese círculo permite que se invoquen esas supuestas fuentes.” Pero, agrega Marafiotti, “este periodista además escribió un libro acerca de los enfermos de poder”. Esa decisión es un sesgo ideológico: “Podría haber relevado otras condiciones pero prefirió aquellas de las que él pudiera sacar un beneficio adicional: el poder enferma, sería la conclusión –analiza–. Se podrían proponer otras hipótesis: el dinero enferma; la mentira enferma; la pobreza enferma. Pero para la construcción de un imaginario de incertidumbre, la idea de locura, de desmesura, de bipolaridad son ingredientes atractivos”. Otra politóloga, María Esperanza Casullo, suma una nueva arista: “Con el uso político de enfermedades psíquicas hay una cuestión de género. En los Estados Unidos se habló muchísimo de la bipolaridad de Hillary Clinton, pero de Bush nadie decía que era un alcóholico recuperado”, indica. Marafiotti acota que “para Castro, CFK es Lady Macbeth, no Antígona. La duda, la locura, la incertidumbre pertenecen al universo femenino y si se les añade el poder, la catástrofe está a un paso. Sin embargo, nunca se escuchó a este periodista diagnosticar ningún exceso a otra política mujer que auguraba terremotos, cataclismos y tsunamis”. Un último punto a observar es por qué resurgió ahora este discurso. Según Libson, porque hay “dos posiciones antagónicas que no logran canalizar el diálogo dentro del juego político”, por lo que “la única salida siempre es externa”. Así, “frente a una acusación de golpismo, recurren a una carta aún mayor: mostrarla loca o soberbia o megalómana, y con un aval médico”. El también politólogo Nicolás Tereschuk aporta que “el ataque político vinculado a la salud es viejo” y trae a colación una película de Woody Allen: “El es el padre de una familia de demócratas y el hijo sale ultra republicano. Un día sufre un ataque y lo tienen que internar. El médico dice que tuvieron que destaparle una arteria. Una vez destapada la arteria, el pibe se vuelve demócrata”. Por qué es una falta de ética Juan Carlos Tealdi, director del Programa de Bioética del Hospital de Clínicas, que depende de la UBA, recordó algunos alcances de la llamada Declaración de Madrid de la Asociación Mundial de Psiquiatría, sobre los requisitos éticos de la práctica de esa especialidad, para analizar los dichos del periodista y médico Nelson Castro sobre la salud psíquica de la Presidenta. En el artículo 6 de las “pautas para situaciones específicas”, el documento se refiere a la relación de los psiquiatras con los medios de comunicación. “Los medios de comunicación tienen un papel clave en conformar actitudes de la población. En todos sus contactos con los medios de comunicación, el psiquiatra debe asegurarse que las personas que sufren una enfermedad mental sean presentadas sin merma de su dignidad y su orgullo personales, y procurando que se reduzca el estigma y la discriminación que pudieren padecer. Un papel del psiquiatra es la defensa de las personas que sufren una enfermedad mental. En todas sus intervenciones ante los medios de comunicación, el psiquiatra debe representar con dignidad a toda la profesión, puesto que el modo como el público en general percibe a los psiquiatras y a la psiquiatría, se refleja en los pacientes. El psiquiatra no debe manifestar en los medios de comunicación su opinión sobre presuntas alteraciones psicopatológicas de persona alguna. Al presentar el resultado de una investigación ante los medios de comunicación, el psiquiatra debe garantizar la integridad científica de la información y debe tener muy en cuenta el posible impacto en la opinión pública de sus afirmaciones sobre las enfermedades mentales y el bienestar de las personas que sufren de ellas”. Tealdi consideró que “siendo Nelson Castro médico, que se pretende poner en rol de psiquiatra, le cabría esa norma”. Tealdi sostuvo que el periodista podría decir que no le alcanza la obligación de la confidencialidad en la relación terapéutica porque la suya con la Presidenta no es tal. Pero de todos modos, aclaró, que como Castro dice tener información de lo que los médicos presidenciales saben, debería guardar secreto –como médico– de lo que llegó a saber de una paciente. El reconocido experto en bioética recordó por otra parte, “Los Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la salud mental”, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1991 (e incorporados como parte de la Ley de Salud Mental en Argentina). El principio 1, inciso 2, dice: “Todas las personas que padezcan una enfermedad mental, o que estén siendo atendidas por esa causa, serán tratadas con humanidad y con respeto a la dignidad inherente de la persona humana”. “Si Castro dice que la Presidenta está siendo atendida por enfermedad mental, está obligado a respetar la dignidad inherente a la persona humana, y muy especialmente al haberse declarado un defensor de los derechos humanos. Esta creo que es la infracción grave que perciben quienes sienten profundo rechazo a los dichos de Castro: la falta de respeto a la dignidad como persona. Y le falta el respeto como persona en tanto mujer –por la discriminación particular por razones políticas, siendo jefa de Estado–. Y aquí cabe la Convención de la ONU contra toda forma de discriminación contra la mujer, como paciente, si cree que lo es, y en toda la esfera de su identidad dado que la estigmatiza”, consideró Tealdi. También apuntó que la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la Unesco, exige en su artículo 11 el respeto al principio de no discriminación y no estigmatización diciendo: “Ningún individuo o grupo debería ser sometido por ningún motivo, en violación de la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales, a discriminación o estigmatización alguna”. Y el principio 4 (en sus cinco incisos), sobre determinación de una enfermedad mental, y el 6 sobre confidencialidad, son “lapidarios para Castro como médico, aunque se quiera escudar en su rol de periodista”. “Y son ley en la Argentina, así es que le cabría denuncia no sólo ante colegios profesionales”, opinó Tealdi. 25/08/13 Página|12

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