martes, 5 de marzo de 2013

MIS PRIMEROS ZAPATOS DE CUERO.

Mis primeros zapatos de cuero Por Enrique Manson Alguna vez, Saúl Ubaldini contó cómo había conocido el mar. Alumno destacado en la escuela primaria, el futuro líder de la CGT ganó un concurso cuyo premio consistía en un viaje a la Colonia Turística de Chapadmalal, cerca de Mar del Plata. Muchas veces me tocó escuchar cómo chicos contemporáneos míos habían llegado por primera vez a los zapatos de cuero, a la pelota de futbol, a la muñeca, gracias a Evita o a Perón. Hace unos años integré un mini panel en el que se hablaba sobre el peronismo en un instituto de formación docente, ante un auditorio de estudiantes de historia, con un dirigente sindical de empleados municipales. Este dedicó toda su exposición a contar cómo su infancia, marcada por la pobreza y las privaciones, había cambiado profundamente cuando el peronismo mejoró las condiciones de las familias humildes y él –pese a que ya adulto militaba en el partido comunista- había tenido sus primeros zapatos de cuero. Mi niñez fue diferente. En una familia de clase media, compuesta por un funcionario público de mediano rango y una maestra, con sus cuatro hijos: Yo no había vivido en la riqueza, pero no había padecido privaciones. Siempre que los necesité tuve zapatos de cuero, no me faltó la pelota de futbol y, como se puede suponer, sólo mi hermana menor jugaba con muñecas. Más de una vez me pregunté, comparando mis años de escuela primaria con los de quienes recordaban aquella pelota o aquel par de zapatos, si yo había recibido algún beneficio material directo. La respuesta era que por el desarrollo de las obras sociales había viajado un par de veces a Mar del Plata y una a la Colonia de Chapadmalal, aunque no por méritos escolares, ya que supongo que no era un alumno destacado como Ubaldini. Mi adhesión al peronismo surgía de ideas y valores y se había fortalecido con el estudio. En los últimos años del siglo pasado y los primeros del XXI la catástrofe sufrida por la Argentina fue destruyendo todos y cada uno de los logros de muchos años de construcción. Especialmente de aquello que se había construido entre 1943 y 1955. Y yo sufría –como la gran mayoría- al ver que se alejaba hasta la esperanza de recuperar algo de lo perdido. Por esos años hablaba con mis alumnos, estudiantes en general de mis clases Historia Argentina del Siglo XX, y les comentaba que no iba a alcanzar a ver la recuperación de lo que se sintetizaba en la frase Una Patria Grande y un Pueblo Feliz. Los estudiantes solían consolarme diciéndome cosas como: Profe, pero usted no es tan viejo. Y el tan sonaba así, resaltado y en negrita. Y yo les contestaba, resignado, Pero no voy a vivir hasta los 100 o 120 años, y nuestra Patria no se va a recuperar antes. Sin embargo, desde un 25 de mayo de 2003 las cosas empezaron a cambiar, cuando un flaco de la Patagonia anunció que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y lo empezó a cumplir al día siguiente. Y las cosas siguieron con su mujer. Y hoy yo también puedo decir que gracias a Néstor y Cristina tuve mis primeros zapatos de cuero. Que no fueron un par: La industria recuperada, el regreso de las paritarias, la jubilación para los viejos que no se podían jubilar, la asignación por hijo, el juicio y castigo a los peores criminales de nuestra historia, la recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentina, la Unidad Latinoamericana. Y como para estrujarme el corazón y hacerme llorar a baldes en la Vuelta de Obligado, la recuperación de nuestra Historia. GB

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