domingo, 11 de noviembre de 2012

GESTION Y PROFECIA. MARIO WAINFELD, OPINION


Condenado a gestionar: El cronista sigue creyendo que son los gobiernos los que en sustancia ganan o pierden las elecciones. Que, en términos futboleros, dependen de sus propios resultados. Y que, empero, no manejan todas las variables: muchas les son ajenas, se desarrollan en otras comarcas. El clima incide lo suyo, en una economía que exporta preponderantemente productos primarios.

El 2012 ha sido un año arduo, la crisis mundial deja sus marcas. El oficialismo, es una de sus mejores prácticas, dedica empeño y dinero a evitar el impacto en el empleo. Es una de sus clásicas prioridades.

Medidas muy relevantes y valorables sólo se medirán en el mediano y largo plazo. YPF, el nuevo esquema del Banco Central, el programa Pro.Cre.Ar. son novedades interesantes y hasta fundacionales. Deben pasar por la prueba ácida de los resultados, que comenzarán a palparse en 2013. El año venidero, auguran casi todos los economistas creíbles, será más propicio en materia de crecimiento y nivel de recaudación. Podría confluir con el primer producido de las acciones anticíclicas: impulso a la construcción de viviendas, obra pública, mejor direccionamiento del crédito.

De cualquier modo, el Gobierno ha tenido reveses políticos, que le han restado al aura de 2011. La tragedia de Once es, por lejos, el más serio porque se segaron vidas y porque desnuda mala gestión durante años. El escándalo de Ciccone no concretó pruebas rotundas en Tribunales pero nunca rinde a favor. Y queda mucho pendiente en materia de sintonía fina que la Presidenta, sagazmente, propone como esencial.

Las importantes inversiones públicas en materia de educación y aun de salud no tienen un correlato proporcional en el cotidiano de las personas de a pie. La inseguridad, la inflación, el hacinamiento en las viviendas, las carencias subsistentes en infraestructura no son problema de los que marcharon, sino de muchos otros argentinos, más necesitados y más cercanos al oficialismo.

Como sea, el Gobierno es productivo en materia de respuestas. Y, de nuevo, depende de su gestión. Su “fuerza propia”, que sus adversarios ni mencionan, es la más potente y numerosa de la Argentina. Amén de ser la que aglutina más cuadros jóvenes.

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Cierre sin profecías: La cobertura de los medios hegemónicos evitó testimonios de los asistentes al 8N para evitar agresiones verbales, goriladas o confesiones de parte. Los manifestantes dieron la impresión de autocontrolarse respecto del 13-S, para no quedar a tiro de justas críticas del kirchnerismo. Los cauces democráticos aleccionan lo que, en tendencia, es positivo. Fidanza percibió un clima festivo como el de “otras grandes concentraciones apolíticas” entre las que mencionó al Bicentenario. Vale proponer una acotación. En ese último caso, como en Tecnópolis, la concurrencia era policlasista, aspecto también notorio en los funerales de Kirchner. El sesgo de pertenencia del 8N es un dato ineludible. He ahí una diferencia gravitante.

Otro inteligente intelectual opositor, el sociólogo Vicente Palermo, apuntó que “los temas de justicia social deben figurar en la agenda” del “sujeto político de la protesta”. El cronista supone que Palermo le pide peras al olmo. El temario es exótico para un sector de un estamento social que reclama por sus derechos y no por los de los plebeyos que lo incordian.

El kirchnerismo va por su tercer mandato. Es una hazaña inesperada, sólo explicable porque sus acciones beneficiaron a amplias capas de la sociedad, incluyendo la que (en una de sus parcialidades) salió a la calle el jueves. Las políticas públicas del oficialismo son más policlasistas que ciertos momentos de su retórica, un punto que merecería abordajes más profundos.

El cronista es prudente con las profecías, entre otras cosas porque las suyas fallaron en 2008 y 2009, cuando le costaba entrever la supervivencia del kirchnerismo doblando la apuesta. Lo acompañó porque valía la pena jugarse esa parada, muy superior en su imaginario a las alternativas regresivas de sus contrincantes. Sin caer en la tentación del vaticinio, comprendiendo que el desgaste de más una década es un aspecto a considerar, el cronista intuye que el kirchnerismo conservará ventaja (no eterna ni irrevocable) mientras gobierne a su modo. Con el timón firme y alta capacidad de autocorrección no siempre traducida en su verba. Y mientras sea la única fuerza política con un programa sugestivo para el variado espectro social argentino. Por decir de otra manera, mientras su alternativa sea una derecha o centroderecha con marcado tono clasista.

¿Podría existir una fuerza opositora “superadora”, un post kirchnerismo que recogiera sus mejores frutos y reparara sus carencias? Claro que podría ser, en el generoso terreno de las virtualidades. Pero, por ahora, esa oferta no está en plaza.

mwainfeld@pagina12.com.ar

11/11/12 Página|12

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