martes, 18 de diciembre de 2012

GRUPOS DE TAREAS Y GRUPOS DE PALABRAS. POR ENRIQUE MASLLORENS.

De los "grupos de tareas" a los "grupos de palabras"
Además de personas, secuestraron palabras, identidades, argumentos, realidades.

Por Enrique Masllorens

El concepto "grupo de tareas" dejó su marca indeleble en el alma de nuestro pueblo. Sin más, remite a lo ominoso, a lo pretendidamente oculto que trasciende para sembrar el terror y multiplicar su efectividad. Precisamente lo siniestro del dispositivo estuvo en el calculado efecto dominó sobre los ciudadanos por la posibilidad de que casi cualquiera pudiera estar en la mira de los asesinos. Se destruyeron así muchos lazos solidarios, se instaló la desconfianza en el prójimo y el silencio impuesto y autoimpuesto carcomió las entrañas, aun las de los indiferentes.

Nada de esto hubiera sido posible sin la complicidad activa y conducente de los medios dominantes y sus satélites. Clarín, La Nación, y las editoriales Atlántida y Perfil, entre otros, fungieron de voceros y propagandistas del horror y la entrega de nuestro país. Además de personas, secuestraron palabras, identidades, argumentos, realidades. Convirtieron la verdad en un género flexible y lo hicieron utilizando el arte de suprimir y reducir. Así, todo opositor, todo sospechoso, todo aquel que no acordara con el discurso oficial reflejado en esos medios adictos y venales o aquel que se opusiera al despojo de sus empresas, o fuera un docente o catequista en un barrio pobre o una madre que buscaba a su hijo o un delegado de base o un combatiente contra la dictadura en ejercicio de sus derechos constitucionales, era meramente un delincuente subversivo. Y aunque no es el tema central de esta columna, no deberíamos olvidar el aporte a este clima de censura autocrática de las decenas de representantes del radicalismo, del desarrollismo y del socialismo que ocuparon intendencias y embajadas de la dictadura. Y que los peronistas nos llevamos la peor parte.

Ayer como hoy, los sectores del privilegio que se oponían y se oponen a las transformaciones a favor de los más vulnerables y a nuestra emancipación y soberanía, operan sobre las conciencias imponiendo conceptos estancos, jibarizando el lenguaje, machacando con calificativos que a fuerza de repetición anulan el entendimiento y empobrecen la lógica discursiva.

Guillermo Saccomano en su excelente Un maestro (Editorial Planeta) transcribe las palabras de un maestro italiano en la posguerra: "El patrón tiene miles de palabras para expresarse. Y ustedes apenas algún centenar. Mientras ustedes no tengan las mismas palabras que el patrón, el patrón siempre los va a dominar."

El efecto deletéreo sobre las neuronas de la estrategia que comanda el patrón Magnetto, lo vemos a diario en boca de algunos que reconociendo que están mucho mejor que hace nueve años, despotrican y repiten las consignas. Luego de las manifestaciones de odio de septiembre y noviembre, esta ausencia de palabras y de argumentos se patentizó con la gran cobertura de Cynthia García para la TV Pública el 8 de noviembre. Aun con un clima agresivo y adverso, se ocupó de entender el trasfondo y las razones de los manifestantes. No pudo encontrar a nadie que pudiera escaparse de las pocas palabras que los medios dominantes les han dejado para interpretar e interpretarse.

Empecemos con un clásico: el relato. Según esta descalificación todo lo que realmente sucede y se expresa en obras y ampliación de derechos, es un relato inventado por el gobierno. Y si los curas villeros expresan una docena de realidades tangibles a favor de los humildes, se suprime la información y se insiste en que es puro cuento. Si hasta una política votada transversalmente, como la Asignación Universal por Hijo, es denostada como un subsidio a la vagancia, o como dijo el discriminador senador Ernesto Sanz de la UCR, el dinero se va por la canaleta del juego y la droga.

La "escribanía de gobierno" como nominan al oficialismo en el Congreso, es otra manera de ocultar su desprecio por las opiniones de los representantes de la mayoría. Todo argumento o explicación es calificada como ataque o embestida. Tomar decisiones –que para eso está el Poder Ejecutivo– es convertido por los dueños de las palabras, en confrontación o autoritarismo. Los intelectuales y periodistas que no opinan como ellos son K y son comprados.

En cambio sus amanuenses son independientes y desinteresados. Los dueños de un monopolio mediático y de producción de papel prensa, que no tiene parangón y que no podría existir en ningún país serio y democrático, tienen el descaro de tratar de imponer que el 80% de los medios y licencias están en manos del gobierno.

Hacer viviendas, dar salud, hacer cloacas, darle computadoras conectando igualdad a todos los pibes, ceder terrenos ociosos y dar créditos blandos para nuevos hogares es clientelismo y demagogia. Tratar de revalorizar nuestra moneda nacional y defender nuestras reservas es "cepo al dólar". Exigir estar dentro de la ley y con los impuestos al día es "restringir la salida del país". Cumplir el mandato popular es "dictadura de las mayorías". Disentir es persecución. Los dirigentes sociales son piqueteros. Un patriota como Guillermo Morenos es reducido a "polémico". Escucharlo al dueño de La Nación, Bartolomé Mitre, decir que el gobierno no tiene legitimidad de gestión no merece reproches de los "defensores de la República". Intentar democratizar a la justicia es un avance sobre otro poder. Y así tanto reduccionismo y lavado de cerebros vomitado a repetición y sin vergüenza.

Para el final, otro clásico: la "soberbia" de la presidenta. Está claro que la mayor dificultad con que se enfrentan estos secuestradores de palabras es la riqueza argumental, la claridad expositiva, su llegada al alma popular y la hondura de sus razones e informaciones. No tienen manera honesta de rebatirla. El piso es demasiado alto y Cristina suma profundidad y sencillez en sus exposiciones. Rescata de su cárcel a las palabras que ellos quieren escamotear.

Argumentar es la tarea.

18/12/12 Tiempo Argentino

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