lunes, 5 de noviembre de 2012

EL SENTIDO DEL 8 N OPINION, I.

DEBATE SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL CONTEXTO DEL 8N

Los sentidos de las cacerolas
En un encuentro organizado por el Instituto Gino Germani (UBA), Edgardo Mocca, Norma Giarracca y Alejandro Grimson debatieron sobre las motivaciones y las implicancias de las protestas contra el Gobierno. Aquí, sus principales argumentos.

La oposición inhibida

Por Edgardo Mocca

El propósito de estas líneas es tratar de aportar, aunque sea mínimamente, a una inteligibilidad de lo que significan las movilizaciones de septiembre, los cacerolazos, en cuanto a su repercusión y su impacto en el sistema político, poniendo en cuestión lo que comúnmente se llama la necesidad de una representación de la oposición.

La gente que sale con una cacerola tiene la memoria corporal de que, cada vez que salen las cacerolas a la calle en una determinada cantidad y con determinado clima de entusiasmo, algo cambia en la política. Muchas de las expresiones que diversos programas de TV recogieron en la manifestación de septiembre mostraban una sensación de ansiedad y de inminencia que no se puede desconocer.


Eso expresa a una parte de la sociedad que tiene su memoria conectada con una forma en que cambian los gobiernos en la Argentina. En la forma en que cambiaron los gobiernos desde 1930 hasta 1983, pero también en la forma en que se fueron Alfonsín, De la Rúa y Duhalde, funcionó una cláusula no escrita que dice que el presidente duraba antes seis años y ahora cuatro, o el tiempo que pase hasta que ocurra una situación de ingobernabilidad y de caos político y social. Eso está presente en la conciencia no sólo de los que estuvieron en la marcha, sino en la sociedad en su conjunto.

En términos de representabilidad hay una especie de lugar común que paradójicamente está en la boca y en la pluma de muchos comentaristas del establishment mediático, que es que en la Argentina la oposición no tiene estatura, le falta liderazgo, capacidad de unión e iniciativa. Entonces, cuando se produce la marcha, uno se pregunta ¿quién va a representar esto? Y ahí aparece la cuestión de cómo es hoy el frente social de los descontentos.


Vamos a tomar la gran encuesta nacional del año pasado, las elecciones de octubre. Tomemos la idea de que ese frente social todavía minoritario es el 46 por ciento de la sociedad, aunque algunos puedan pensar que creció en el último tiempo: “somos el 46 por ciento” es el mensaje que circula en las redes sociales. Lo primero que surge es que hay una profunda heterogeneidad, que tiene que ver con la procedencia social de ese descontento. Hay desde poblaciones que luchan contra la depredación del medio ambiente hasta personas que se ven afectadas en determinado tipo de actividades de especulación financiera. La potencialidad del descontento en Argentina recorre un muy amplio espectro, que va desde el ferrocarril Sarmiento hasta la disponibilidad de dólares. Pero también es heterogéneo por historias político-culturales. Hay descontentos de sectores ambientalistas, obreros, estudiantiles, hasta los sectores más prototípicos de la derecha que activan la movilización. Descontento no equivale a enfrentamiento existencial; lo hay, como es lógico, incluso en sectores que vienen apoyando el actual proyecto.

Ahora, en esa amplitud hay una línea hegemónica y lo revelan las consignas de la movilización cacerolera y también la reinterpretación de la política, de la derecha y no sólo de la derecha, que es una reinterpretación “pre-caprilista”.


Capriles, el candidato que se presentó como alternativa a Hugo Chávez, fue alguien que dijo: en Venezuela hay muchas cosas que mantener, pero nosotros estamos en desacuerdo con esto y con aquello. Pre-caprilista es decir: éste es el principio del fin, es el fin del autoritarismo, es el comienzo de una ciudadanía que va a defender la república...

Hay también una cuestión que en la historia argentina es muy pesada, que es el reconocimiento de la legitimidad del otro. Venezuela fue un país que en los últimos años tuvo una cuestión de legitimidad mucho más grave que la Argentina, porque acá los partidos políticos se presentaron siempre a elecciones, cualesquiera fueran sus resultados. En Venezuela hubo una especie de boicot electoral de la oposición y ahora vimos una elección con incertidumbre. Es decir, hay una oposición que dejó de estar en el terreno vacío de la negatividad absoluta y se atrevió a jugar en el terreno de lo concreto. Eso implicaría en Argentina, por ejemplo, una oposición que plantee los temas de desigualdad que supone el transporte, los problemas de gestión, salud pública, apoyando la Asignación Universal por Hijo, algunas medidas estructurales, que el Banco Central sea un instrumento de la política económica y no un espacio manejado por el poder financiero.

¿Por qué no ocurre eso en Argentina? Tengo la hipótesis de que, en ausencia de partidos políticos con capacidad de desarrollo de base, de generación de iniciativas y liderazgos, desde 2001 los medios de comunicación han dejado de ser arenas donde la gente discute, y han pasado a ser actores políticos directos. Y no actores en sí mismos.


 En cierta publicística kirchnerista hay esta especie de confusión: se toma al Grupo Clarín como si fuera el gran monstruo y no es así, se trata del mismo bloque de poder hegemónico que gobernó la Argentina a partir de 1976 y no dejó nunca de tener incidencia decisiva en el país, puso ministros, puso presidentes y participó de golpes de Estado. Esos grupos de poder son expresados, articulados y concentrados ideológicamente por el mensaje de los dos o tres medios principales y por la cadena multimediática. Ese poder económico tiene su propia lógica y su propia plataforma implícita, que no pueden explicitar porque con eso no se ganan elecciones.

La centralidad de los grupos económicos dominantes en el discurso político, paradójicamente, inhibe el surgimiento de una oposición con posibilidades electorales. ¿Por qué? Tomemos el caso de Macri, poniendo entre paréntesis a Scioli (en la política argentina hace muchos años que Scioli está entre paréntesis). Macri está en un lugar estratégico al gobernar la ciudad de Buenos Aires. Son tantos los desastres que arrastra la ciudad en décadas que, con un gobierno concentrado en la gestión, hoy la derecha podría tener un candidato de alta competitividad. ¿Pero a qué se dedica Macri? A ser el espadachín del multimedios en el combate contra el Gobierno.


En otra situación paradójica, porque va en contra de la autonomía de la Ciudad: no quiso administrar ningún conflicto; en el tema del transporte y del subterráneo, que son parte de los grandes temas de la ciudad, siempre la responsabilidad se la quiso asignar al gobierno nacional. Hay una especie de adaptación del conjunto opositor a las líneas más radicalizadas y existenciales de la confrontación con el kirchnerismo. Y esto aliena a la mayoría de la gente, que no está pensando todo el día si quiere que Cristina sea reelecta o a quién va a votar en 2013. El problema es que la oposición no tiene mensaje político que pueda capturar, porque está prisionera de un mensaje político particularista. Hoy el mensaje político predominante es que el 7 de diciembre no pasa nada. Ese es el mensaje alrededor del cual se reúnen Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Eduardo Amadeo...

En esa heterogeneidad se pierde la oportunidad de alcanzar un nivel de demandas y de debate política superior. Por ejemplo, el tema ambiental, la cuestión de los recursos naturales, es un tema palpitante y de extraordinaria importancia, acá y en el conjunto de los países de la región. En todos los gobiernos populares, populistas, progresistas o de izquierda de la región hay problemas entre una visión neodesarrollista, productivista, que no atiende determinadas cuestiones que los pueblos de Bolivia y Ecuador llaman “el buen vivir”.


El problema es que no es sencillo plantear esto en una Argentina que viene de la desindustrialización, el desempleo masivo, la pérdida de competitividad industrial, de la pérdida de calificación de mano de obra. Hay que poner en complejidad un problema que no tiene una resolución sencilla. No quiero entrar en un debate en particular, pero para asegurarse de que una provincia como San Juan pueda tener una política efectiva de defensa de las reservas naturales hay que estudiar cómo podría sobrevivir. En los ’90, eso se resolvía con extrema facilidad: había algunas provincias que eran inviables. En estos temas hay una obturación de un debate que debería tener una calidad mucho mayor.

Hay analistas destacados que hablan de los tres grandes recursos que tiene la oposición, yo diría la oposición de derecha, que son: la especulación financiera y el ataque a la moneda; la interna peronista, y está también la ocupación de la calle. Creo que vamos a tener mucha protesta en la calle. No quiero caer en una visión conspirativa y decir que los gendarmes, los prefectos y todo lo que pasa en la calle es parte de un centro único que lo promueve. Pero si hay cinco personas en la calle y el sistema de medios lo espectaculariza, al día siguiente hay veinte personas, y así hasta lograr una masa crítica importante.


 La protesta social es una característica idiosincrásica del pueblo argentino. Ahora, la protesta social capturada, utilizada e instrumentalizada por los grupos que están buscando alterar el calendario institucional es otra cosa. El límite es el respeto por el calendario institucional y por las formas institucionales. Creo que vamos a tener meses de enorme tensión política y las movilizaciones callejeras van a ser parte de ese proceso.
GB

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