domingo, 17 de febrero de 2013

ECUADOR POPULAR Y REVOLUCIONARIO

Ecuador: “La ofensiva del capital y las transnacionales es muy fuerte” Por Felipe Deslarmes sociedad@miradasalsur.com Formado. De niño no tenía acceso al agua potable. Luego, pudo estudiar Ingeniería en gerencia y liderazgo en la Universidad de Quito. Luis Andrango Cadena, el presidente de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras, explica por qué su organización sigue dando apoyo “crítico” al presidente Rafael Correa en estas elecciones. Luis Andrango Cadena tiene 33 años, es un joven indígena kichwa, proviene de una comunidad indígena llamada Turucu, que significa “lugar húmedo” y que está ubicada en el cantón Cotacachi, provincia de Imbabura, al norte del país. Tiene un hijo de diez años y es viudo. Su padre es también originario de Turucu, es ecuatoriano; su madre es mexicana. Los padres se conocieron gracias a una beca de él para estudiar en México. Luis es el mayor de tres hermanos. “Mi niñez –dice Andrango Cadena a Miradas al Sur– se desarrolló en el marco de convivencia y práctica comunitaria. Recuerdo que donde vivíamos no teníamos energía eléctrica ni servicio de agua potable. Fue justamente la organización comunitaria a través de la minga (trabajo comunitario) que logramos conseguir estos servicios básicos. Entre los recuerdos más dolorosos tengo presente el racismo del sistema educativo formal. Muy fuerte. Por eso, los jóvenes empezamos a organizarnos para defendernos, pero también para empezar a trabajar por recuperar nuestras prácticas culturales”. Así empezó su vínculo con el grupo de jóvenes llamado Tacujic (un taller cultural de jóvenes indígenas de Cotacachi) que siempre estuvo ligado a la organización cantonal llamada Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi (Unorcac), que agrupa a las 45 comunidades de Cotacachi. Luego fue a la Universidad de Quito donde estudió Ingeniería en Gerencia y Liderazgo y se vinculó al proceso de articulación de jóvenes de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas Indígenas y Negras de Ecuador (Fenocin), la expresión nacional de la Unorcac. “En Fenocin empecé colaborando con los procesos de formación de jóvenes que desarrollaban las organizaciones; después asumimos la responsabilidad de todos los procesos de formación que desarrollaban las organizaciones y finalmente, en 2008, me eligieron como presidente nacional de Fenocin”, cuenta Andrango Cadena. –¿Cómo se componen los movimientos campesinos e indígenas del Ecuador? –En Ecuador, hay un origen del movimiento campesino vinculado a los partidos de izquierda y los sindicatos de trabajadores, y otro origen, de los movimientos indígenas en permanente resistencia, que estuvieron siempre inspirados por los movimientos eclesiales de la Teología de la Liberación, cuyo referente en Ecuador fue monseñor Leónidas Proaño. En este contexto, tenemos dentro del movimiento indígena a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), una organización muy fuerte vinculada a las reivindicaciones étnicas, un referente continental en la lucha contra las políticas neoliberales. Luego, la Conaie está vinculada al movimiento electoral Pachacutik (Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik-Nuevo País). Está también la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin), una combinación de las luchas campesina e indígena. Su principal identidad está en la lucha por la reforma agraria y la construcción de la soberanía alimentaria y la interculturalidad. Por su composición, está vinculada al Partido Socialista ecuatoriano. El Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicas del Ecuador (Feine) es una organización de indígenas evangélicos; sus principales luchas están vinculadas a la defensa del sistema intercultural bilingüe y la libertad de credo. Dentro del movimiento campesino está la CNC Eloy Alfaro, organización que nuclea a los campesinos que están dentro del Seguro Social Campesino; la Federación Nacional de Trabajadores Agroindustriales, Campesinos e Indígenas Libres del Ecuador (Fenacle), una organización que aglutina a los asalariados agrícolas que trabajan en las grandes plantaciones de banano y floricultoras. Sus principales reivindicaciones están vinculadas al trabajo digno y la sindicalización laboral. –¿Cómo se han posicionado frente al gobierno de Correa? –En el año 2006, tanto Fenocin, como Fenacle y la CNC Eloy Alfaro firmaron un acuerdo programático y político y resolvieron apoyar la candidatura de Rafael Correa. La Conaie por entonces postuló un candidato propio, pero en la segunda vuelta apoyó a Correa. En la medida que avanzó, la Conaie empezó a ser crítica, principalmente en oposición a la promoción de la actividad minera en Ecuador y sus efectos en las zonas indígenas. Terminó asumiendo un lugar de oposición. Por nuestra parte, Fenocin reclama el cumplimiento del Acuerdo Patriótico y de la reforma agraria; por esto ahora damos apoyo crítico. Fenacle y CNC siguen respaldando incondicionalmente al gobierno actual y lo consideran un gobierno revolucionario. En general, creo que ha sido muy difícil para las organizaciones sociales posicionarse frente a un gobierno que reivindica en el discurso sus luchas históricas y que ha demostrado una postura internacional de soberanía e integración latinoamericana; pero en nuestro país, la ofensiva del capital y las transnacionales es muy fuerte. Como la mayoría de gobiernos progres, han definido una política de ayuda social muy fuerte y un modelo de desarrollo endógeno. Sin embargo, aún no logran superar las políticas clientelares y enfrentar los problemas estructurales e históricos de nuestra realidad latinoamericana. –Sin embargo, no pueden negar la lucha contra el neoliberalismo... –Sin duda... El movimiento popular ecuatoriano arrastraba una derrota tanto organizativa como ideológica después de la aplicación y el fracaso de las propuestas del socialismo y del comunismo luego de la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, el movimiento indígena logró convertirse en el mayor referente de lucha y movilización contra las políticas neoliberales, que caló hondo en la sociedad ecuatoriana. Esto lo convirtió en un referente político y organizativo. En 2006, deciden pasar de la resistencia a la disputa por el Estado a través de movimientos políticos propios que llegan a gobernar. Lo de Lucio Gutiérrez fue una experiencia traumática para el movimiento indígena, una verdadera traición. Sin embargo, la lucha continuó y logramos enfrentar las políticas de privatización de los sectores estratégicos del Estado: logramos que no se firmaran ni el ALCA ni el TLC, logramos una posición crítica a sus políticas de endeudamiento y ajuste estructural. También logramos posicionar la necesidad de una Asamblea Constituyente que generó las condiciones de una sociedad muy adepta a las tesis progresistas con las que llegó Correa al poder. –¿Cómo fue la lucha por conseguir ser un país libre de transgénicos? –Uno de los grandes logros del movimiento campesino e indígena ecuatoriano fue lograr posicionar a la soberanía alimentaria como el horizonte político para la agricultura. Esto se logró en el marco de la construcción de la nueva Constitución del Ecuador, en el año 2008, gracias a la movilización de los sectores campesinos. Conseguimos que en la Constitución se prohibiera el uso de semillas y cultivos transgénicos. El gran problema es que no se logró bajar de postulados constitucionales a prácticas de políticas públicas. El mismo gobierno ha reconocido su deuda agraria y la imposibilidad de cambiar las formas de explotación y despojo al campesinado. Ahora el riesgo más grande está en la posibilidad de que el presidente vuelva a reformar la Constitución, permitiendo el uso de transgénicos para elevar el nivel de producción. Si es así, marcará un escenario de lucha y enfrentamiento. –¿Cómo caracterizaría al actual modelo agrícola ecuatoriano? –Ecuador es un país netamente agrícola, el 65% de la producción de alimentos proviene de los pequeños campesinos e indígenas. Sin embargo, el 68% de las tierras cultivables están dedicadas a la producción de monocultivos para la exportación: banano, flores, palma, caña de azúcar. El alto porcentaje de concentración de tierras en pocas manos y la privatización de las fuentes de agua son el mayor problema de la situación agraria del país. Un elemento central de orientación en las políticas y objetivos del movimiento campesino está dado hoy por la CLOC y Vía Campesina. Es lo que nos permite mirar con claridad la disputa del proyecto de agricultura empresarial frente a la resistencia y la lucha por una vía campesina. Es nuestra lucha por la vida. Historia del movimiento indígena ecuatoriano Por Felipe Deslarmes sociedad@miradasalsur.com “…hay períodos en que los movimientos sociales, a solas consigo mismos, sistematizan sus recuerdos, retejen sus redes asociativas, expresan culturalmente su nueva rebeldía, construyen nuevos objetivos políticos y nuevos repertorios de lucha.” Gabriel Salazar, La historia desde abajo y desde dentro En la tierra con mayor cantidad de ríos por metro cuadrado, el idioma oficial es el español, pero tiene el kichwa y el shuar como lenguas de vinculación social entre las culturas. Ecuador tiene una superficie de 283.561 km² (incluidas las islas Galápagos) y un total de más de 15 millones de habitantes, según constató el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en 2012. En Quito, la ciudad capital, viven 2.239.191 personas; Guayaquil la supera: 3.250.915. Los primeros registros de asentamientos humanos donde hoy es territorio ecuatoriano tienen cerca de 13.500 años. La conquista española ocurrió en 1534. Los conquistadores utilizaron los asentamientos indígenas como base de las nuevas ciudades mestizas, y la estructura social preexistente para someter a los pueblos originarios. Tres siglos después vinieron las luchas por la independencia –incluida la de La Gran Colombia (1830)– y los primeros intentos de organización del país. Con la Revolución de Juliana (1925) se iniciaría una etapa que marcaría la historia ecuatoriana del siglo XX con transformaciones en la construcción de un Estado nacional, con democracias controladas por militares o directamente con golpes de Estado hasta 1979. Luego de años de conflictos limítrofes, en 1988, con el socialdemócrata Rodrigo Borja Cevallos, el movimiento indígena logró la distribución de 1.700.000 hectáreas a las comunidades autóctonas, el mismo gobierno que impulsó la alfabetización y la educación bilingüe. Sin embargo, en 1992 volvieron al poder los estratos socioeconómicos históricos con un gobierno conservador que iniciaría una etapa de privatizaciones y ajustes. Como corolario, Ecuador se alejó de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en el momento de su mayor producción petrolera. Todos esos vaivenes serían atravesados por los movimientos sociales en acciones de resistencia, de denuncia y también de propuestas, como ocurrió con el movimiento campesino en las décadas de 1950 y 1960, con los movimientos estudiantiles de los ’70, con el movimiento obrero en las décadas del ’70 y ’80; con la resistencia del movimiento indígena en los años 1990; y con una mayor movilización urbana desde entonces, como las que en 1997 llevaron al Congreso a destituir por “incapacidad mental” a un presidente (Abdalá Bucaram), y a modificar la Constitución de 1979. Una huelga general y movilizaciones indígenas en rebeldía fueron el movimiento que eyectó a otro presidente el 21 enero de 2000 (Jamil Mahuad) por acusaciones de corrupción, por la grave crisis económica y la quiebra masiva del sistema financiero ecuatoriano –el gobierno de Mahuad había adoptado el dólar estadounidense como moneda corriente el 9 de enero– en tiempos de una brusca caída de los precios internacionales del petróleo. Y esa caída siguió: un vicepresidente (Gustavo Noboa) que acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para fortalecer la dolarización y la construcción de un oleoducto para duplicar la exportación de crudo, principalmente a Estados Unidos; un ex coronel (Lucio Gutiérrez), que ganaría las elecciones presidenciales realizando alianzas con movimientos indígenas, para traicionarlos al asumir dirigiendo el gobierno según intereses norteamericanos (hasta que en 2005, en medio de revueltas en Quito, sería destituido por el Congreso). Las revueltas eran protagonizadas principalmente por las clases medias, a las que tildaron de “forajidos”. Asumió su vice (Alfredo Palacio), y en las elecciones de noviembre de 2006 fue elegido Rafael Correa, que en 2007 impulsó una Asamblea Constituyente, que promulgaría la nueva Carta Magna, vigente desde octubre de 2008. Las elecciones de hoy definirán la continuidad de Correa en el gobierno. Los hijos del maíz cuentan mil inviernos Por Sociedad sociedad@miradasalsur.com Los días 15, 16 y 17 de marzo de 2013, en la provincia del Guayas, se celebrará el XI Congreso Nacional de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin), que de forma conjunta realizará la Iª Asamblea de Mujeres y la Iª Asamblea de Jóvenes. Según señalan en su proclama, “a los 45 años de lucha, resistencia y vida organizativa, inspirados en nuestras compañeras y compañeros históricos como Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, Rafael Perugachi, Alejandro Tacuri y Mardoqueo León, hemos empezado con mucha mística, el proceso de construcción colectiva de nuestro XI Congreso Nacional, en un contexto de avance del modelo del agronegocio, de saqueo de los bienes naturales y de criminalización a campesinas, campesinos, indígenas, montubios y negros. Alzamos nuestras voces y nuestros puños en nuestra lucha incesante por la tierra, el agua y la soberanía de nuestros pueblos”. Los organizadores llaman a participar en lo que definen como un encuentro “masivo, autónomo, participativo, de formación, intercambio y edificación de agenda y de propuesta ideológica, política y organizativa de corto, mediano y largo plazo”. Según señalan, buscan así generar un espacio de discusión y debate para fortalecer la participación y organización en nuestras bases; profundizar la formación sociopolítica de sus dirigentes y militantes, con plena inclusión de las mujeres y jóvenes; establecer alianzas para los desafíos de esta etapa en pos de elaborar una agenda agraria de movilización e incidencia; y fortalecer la solidaridad de clase y el internacionalismo. Y concluyen: “Somos hijos del maíz, constructores de surcos y de sueños y aunque somos un país pequeño ya contamos con más de mil inviernos, un millón de manos floreciendo en la tarea interminable de sembrar de abril a mayo, labrando, sembrando tapiscando, desgranando, almacenando para la guerra y la paz. Hay que sembrar la tierra, compañeros y compañeras, hay que sembrar el nuevo maíz, la nueva patria que crece con la sangre de los héroes y los mártires, seremos más nuevos, maíz nuevo”. 17/02/13 Miradas al Sur GB

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