viernes, 16 de noviembre de 2012

PERONISMO Y ANTIPERONISMO, OPINION.

Elogio del conflicto
El conflicto peronismo vs. antiperonismo sigue latente y es central en la vida política argentina.

Por Enrique Masllorens

Desde aquella malhadada campaña de fines de 1975 que pontificaba que "el silencio es salud" mezclando de forma nada inocente la conveniencia de bajar los decibeles para no ensordecernos con la recomendación implícita de callarnos ante los crímenes de la Triple A, pasando por la larga noche de la dictadura cívico-militar genocida, el establishment ha procurado siempre licuar y ocultar bajo la alfombra las tensiones y conflictos de la sociedad. Lo habían ensayado burdamente en 1955 con la Revolución Fusiladora y con la anuencia y complicidad de los "republicanistas" radicales, comunistas, conservadores y socialistas, prohibiendo la mención de Perón y Evita en publicaciones o actos públicos y proscribiendo durante 18 años al Movimiento Peronista.

A fuerza de "caños", huelgas y actos relámpago, la Resistencia Peronista y las luchas de los '70 por el Perón Vuelve, revelaron las grietas de tamaño proyecto inquisidor y de censura demostrando una realidad que ya lleva 67 años de memoria inalterable de sentimiento y razón popular: el conflicto peronismo-antiperonismo sigue latente y es central en la vida política argentina. Reducir la contradicción a izquierda versus derecha no abarca ni define el conflicto en su totalidad.

La corte de los autodenominados progresistas acompañando a las patronales agrarias, a los caceroleros ombliguistas, a objetores de la Ley de Medios y hasta de sacarle el cuerpo a la ampliación de derechos electivos a los pibes de 16 y 17 años, revela que el punto nodal del conflicto contemporáneo se inició el 17 de octubre de 1945 y permanece inalterable. La traición conservadora del menem-duhaldismo, indultando genocidas, entregando el patrimonio nacional, besando al almirante Rojas, desguazando el Estado y evitando enfrentamientos con los poderes fácticos fue un exitoso proceso de coptación cuya esencia neoliberal continuó con la Alianza y explotó a fines de 2001.

Y desde que Néstor y Cristina se hicieron cargo del gobierno levantando y concretando las banderas que llevaron a Perón al poder, el conflicto se expresa cada vez más crudamente.

Detrás de las apelaciones y demandas de desarticular los conflictos y presionar por consensos contra natura, se enmascara el verdadero objetivo de impedir las transformaciones y mucho más, la profundización del camino emprendido.

Los conflictos en las sociedades democráticas son el motor del progreso social y sirven para develar los sentimientos de hostilidad latentes y cautivos de un orden que se pretende vacío de contradicciones. Ocultar los rechazos y los antagonismos solamente beneficia a los defensores del orden conservador. Una ciudadanía anómica que no ponga en escena sus desacuerdos no puede lograr integración social. Renunciar al mandato popular y a la consolidación de los cambios de matriz político social en aras de un acuerdismo mentiroso, se parece a la paz de los cementerios que los regímenes totalitarios intentan imponer sobre la población.
En estas páginas, Ernesto Jauretche recordaba y reivindicaba las palabras de su tío Don Arturo y la necesidad de tener un pensamiento agresivo "que no renuncie ni negocie a ninguna de nuestras convicciones, que no se deje acobardar por la salvaje ofensiva gorila".

Vivimos intensamente, desde 2003, una lucha por los valores, por la dignidad de los olvidados y de los discriminados y concretamente por la disputa del poder real. Inevitablemente los recursos son siempre escasos y la única manera de ser equitativos es -además de agrandar la torta desarrollando todas nuestras potencialidades- distribuir la riqueza en favor de los más vulnerables. Y esto jamás será aceptado por los lobos disfrazados de ovejas, por los cultores del arte de vivir (a los demás) ni por los privilegiados de siempre. O por los que se olvidan de dónde vienen, cómo estaban hace diez años o de los que sienten que para "ser alguien" necesitan irremediable y egoístamente que existan compatriotas o inmigrantes que estén excluidos o que estén mal, o por lo menos peor.

LA PATRIA ES UNA TRAVESÍA ETERNA. Una meta inabarcable que sólo se consolida o se puede entrever caminando su destino insoslayable. Una ruta llena de asechanzas, de obstáculos, de emboscadas recurrentes, que se recorre a veces a los tropezones en la soledad del desierto, pero siempre con el oído y el corazón puestos en el pueblo, que es quien la define y la reclama. Otras -como en los grandes momentos de la Historia- el acompañamiento militante, racional y pasional de las mayorías en acción, renuevan la mística de pertenencia y hacen más alegres y esperanzadores los caminos que se ensanchan.

Bienvenidos sean el conflicto y las tensiones. Con avances y retrocesos la crónica de la epopeya de un pueblo y de una nación registra indubitablemente a las generaciones y a sus líderes que han sabido construir los puentes para sortear escollos, perfidias y traiciones de los enemigos internos y externos de nuestra emancipación y a los que no le han escapado a los enfrentamientos necesarios. A pesar de que como decía el gran Leonardo Favio, la presidenta deba soportar "el vendaval de mediocres, mezquinos y angurrientos."

Y vamos por más.

16/11/12 Tiempo Argentino
GB

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