martes, 30 de julio de 2013

Madres de la Plaza, el Pueblo las abraza

Por Juan Ciucci l En una Plaza de Mayo vacía, transida de dolor y silencio, ellas se hicieron presentes. Las fuerzas represivas quisieron que circulen, y entonces ellas comenzaron sus históricas rondas. Ese gesto creativo y resistente no sería el ultimo, sino que abriría una historia de lucha que hoy continúa. Los militantes no comprendían lo que hacían, y les pedían que dejaran de exponerse. La desaparición de Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco; pareció darles la razón. Sin embargo ellas volvieron a la Plaza, de la que nunca se fueron. Ese gesto, esa presencia, en ese marco de terror, fue sin dudas la reserva moral de la Patria. Un espacio que durante la democracia posterior, hija del genocidio, continuaron ocupando. Para bastas generaciones militantes, fueron la referencia clara de dónde debía uno pararse, de qué lado de la trinchera uno debía estar. Sus voces se alzaban contra las complicidades, las impunidades, las represiones. Siempre dejaban en orsai a quienes se sentían deudos de la “recuperación democrática”, a los que creían que el silencio era la manera de recuperar la Patria. Ellas siempre dijeron Memoria, Verdad y Justicia; nunca negociaron, nunca compraron la falsa calma con que las querían embaucar. Abrazaron la lucha política, entendieron que habían nacido por la acción revolucionaria de sus hijos, y estuvieron presentes en cada lucha, en cada piquete, en cada huelga. Esa política se hizo presente también en las otras luchas que otras Madres llevaron adelante, cuando quisieron saber dónde estaban sus nietos. Las Abuelas comenzaron a indagar, a perseguir, y fueron quienes lograron volver a encarcelar a los genocidas por su plan sistemático de robo de bebés. El 20 de diciembre del 2001 fueron corridas a palazos por la Policía Montada, y fue sin dudas una chispa que terminó de incendiar el modelo neoliberal. De todo lo que habían arrasado, esa imagen fue un umbral del que como sociedad decidimos que no iban a pasar. ¡Con las Madres no!, gritó esa Plaza alucinada. Y cada vez que contra ellas quisieron (quieren) avanzar, el mismo grito se volvió a escuchar. Estos tiempos nos han permitido vivenciar un reencuentro histórico, el de las Madres con el Peronismo. Esta recuperación de la política en la década kirchnerista fue también la recuperación de un peronismo olvidado, traicionado. Los resistentes siempre estuvieron en la Plaza de Mayo con las Madres, pero a título personal, o con otras banderas que permitían continuar la lucha, aunque se utilizaran otros estandartes. Hoy un jueves en la Plaza tiene banderas con escudos peronistas, algo casi inimaginable diez años atrás. Es otro signo de esta nueva época. Les debemos a las Madres lo mejor que estos 30 años de democracia nos han brindado, y esto sólo porque ellas lucharon por conseguirlo. Porque pusieron siempre el cuerpo para pedirle más a todos, con la seguridad y la certeza que da encarar una lucha y no abandonarla nunca. De poder decir con la cabeza en alto: ¡Ni un paso atrás! De lograr también resignificar esa lucha, de entender la necesidad del dialogo con la juventud, de comprender los distintos tiempos que construye la política. Sin dudas su lucha es una cosa más, de las pocas en los últimos 30 años, por las cuales podemos sentir orgullo de habitar este suelo.

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