lunes, 29 de octubre de 2012

PARA NESTOR, DE UN COMPAÑERO

 Cualquier muerte.

                                                                      por Hugo Francisco Rivella

a Néstor Kirchner in memorian.
a Cristina, su compañera,
la nuestra

El colibrí en la sombra como una flor del aire. Los rostros, las espadas de un campo de batalla y las hienas del miedo con los ojos abiertos.
¿Quién mostrará los dientes royendo su esqueleto? ¿La danza de entre las ruinas de un espejo de sal? ¿Quién le sorberá el seso a su cadáver?
Ha muerto un hombre con la vida en las manos.
Cuando la Patria era un barco sin memoria desafió la tormenta, iba toda su sangre entre los desaparecidos.
La Madres, las Abuelas de todos los Mayos y de todos los tiempos pudieron ver los rostros de Videla, Menéndez, de Astiz, de Bussi…todos…sentados al banquillo de Dios y la Justicia, y en el suelo, los retratos caídos de tantos asesinos.
¿Quién me piensa en el barro que modela a esta América?
No fue Cristo, ni el Ché, ni Arnulfo Romero, ni Camilo Torres, ni Tupac, ni Azurduy.
No era boca de lobo ni las alas de un ángel. Fue arcilla y remolino entre tantos espasmos. Murió a pura vida entre rosas y espinas.
¿Cómo pueden reir sus enemigos? ¿Cómo pueden caer en el abismo donde la mierda espera besar sus cuerpos? ¿Cómo puedo ser un soplido o apenas una hoja en la hojarasca?
La muerte es la mentira del tiempo en el olvido.
Pero existe, me gritan, fantasmas y recuerdos.
Vuelve una niña sola, embarazada, el agua, la sed como un caballo de arena en el desierto, la página que escribo mientras sangran mis dedos y los ojos se llevan mi corazón al cielo.
Hoy no puedo reir, me va la vida detrás de esta muerte que no entiendo.
¿Qué dirán los del Campo, la Sociedad Rural, Grondona, Duhalde, Solá, Leuco,Magneto, Carrió, Bulrich, Eliaschev? ¿Será la Hipocresía reina y señora a izquierda y a derecha de su muerte?
Hay una cruz vacía al fondo del camino.
Yo soy eterno-dijo- en el patio sin ruidos.
Quizás tenía razón, más no quiso quedarse en un pueblo lejano, al lado de una lámpara con destellos ajenos, con un mate en la mano. Sonriendo a los vecinos. Mirando como crece en el huerto una orquídea salvaje.
Podría haber muerto así, en manga de camisa
Murió un militante popular y no lo he de encontrar en zonas de derrumbes.
¿Podrán gritar de nuevo Viva el cáncer?¿América del sur será su tumba fresca?¿La América Morena lo resucitará?
No puedo amar la vida si me alegra la muerte. Qué poco tengo adentro. ¿En qué lugar de mí muere dios hecho un trapo?
La muerte. Cualquier muerte.
El poema me sangra con todos los secretos, los caminos, el rumbo de una piedra en el aire y la letra del odio en la penumbra.
No puedo estar ciego entre tantas lágrimas, entre millones de hombres y mujeres con la luz en el piso. Aunque sólo sea por eso debo amar el silencio.
El silencio en el otro.
En la madre, en el pez, los caballos de bronce con sus héroes de barro. En la lluvia finísima del mar con sus piratas. En el piano de Estrella con la nieve en sus dedos. En los pobres que lloran para adentro su tristeza de escarcha pisoteada.
La muerte. Cualquier muerte me zozobra en el pecho.


Texto del libro La Palabra y los Días, para Los Ocultados de Hugo Francisco Rivella

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