martes, 5 de febrero de 2013

LA DERECHA CHABACANA POR JORGE MURACCIOLE

La derecha chabacana y algo más
Por Jorge Muracciole

Hay un dicho que afirma que el humor de


 
La derecha chabacana y algo más
Por Jorge Muracciole

Hay un dicho que afirma que el humor de un pueblo de alguna manera lo define en su idiosincrasia. Por suerte hay humoristas que no identifican con su humor a toda una sociedad. Pero expresan la cosmovisión de un sector significativo de la misma. Este es el caso del humorista devenido en político José del Sel, quien consecuente con su particular manera de ver el mundo, y el lugar que en él ocupa la mujer, expresó sin tapujos su verdadero talante misógino, y su pobreza conceptual al tomar como una simple humorada la puteada a la presidenta constitucional de los argentinos.

Verificar que la sutileza no es un atributo de su humor simplón y chabacano no es una novedad. Lo sorprendente es que el otrora admirador del presidente privatizador Carlos Menem hoy pueda arrogarse el privilegiado lugar de fiscal del funcionariado kirchnerista, afirmando que "estos muchachos se están robando todo". Calificar de "vieja chota" y de "hija de puta" a la máxima autoridad de la democracia argentina no sólo habla de los niveles de violencia discursiva del soez cómico, sino que da cuenta de la estatura humana del último candidato a gobernador del PRO por la provincia de Santa Fe. El susodicho confunde la crítica aguda con el exhabrupto facilista. Pero más allá de esta mugre discursiva, que desnuda no sólo la intolerancia sino también la pobreza argumental del ex Midachi, lo realmente significativo ha sido la minimización de la ofensa pública del cómico por parte de los máximos referentes del PRO.

El jefe de Gabinete porteño Horacio Rodríguez Larreta salió en su defensa al afirmar que "Miguel ha sido uno de los humoristas más divertidos y más graciosos del país", restándole importancia al hecho. Luego de un silencio de días, el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri reforzó las palabras de su compañero de partido y afirmó que "Miguel del Sel hizo un chiste, se equivocó y pidió disculpas, esto demuestra su hombría", quedando en claro que los dichos del aprendiz de político Miguel del Sel no escandalizan ni avergüenzan institucionalmente al principal agrupamiento de la oposición de derecha. Y explican toda una concepción machista de la tradición del conservadurismo en Argentina que se ha expresado en distintos momentos históricos, desde la oposición flagrante a las sufragistas de las primeras décadas del siglo XX, hasta la pertinaz campaña de desprestigio contra Evita en vida, y la miserable consigna pintada en las paredes porteñas por la derecha gorila de "viva el cancer" en plena agonía de la abanderada de los humildes.

Pero los ecos de la miserable humorada también nos abren distintos interrogantes: por qué pueden arribar con tanta facilidad a la política argentina, y presentarse como candidatos a gobernador o diputados, personajillos de tan precaria estatura ética y política. En principio habría que entender que este no es un fenómeno local. En distintas latitudes del mundo contemporáneo, en países centrales o periféricos, actores, deportistas y hasta humoristas han ocupado el lugar de los políticos y paradójicamente con un discurso denostador de la actividad política como herramienta de transformación. Otro interrogante es el origen de las razones por las cuales un sector significativo de las sociedades apuesta con su voto a alguien de escasa idoneidad en el arte de gobernar, como si en el manejo de la cosa pública no se necesitara un saber hacer; o algo aun más grave, al creer que con buenas intenciones y carisma se puede suplir el complejo aprendizaje de la ciencia política.

Es indudable que una de las razones que fundamentan este fenómeno hunde sus raíces en la crisis de representación de las democracias formales, y las transformaciones operadas en las últimas décadas en la llamada emergencia de la sociedad del espectáculo. Este fenómeno que invade la vida privada de la ciudadanía en sus hogares y transforma el acontecer público de las sociedades se conecta con la incidencia de los mass media en la agenda de la opinión pública. Y transforma un éxito artístico o deportivo con sus redes identificatorias con el común del tele-ciudadano en un puente legitimador de acceso al mercado electoral. En esta suerte de desnaturalización del hacer político, el rating, el éxito o llegada eclipsa cualquier otra virtud de personajes que son catapultados por el dispositivo comunicacional en su provecho. De esa forma el establishment económico y el poder constituido invierten en estos novedosos referentes, dotándolos de discursos ligados a un sentido común pacato y prejuicioso, ese que tan bien manejó históricamente el conservadurismo popular.

La intrascendente densidad política de la figura del cómico Miguel del Sel, y su puteada mediática, nos tendría que servir para analizar un poco más allá del chiste soez y las justificaciones de los PRO hombres de la derecha argentina.

Infonews
GB

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