viernes, 2 de noviembre de 2012

IDENTIDAD, POR SUSANA CELLA, OPINION, 2da., PARTE

Entre el repliegue en el territorio, en el espacio aislado de la separación y una unidad de la naturaleza humana, una Identidad Universal del Hombre, las preguntas de Benoist giraban sobre todo en torno de la desustancialización del concepto y de la crisis de identidad como síntoma de condiciones objetivas, crisis de la subjetividad, lugar efímero del sujeto (del individuo) en el entramado mayor de la historia y la naturaleza y, podemos agregar, al paso del tiempo, crisis acrecentada por los fenómenos derivados de la globalización y la ilusión "comunicativa" de los medios masivos.
 
Benoist propone el concepto de destotalización para romper la cerrazón de un mundo compacto y autolimitado. Esta operación no sólo puede relacionarse con lo que hace a grupos más o menos cerrados -etnias, migrantes, por ejemplo- sino que también podemos pensarla, desde el punto de vista ideológico, como una desconstrucción de un imaginario de aquellos grupos que no sólo no son marginales, sino que se colocan en situaciones de poder, más o menos importantes, más o menos efectivas o imaginadas.
 
En este sentido se nota una operación de desideologización, en el sentido de ideología como veladura de las relaciones reales. La operación de destotalización es posible a partir de la confrontación con el otro, operación dialéctica, que permite que la identidad pueda definirse por relaciones de semejanzas y diferencias.
"Aquí se afirman -dice Benoist- los derechos de un descentramiento como constitutivo del problema de la identidad antes que toda recaptura, fruto de una lógica parménidea de la tautología, o de la identidad consigo mismo; hay más elementos y también separación, diferencias, en los orígenes de lo simbólico, y esta separación diferencial es el lugar mismo en que se afirma la posibilidad de inserción del sujeto en el orden de lo simbólico..."
 
La referencia a ese orden permite deshacer las formas imaginarias de la identidad grupal, concebida como una especie de alianza que ignora la ley fundadora de la constitución del sujeto y del grupo para suplantarla por un sistema de pactos que como tales, menos se explicitan que subyacen en forma de conflictos latentes. Por otra parte, tener en cuenta el proceso de identificaciones por el cual se constituye la personalidad resulta fundamental en las consideraciones acerca de la identidad, ésta implica en este sentido una construcción diferencial dada por una serie de identificaciones, en definitiva, un trayecto. Por otra parte, permite considerar el proceso en cuanto una operación transitiva es decir referida a un objeto al que se reconoce, se identifica como perteneciente a un orden, grupo, clase, etc.
 
Esto implica para el sujeto y para el grupo la puesta en cuestión de cierta concepción del sujeto, no una desubjetivización, que también lleva a la crítica de formas psicológicas e ingenuamente fenomenológicas de la identidad como las que manejan los empiristas, los funcionalistas y los culturalistas, según observa Benoist.
 
La postulación de la multiplicidad de culturas -"listadas por el nivelador pluralismo o multiculturalismo liberal" según dice Julio Ortega en "La identidad revisitada"- puede dar cabida a una variada gama de agrupamientos que, muchas veces parecen padecer de ese carácter de totalización y de la negación a la destotalización, practicando una suerte de esencialismo.
 
 
El carácter relacional es ineludible cuando se trata de referirse a la otredad tanto en la consideración del semejante como en los aspectos más ligados con los enfoques antropológicos del "otro" (como no semejante).
 
Dieciséis años después del seminario de Levi-Strauss, se realizó en Nueva York un encuentro que tuvo como tema central, también, la cuestión de la identidad. Entre los participantes, Cornel West vinculaba la identidad al deseo primario de protección, de pertenencia y atendía especialmente a la relación entre ese deseo y la muerte implicada de diversas formas en él -padecer la muerte a causa del sostenimiento de una identidad, morir en defensa de una identidad-. ¿Qué sucede cuando en las prácticas sociales las posibles formas identitarias se ven tanto atacadas desde el exterior como minadas en su interior? ¿Cuando lo que podría ser un reconocimiento del semejante en la formación de una entidad solidaria se destroza por medio de la formación de subidentidades de "incluidos", "adaptados", “relevantes”, o el nombre que se quieran dar. Pareciera que ese nivel de lo estructurante se ocluye y en un olvido que alcanza a las mismas palabras y que se aloja en eufemismos o silencios, no atiende a lo que Cornel West manifiesta como una especie de advertencia: "dada nuestra inevitable extinción tenemos que encontrar el modo de constituirnos con la significancia". Es decir, en la construcción de un sentido coherente con valores éticos a fin de que no prevalezcan las formas de destrucción del otro en sus variadas realizaciones, mínimas y máximas.
 
 
Siguiendo a Benoist, cabe pensar en la destotalización en el sentido de tener en cuenta las contradicciones internas del nos-otros que cuestionan la razón unificante para abrir en campo de la escisión y diferencia en el seno de lo supuestamente homogéneo. En tal sentido interesa destacar, cuando advierte la importancia de considerar entre los factores de cohesión que generan las identidades, el de la clase; lo que señala  Cornel West en el citado congreso de New York: "La clase todavía está presente aunque no haya sido capaz de constituir una identidad que tuviera la relevancia y potencia de otras identidades" ... para pronunciarse en favor de generar orientaciones "transgenéricas, transraciales, transexuales", que, dice, apelando a un nosotros que parece referido a quienes comparten un proyecto radical democrático, "no hemos sido capaces de generar".
 
Al margen de que se suscriba o no la idea de la falta de potencia de la clase para construir identidades, resulta importante la advertencia en el sentido de que, si bien no resulta un factor cohesivo de la misma pregnancia que tuvo anteriormente, ni tampoco aparece como el elemento homogeneizador por exclusión de los otros, ni puede conservarse el mismo esquema de clases, sectores de clases, etc. como si este se mantuviera invariable: sin embargo, continúa siendo, aunque fuera soterradamente, un elemento de fundamental importancia en la constitución de las diversas prácticas identitarias.
 
¿Quién es el semejante de un sujeto de clase media -alta, media, baja-, de letrado, de un no letrado, de un semiocupado o desocupado, de un obrero, de un cuentapropista, de un campesino y así siguiendo? ¿Y cómo actúan esas diferencias y esas semejanzas en la recepción de las imágenes "unificantes" propuestas por los media? ¿Qué resulta del procesamiento de esas imágenes, obviamente distinto en los variados casos citados respecto de los otros pero también en el interior de cada agrupamiento?
 
Estos aspectos en lo referente a la construcción de identidades y en la relación con la cultura popular y la cultura de masas son de primordial importancia puesto que al poner en cuestión los aspectos internos y externos, sociales y subjetivos de las relaciones semejantes/ semejantes; semejantes/ diferentes, permiten una mirada crítica sobre un populismo complaciente o sobre las cerrazones grupales de “pares”.
 
CONTINUA,
Prof GB
 

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