lunes, 25 de febrero de 2013

LA AMENAZA CAMPERA

Amenazas que buscan torcer el rumbo Por Guillermo Hang y Ana Paula di Giovambattista En los últimos días, los dirigentes de las entidades rurales más fuertes y ricas del país han lanzado una serie de amenazas al gobierno nacional, consistentes en un potencial cese de comercialización de los granos, como ya ocurrió durante el año 2008. En su ideario, el gobierno los estaría empujando a tomar dichas acciones porque no gozan de la libertad de comercializar los granos a su voluntad, la rentabilidad estaría cayendo para la mayoría de los productores y la AFIP los estaría hostigando para callarlos. Resulta difícil entender cómo un productor en una situación desesperante acompañaría dicho lockout en un momento en que los precios internacionales se mantienen elevados. Si realmente el nivel de desesperación fuera el que aducen, pareciera ser más razonable aprovechar el momento de buenos precios y dejar las protestas para cuando hayan concluido sus ventas. Como dijo el titular de Coninagro, "el que propone no vender soja por un mes no vive del campo". O en tal caso, si lo hace, tiene tanta riqueza acumulada que no le importa arriesgarse a una eventual caída de los precios internacionales, que se caracterizan por ser extremadamente volátiles. ¿Cómo interpretar esta estrategia patronal? Presentaremos primero algunos datos con la intención de explicar este aparente contrasentido. En un artículo publicado recientemente en la página web Economía del Bicentenario, realizamos algunos cálculos sobre la rentabilidad de la soja para la región más productiva –la zona núcleo del norte bonaerense y el sur santafecino– y para la de menores rindes, Santiago del Estero. Del análisis, se deduce que la rentabilidad del sector (calculada como margen bruto/capital circulante) se encontraba muy por encima de la rentabilidad promedio de la economía, siendo positiva aún en años afectados por fenómenos climáticos (2009 y 2012). Esto no implica que no puedan existir casos de productores que han sufrido pérdidas, sino que el sector en conjunto es rentable incluso en las malas campañas. En los años prósperos, los productores de la zona núcleo que son propietarios pueden llegar a obtener tres veces lo invertido. Vale la pena remarcar que los cálculos se hicieron en base a información publicada por la revista Márgenes Agropecuarios y la Compañía Argentina de Tierras, fuentes reconocidas del sector. Otros datos relevantes a tener en cuenta son la superficie implantada de soja y el precio de la tierra (en dólares), que muestran incrementos notables, de 278% y 550% respectivamente. Esto provocó que la hectárea en la zona núcleo alcance valores del orden de los U$S 17 mil. Una actividad en crisis debería evidenciar una disminución en la superficie destinada a su producción y en el valor de la tierra. Por eso, planteamos que el fin que persiguen los productores es interrumpir las ventas para sumar tensiones al mercado cambiario y lograr una devaluación, que aumentaría fuertemente sus ingresos en pesos, moneda que utilizan para solventar sus costos, determinando una regresiva redistribución de ingresos desde los asalariados hacia el campo. Ya durante 2012,la estrategia de los productores consistió en posponer las ventas, aún en presencia de precios récord, a la espera de una mayor tasa de devaluación, del relajamiento de los controles para la adquisición de moneda extranjera o simplemente, como una forma de atesoramiento poco convencional atada a la evolución del dólar. Este comportamiento es comprensible desde la lógica económica de un productor que busca incrementar su patrimonio. La gran diferencia es que ahora buscarían coordinar las acciones que antes realizaban individualmente, evidenciando la voluntad de torcer el rumbo que democráticamente han elegido el 54% de los argentinos. Para concluir, una última aclaración. Aunque el lockout podría afectar seriamente la balanza comercial y el tipo de cambio, esto no quiere decir que la soja sea una bendición para el país y que los altos precios de la misma constituyan un “viento de cola." Contrariamente, los altos precios internacionales han contribuido enormemente a generar presiones inflacionarias, al menos por dos vías: por el aumento general en el precio de la tierra y los arrendamientos y por la menor oferta disponible de otros productos agropecuarios desplazados por la soja, que hoy ocupan una menor área productiva y de menor calidad. Adicionalmente, si bien la soja en la actualidad constituye uno de los productos de exportación que más contribuye a la generación de divisas, no es claro que una caída en su producción no pueda ser compensada por un mayor ingreso de divisas derivado de la exportación de otros productos agropecuarios. La política de "retenciones móviles" pretendía morigerar los impactos inflacionarios del crecimiento de los precios internacionales de la soja, limitando la superficie implantada de este cultivo, generando menores rentas de la tierra y disminuyendo el costo de oportunidad de producir soja. En conjunto, intentaba brindar mejores condiciones relativas para cultivos alternativos, deteniendo la "sojización". Claro que fue catalogada como una política para "hacer caja" por los grandes medios monopólicos y las entidades rurales. Los tiempos políticos determinarán el momento más adecuado para volver a discutir las alícuotas de los derechos de exportación, hecho necesario para profundizar la diferenciación cambiaria sectorial. El esquema de tipos de cambio sectoriales múltiples resulta una herramienta fundamental para dejar atrás la estructura productiva desequilibrada característica de la Argentina y permite superar, como decía Diamand, la falsa antinomia entre campo e industria. 25/02/13 Tiempo Argentino GB

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