miércoles, 26 de junio de 2013

La toma, sangre y arena Por Oscar Armando Bidabehere PARTE I

La toma, sangre y arena Por Oscar Armando Bidabehere Olas que cruzaron el Atlántico, como si la erupción de un volcán les hubiera contagiado sus hervores. Hay un mensaje, llevado en andas por la pleamar. Sordos ruidos, oír se dejan. La toma, por los estudiantes, de la universidad de Nanterre, el hecho inaugural del mayo francés, en la primavera europea del ’68.Llegó sin aviso previo, a la Bahía Blanca, como el salitre, que en rara mezcla arenosa, tiñe la costa y bautiza al barrio, El Saladero, de Ing. White. Puerto de aguas profundas, tajo geológico en medio de la pampa triguera. Caja de resonancia de lenguas extrañas, pescadores, marineros, estibadores, ferroviarios levantiscos, y epicentro de la huelga obrera de 1907, que marcó un hito en la lucha de los oprimidos. He marchado detrás de los obreros lúcidos/y no me arrepiento. /Ellos saben lo que quieren/ y yo quiero lo que ellos quieren: / la libertad, bien entendida, rezan los versos de Raúl González Tuñón. Las mareas socavan el horizonte, y me hablan de ausencias. Pienso en las horas, días y años, vividos eludiendo los golpes. Visteando, como Locche ante Fuji, los mandobles represivos. Haber sobrevivido, vaya privilegio. Entonces: debo hablar, debo, dice el entrañable poeta Lionel Rivas. Por esos días, una tarde de setiembre, en una de esas colmenas, llamadas departamentos, hubo una reunión. Calle Moreno. Estábamos frente a la manzana fundacional de la ciudad, y a uno de sus edificios emblemáticos, el Correo Nacional. La silueta de los edificios, proyectada, corta al sol, el negro del asfalto y una brisa pertinaz, hacen que todo parezca sombrío. El invierno estaba capitulando. Me había convocado Heber, asiduo lector de John W. Cooke y Hernández Arregui. Estudiábamos economía política, en la Universidad del Sur. En su casa hilvanábamos propuestas, para agrietar la mordaza pública, “de eso no se habla”, destilaban los medios dominantes. Parecíamos conspiradores en tiempos de Baudelaire. Éramos cinco personas, un publicista, dos ingenieros y el doctor Felipe Glassman, que nos doblaba en edad. Años más tarde, en democracia, un lluvioso día de agosto, este médico es asesinado por un sicario .Un crimen que espera por los responsables intelectuales. El tema de discusión, era la primavera de Praga, con los tanques soviéticos aplastando todo. Paradojas de la vida, fue también en Agosto. Las orugas mecánicas contra las rosas rojas. ¿Qué hacer? Tiempos del onganiato, la ideas fluían, como un río indetenible, que ninguna represa podría contener. Conciliábulos febriles, al resguardo del torpe general Imaz, ministro del interior. Otro tema, que conmovía nuestra sensibilidad, era el informe, del Tribunal Russell, sobre Vietnam. Además del insigne matemático y filósofo británico, estaban Sartre, Simone de Bouvier y Cortázar. Había algo que sublevaba el pensamiento, las laceraciones en el cuerpo de las mujeres, coronas de espinas que no se porque me hicieron acordar, al garrote vil de la inquisición. Fósforo ó roedores, en las vaginas, implantados por los llamados defensores de la “libertad”, boinas verdes de EEUU. “Yankis go home”, pintábamos las paredes. Como todo tiene que ver con todo, en Bahía Blanca, a miles de millas, la Dow Chemical, instalaba su petroquímica, violando todas las recomendaciones. Debía estar a no menos de veinticinco kilómetros del ejido urbano. No fue así. Se privilegiaron sus intereses, y los barrios obreros emergieron como hongos, tan solo separados por una calle. La Dow era la que fabricaba las bombas incendiarias, napalm, para la guerra de Vietnam. Sus tentáculos llegaban para envilecer la vida. Susan Sontang, sensible a toda esa devastación, comentaba aquella foto, de la niña, con su piel desgarrada por las quemaduras de napalm, corriendo desnuda, por una carretera. Ese mirar que no necesita explicación para comprender el horror y que tan bien descifrara John Berger. - Había afluentes que fertilizaban el pensamiento. El diálogo, cristianos y marxistas, prosperaba en tierras europeas. Entonces, con Heber y otros compañeros, enrolados en el catolicismo revolucionario, hicimos un curso en el Instituto Juan XXIII, donde el sacerdote, Benito Santecchia, echaba luz, con su erudición, sobre la propuesta cristiana. Años después, debió exiliarse, cuando la Triple A intenta asesinarlo. Los marxistas, tomaban, la filosofía de Roger Garaudy. También compartíamos, con Theilard de Chiardin, la teoría de la evolución, con la mirada cristiana. Y circulaban los documentos de Medellín, y Cristianismo y Revolución, con el debate sobre la violencia. Recuerdo, en torno al tema, aquella afirmación, el parto de una mujer entraña violencia, pero trae vida, un porvenir venturoso. Late la concepción de una violencia justa, y hay quienes se amparan en el artículo 21 de la Constitución Nacional. Como botón de muestra, en la realidad cotidiana, de la universidad, los cursos de extensión, mostraban la hilacha. Se leía:” Para graduados, alumnos avanzados y…oficiales de la fuerzas armadas”, así rezaban las gacetillas, en los transparentes del rectorado. Pelos y señales de las botas hasta en eso. Muchos de ellos, dictados por un sociólogo funcionalista, el rumano Remus Tetu, que desparramaba sus ideas secesionistas, abonadas por un pasado al servicio de los nazis. Desplegaba grandes mapas con sus teorías y los sueños de Massot el fundador del diario La Nueva Provincia y de sus nietos que daban seminarios, en la universidad, sobre George Sorel .En los años por venir,’75, Tetu, sería rector interventor, por los buenos oficios de su colega Ottalagano, y cargaría con la emblemática muerte del estudiante de ingeniería Watu Cilleruelo, de la juventud comunista. Preparaba el terreno, para la liquidación, de la Licenciatura en Economía Política, donde, muchos de nosotros, éramos alumnos. La escalada terminó con la mayoría de los docentes presos, durante la dictadura del ’76. Este nazi confeso, escribía en el diario, cuyos dueños aprovecharon el rio revuelto para sacarse de encima a los delegados gráficos: Henrich y Loyola. Una patota militar los secuestró y asesinó. Tiempo después, esa usina fascista, albergó, entre sus plumas insignes, a Martin Allica, un simpatizante de los ustachi, aquel partido nazi croata, liderado por Ante Pavelic, y que regenteó un campo de concentración, Jasenovac, por donde pasaron más de ochocientos mil víctimas.-

2 comentarios:

  1. Difícil que Martín Allica fuera simpatizante de los ustachis, porque él (como toda su familia) era miembro de la Iglesia Ortodoxa Serbia, justamente la de aquellos que habían sido víctimas de los fascistas vaticanistas croatas, especialmente en el “campo” de Jasenovac...

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    1. la informacion aunque parezca contradictoria llega por un mienmbro de la iglesia ortodoxa en Bahia Blanca que lamentablemente ha fallecido recientemente por lo cual no podriamos corroborar la aseveracion. Este miembro de la iglesia ortodoxa conocia intimamente a Martin Allica y fue el afirmo lo dicho. En esto no hay que ser lineales por las peculiaridades del nazismo en nuestro pais, pues el informante en cuestion realizaba en su casa jornadas de estudio de MI LUCHA de Adolf Hitler y eso no aparecia contradictorio con su fe. El tema hay que entenderlo en el contexto de Argentina y sus peculiaridades lo que echaria luz seria algun escrito del señor Martin Allica repudiando a los ustacha o en general al nazismo. Eso sí dificilmente hubiera sido periodiscta insigne de un diario fascista como La Nueva Provincia si tuviera aversión por todo lo que tuviera olor a nazismo. Espero que el señor Anonimo aporte documentación para aclarar el tema

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