martes, 20 de noviembre de 2012

PERONISMO Y CONSUMO, OPINION.

Los obstáculos subjetivos del ideal consumista
El peronismo no sólo revolucionó el patrón de acumulación sino también la pirámide distributiva.

Por Jorge Muracciole

Las cifras estadísticas en materia de standard de vida y condiciones de existencia de la inmensa mayoría de los habitantes de los países periféricos del mundo contemporáneo han sido elocuentes durante décadas. Mientras el llamado círculo virtuoso keynesiano llegaba a su plenitud a mediados de la década de los setenta en los países centrales del sistema capitalista, salvo raras excepciones como el caso argentino, la inmensa geografía humana de la América India, se caracterizaba por inmensos bolsones de pobreza y una profunda fractura social en relación a la élites enriquecidas y la multitud que malvivía de sus trabajos. En esa historia, la singularidad de la experiencia argentina estuvo signada por el peronismo, que revolucionó no sólo el patrón de acumulación sino la pirámide distributiva, dándole factibilidad a las históricas demandas obreras del sindicalismo de comienzos de siglo, hegemonizadas por corrientes de origen socialistas y libertarias, generando la posibilidad inédita en Sudamérica de la gestación de una movilidad social ascendente cuyo efecto fue la consolidación de una próspera clase media que hizo posible el sueño de la inmigración europea y su apotegma "mi hijo el doctor".

La paradoja de esta suerte de constelación de asalariados, pequeños comerciantes y nuevos profesionales gestada a fines de la década de los cuarenta y consolidada en los cincuenta y sesenta, es que los hijos y nietos de esos obreros manuales devenidos en sectores medios fueron a lo largo de las mutaciones propias del capitalismo de producción al actual capitalismo de consumo, conformando un imaginario más cercano a las pautas de consumo que a las antiguas identidades propias del mundo del trabajo.

Este fenómeno propio de la sociedad capitalista a escala global, no es ajeno a nuestra realidad. El ideario del consumismo como religión del ciudadano contemporáneo, en la singularidad de los países periféricos (entre ellos la región latinoamericana), se mezcla con un significativo sector de sus poblaciones instaladas desde hace décadas en las pautas propias del subconsumo.

Este cóctel esquizoide construido por el neoliberalismo y reforzado por la publicidad indiscriminada canalizada por los medios de comunicación de masas, con un incremento exponencial en las últimas décadas hegemonizados por la lógica financiera, produce efectos aún no cuantificables en la vida en sociedad. Pautas culturales equívocas basadas en la posesión de productos de tecnología de punta como celulares, netbooks, notebooks o tablets distorsionan la idea de progreso social, afincada en las trayectorias laborales o en el ascenso social por el crecimiento formativo a través de un laborioso proceso educativo de años.

Poder encontrar un equilibrio entre el desarrollo tecnológico y el basamento ético de una sociedad y entre los niveles de consumo y la conciencia social de sus ciudadanos es la asignatura pendiente más preciada en el capitalismo contemporáneo, y especialmente en su vertiente especulativa financiera, donde los golpes de mercado, el crecimiento e implosión de las burbujas inmobiliarias, las subas desmedidas de las materias primas en una suerte de timba financiera, terminan instalando una lógica cortoplacista propia del devenir financiero, haciendo trizas la antigua cultura del trabajo. En ese escenario individualista, heredado de décadas pasadas del "sálvese quien pueda", apostar a un instituyente social inclusivo, solidario y equitativo que confronte con una cultura instituida signada por prácticas especulativas ajenas a la construcción colectiva, es el desafió de los próximos años para los gobiernos del subcontinente americano en articulación con los movimientos sociales y políticos paridos por las crisis recurrentes de la debacle neoliberal.

Debatir sobre el proyecto de desarrollo con inclusión como alternativa a la colonización cultural del elitismo neo-liberal, es trascender la matriz desarrollista impregnada de consumismo pacato, que ha implosionado en otras latitudes como la vieja Europa: entender que el progreso humano no es meramente una exacerbación del consumismo; y el bienestar de una sociedad, no es necesariamente una cuestión de acumulación de objetos, sino un proyecto que permita el desarrollo material e intelectual de todos y cada uno de sus miembros.

20/11/12 Tiempo Argentino

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