lunes, 11 de febrero de 2013

MACRI PIDE AJUSTE, POR ALBERTO DEARRIBA

Gieco le pide a Dios no regresar más a los '90 Por Alberto Dearriba Cuando Macri reclama "una política monetaria" plantea un ajuste pagado por los de menores de ingresos. Todo el Pro se sintió afectado por las críticas de Leon Giego a esa fuerza política y especialmente a su principal referente. Está claro que para un partido político no es bueno que un artista popular ande diciendo en un año electoral que determinado candidato presidencial es "un desastre" o "una piedra en el zapato". Pero eso no habilita a Mauricio Macri a sostener que lo de León es peor que el insulto de Miguel Del Sel a la presidenta de la Nación. No es lo mismo calificar a una línea político-ideológica como "un desastre" que decir que la jefa de Estado es "una vieja chota, hija de puta". Como tampoco es lo mismo aplicar el derecho de admisión en un restaurante a un periodista convertido en operador de la derecha, que gritarle al viceministro Axel Kicillof "judío de mierda" o "zurdo hijo de puta" en un transporte público en el cual viajaba con su familia. Si hiciera falta explicar por qué Gieco piensa como piensa, el propio Macri lo puso en claro pocos días después, cuando condenó el acuerdo de precios por 60 días labrado por el gobierno con los supermercadistas, con argumentos que exhiben la nostalgia de la época en que reinaba el mercado sobre el Estado. No es descabellado que un liberal opine que un acuerdo "antimercado" es "un parche". Hasta la propia presidenta de la Nación los había criticado apenas unos días atras. Con su ernome autoridad política, al mismísimo Perón le costó sostener el Pacto Social durante su breve tercer gobierno. El siempre vigilante diario Clarín, salió a señalar apenas firmado el acuerdo que ya existían góndolas desabastecidas y a poner el grito en el cielo porque supuestamente el gobierno había "prohibido a los supermercados publicitar sus "gangas". La subsecretaria de Defensa del Comsumidor, Lucila "Pimpi" Colombo, explicó que la promoción principal debería ser ahora la el acuerdo de precios, en lugar de las imaginativas rebajas semanales que finalmente no se sabe bien si son rebajas o no. Por su parte, los empresarios desmintieron que hubiese faltantes, pero es cierto que el desabastecimiento fue la respuesta de empresarios inespcruplosos: si no me dejan cobrar lo que quiero por mis productos, los escamoteo. Esa fue la experiencia en 1973-74, cuando el ministro José Ber Gelbard apuntaba a una inflación cero: precios en "negro" y escamoteo. Tal vez la única posibilidad de sostener los acuerdos esté en un efectivo control social de los consumidores, ya que los empresarios argentinos son históricamete proclives a incrementar sus rentas por la vía de los precios, en lugar de hacerlo por una mayor producción. Con altos niveles de consumo es difícil explicar porque no se invierte más para incrementar la oferta y lograr mayores ganancias. El primer peronismo reprimía esas maniobras especulativas con una faja en las puertas y persianas de los locales en los que se violaban los precios oficiales, que rezaba: "Clausurado por agio y especulación." ¡Altri tempi! Esta vez, sólo fueron precios acordados por 60 días. Sea cual fuere el resultado de la tregua, se trata sin duda de una respuesta política del gobierno a los opositores que insisten con que el gobierno "no reconoce" la existencia de la inflación y que "no quiere ni oir hablar del alza de precios". Es también una respuesta a los desprevenidos ciudadanos que, golpeados por el flagelo, acusan al gobierno de no hacer nada en lugar de cuestionar a los empresarios que son los que realmente aumentan los precios. Es obvio que la presidenta de la Nación no puede andar quejándose todos los días del alza los precios como lo hacen los consumidores, porque no haría más que echar leña al fuego. Pero no es cierto que el gobierno "no hable" de inflación, sino que ha dicho claramente que no tiene "metas antiinflacionarias". Esto quiere decir que le da prioridad al crecimieto, al consumo, al empleo y a la distribución más justa del ingreso, aunque deba pagar el costo indeseado de la inflación que corroe los ingresos fijos. El desfase es corregido luego anualmente en las paritarias y con los ajustes semestrales para las jubilaciones. El ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, desempolvó anteayer el poco original cuco del rodrigado y juzgó además que el acuerdo de precios es una jugarreta para inducir a los gremios a que pacten aumentos de salarios moderados en las paritarias. Mauricio Macri añora la "paz" de las góndolas de los '90 y oculta que los escasos corrimientos de precios en dólares se daban en un marco de menor actividad económica, de cierre de industrias y de un desempleo que llegó a ser parecido al que afecta hoy a España con un plan económico similar. Aquel plan de estabilidad –como tal, coyuntural– se convirtió en política estructural y llevó al país a la hecatombe del 2001. El jefe de gobierno porteño tiene nostalgia de los que deplora León Gieco, que además de ser un extraordinario creador popular revela tener memoria y coherencia. Que se sepa, existen hasta ahora dos estrategias para frenar la inflación: el ajuste sin anestesia y la acción política sobre los precios, a modo de acuerdo o de obligación, como lo hizo el peronismo en el pasado. Ambas han demostrado relativos éxitos y fracasos. Pero la opción ortodoxa provocó elevadísimos costos sociales. En lugar de la opción que adoptó el gobierno para paliar las remarcaciones salvajes, Macri propone "una política monetaria". En suma, como todos los neoliberales, el jefe de gobierno cree que la inflación tiene causas exclusivamente monetarias, en lugar de resultar un efecto de la puja por el ingreso, como lo cree en cambio el gobierno. Para Macri, la inflación se controla sin gasto público (salarios, inversiones públicas, planes sociales, educación) y para el gobierno la puja por el ingreso es inherente a una economía de mercado, una contradicción del sistema a la cual sólo se le puede oponer la política, el estado, si no se quiere provocar recesión y exclusión social. Macri dice que hay que terminar con "el despilfarro", lo cual es sinónimo de acabar con los planes sociales, los aumentos salariales y la elevada inversión, mientras que para el kirchnerismo son herramientas básicas de su plan económico En suma, cuando Macri reclama "una política monetaria" no está haciendo otra cosa que plantear un ajuste que sea pagado por los sectores de menores de ingresos por la via del ajuste. Como en la Argentina de los '90, esta receta neoliberal produce hoy en Europa muerte, desazón social y pobreza. En esto, el jefe de gobierno es tan coherente como León Gieco cuando dice que Macri "es lo peor que le pasó a la política argentina de los últimos años". El hombre que aspira a gobernar la Argentina cree en la teoría del derrame, que sostenía en los '90 que había que privatizar, desregular y liberalizar la economía, para que pudiera crecer y derramar felicidad sobre todos los sectores. León sabe que no cayeron ni migajas de la mesa de los ricos y recuerda en cambio que aquello terminó en un estallido de miseria que sólo pudo ser reparado por la intervención del Estado. La virulencia del debate no debe asustar ya que es propia de los procesos de cambio en los que unos pierden y otros ganan. Sólo se trata de actuar con memoria y en defensa propia. Lo inaceptable es el insulto. 10/02/13 Tiempo Argentino GB

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