martes, 5 de febrero de 2013

UN FANTASMA RECORRE LA ARGENTINA POR DEMETRIO IRAMAIN.

Un fantasma recorre la argentina
Por Demetrio Iramain


Atención: Axel Kicillof no es keynesiano sino marxista. Así lo afirma en el diario La Nación el periodista Ezequiel Burgos, autor del libro El Creyente, ¿quién es Axel Kicillof?, quien se tomó el peregrino trabajo de seguir las líneas de formación económica, investigación científica y estudio técnico del viceministro de Economía. "Cuando vos cantás que maten, ellos van y matan", decía aquel spot televisivo contra la violencia en el fútbol. Entre las constantes estigmatizaciones de la "prensa independiente" y la reacción desmedida de los tripulantes del ferry a Colonia, ¿no existirá la misma relación?

A cierta clase media-alta le molestaría menos compartir un viaje regular en barco con Alfredo Astiz que hacerlo con quien le impide cambiar por verdes dólares sus variados ingresos en negro. La derecha puede insultar groseramente a la presidenta y decir que sólo se trata de un mal chiste; una bandada de turistas for export puede hacer llorar a los hijos de un funcionario del gobierno nacional y popular cuando es descubierto solo y sin custodia, total el "periodismo objetivo" decretará al día siguiente que la intolerancia es exclusivo patrimonio de "los K". Delicias de la "libertad de expresión".

Según sostiene Burgos, el funcionario "cree, es un convencido", y si bien sabe de economía "todavía no está demostrado que sepa de política", concluye, terminante. Qué sería de este país si un marxista supiera de política y dejara de lado sus dogmas para conducirse con pragmatismo.

¿Cómo es eso de llamar "creyente" a un marxista? ¿Por qué adjetivar con un término que remite a lo religioso a un militante con altas funciones de Estado "convencido de su ciencia económica"? Si Kicillof cree que desde el Estado puede (y debe) planificarse la actividad económica, limitar el comportamiento de los mercados, priorizar algunos actores económicos por sobre otros, es porque le interesa la felicidad de los hombres ahora, el reino de los pobres en la Tierra, y no después del Purgatorio.

¿Qué diría el viejo Marx de Kicillof si el funcionario entendiera las categorías del alemán como un Padrenuestro, si obviara la filosofía de la praxis, si se comportara como un idealista y no como un materialista dialéctico? Sin dudas, que no es marxista. Burgos no puede desconocer que un buen marxista saber perfectamente que toda "verdad" política y económica tiene orígenes prácticos y un valor apenas provisional.

Si como afirma Burgos, Kicillof es crítico del Indec, entonces estará de acuerdo con la queja del Fondo Monetario. ¿O será que Christine Lagarde es marxista? Las múltiples ecuaciones del absurdo dan para todo.

En Clarín del último domingo, Van der Kooy sostiene que a la entrada de un año clave, que además será electoral, Cristina elige un "mayor encierro político e ideológico" y "se intoxica con un ideologismo que brota siempre en sus palabras, muchas veces de manera sorprendente". La derecha sabe que toda lucha política es, ante todo, ideológica, y que cuando no lo es resulta apenas una simple anécdota. Si a la filosofía del poder, si a la máquina de mandar que es el peronismo, se le suma un fuerte rasgo ideológico, guitarra vas a llorar.

Todas las filosofías –también la del "marxista" Kicillof (Dios nos libre y nos guarde)– han sido la manifestación de las íntimas contradicciones que desgarran a las sociedades del tiempo en que surgen. Un peronismo K, que resuelva por izquierda sus contradicciones internas, sus embrollos ideológicos, ibídem. He ahí la densidad, la dimensión y el sentido históricos del kircherismo. La alternativa argentina y latinoamericana de principios del siglo XXI de intentar el salto del reino de la necesidad al reino de la felicidad. No confundir: eso, mucho más que al "marxismo" extremo de Kicillof, el excesivo "ideologismo" de la presidenta, la "prepotencia" de Moreno, es a lo que tanto le teme la derecha.

05/02/13 Tiempo Argentino


GB

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