lunes, 4 de junio de 2012

GENERAL FELIPE VARELA, SU HISTORIA, PRIMERA PARTE

Por José María Rosa, ABC-Color, Paraguay (1974)

El gobierno de Catamarca ha dispuesto la repatriación de los restos de Felipe Varela hasta ahora en el cementerio chileno de Ñantoco, cerca de Copiapó, y hoy 10 de febrero serán llevados con gran ceremonia al túmulo erigido en Catamarca.

Me parece que pocos conocen en Paraguay la historia de Felipe Varela, el Quijote de los Andes, que luchó en 1867 en el noroeste argentino por la misma causa que el mariscal Francisco Solano López, y muriera en el exilio, la miseria y la execración. En homenaje al legendario guerrero de los Andes y su "Guerra de Unión Americana" escribo estas líneas.

REPERCUSIÓN DE CURUPAYTY EN LA ARGENTINA
La noticia del desastre del 22 de setiembre de 1866 corrió con velocidad por la Argentina. Pese a la tergiversación del parte oficial y ocultamiento del número de bajas aliadas, todos leyeron entre líneas la magnitud del desastre.

Pasó entonces algo que puede parecer asombroso a algunos, porque Curupayty fue una derrota argentina y la sangre derramada era de hermanos y aliados. Sólo La Nación Argentina (el diario de Mitre) y algún otro de su tendencia, sintieron Curupayty como una derrota. Casi todos se alegraron de la derrota mitrista, y algunos aplaudieron francamente el triunfo del Paraguay. A la expresión traidores que les arrojó el gobierno (clausurando esa prensa y encarcelando a sus redactores) contestaron que la traición "a América" estaba, ante todo, en quienes combatían al Paraguay. Navarro Viola edita Atrás el Imperio, Guido y Spano juzga en El Gobierno y la Alianza que "la alianza es de los gobiernos y no de los pueblos", Olegario V. Andrade escribe Las dos políticas.


 Y en un folleto anónimo (tal vez de Juan José Soto) se ponen los Ministerios de la Alianza al alcance de los Pueblos. Todo eso pese al estado policial impuesto por el gobierno: en enero de 1867, el reaparecido Eco de Entre Ríos – periódico de Paraná – elogia la promoción a general paraguayo del joven santafesino Telmo López, que desde la invasión de Flores al Uruguay combatía en "las filas americanistas". Estamos seguros - transcribo el Eco – que Telmo López, ese hermano en Dios y en la democracia, en el elevado puesto que hoy ocupa sabe colocarse a la altura de sus antecedentes y corresponder con brillo a la confianza del pueblo paraguayo y a las legítimas esperanzas que los amigos tenemos en él. ¡Fe y adelante, joven guerrero!. Que el día del triunfo del Paraguay no está lejano, y la hora de la redención de nuestra patria argentina se acerca".

Día del triunfo, hora de la redención, hermano en Dios y en la democracia... ¿Éramos aliados o enemigos del Paraguay?. Rawson, ministro del Interior de Mitre, ordena nuevamente el cierre del Eco y también de otros cuatro periódicos por "tomar una dirección incompatible con el orden nacional, y con los deberes que al gobierno nacional incumben en épocas como la presente".


Pero la Argentina parece desbordarse. El 9 de noviembre el contingente ("voluntarios" llevados con maneas al frente de guerra) reclutado para cubrir las bajas de Curupayty, se subleva en Mendoza con el grito ¡Viva la patria!, ¡Vivan nuestros hermanos paraguayos!. Los gendarmes que el gobernador Videla manda a contenerlos se unen a los sublevados, abren las puertas de la cárcel a algunos periodistas presos por "paraguayistas" y se hacen dueños de la ciudad. El gobernador escapa con premura. Será la revolución de los colorados, la primera de una serie que agitará el noroeste. A poco, el sanjuanino Juan de Dios Videla se lanza sobre su provincia; en enero de 1867 el puntano Juan Sáa (el valeroso Lanza Seca) levanta San Luis y se impone a la caballería de línea con la que el general Paunero trata inutilmente de contenerlo. El famoso guerrillero de Chilecito, Aurelio Salazar escapa de la cárcel de Córdoba y levanta los gauchos de los llanos (La Rioja), la tierra de Facundo Quiroga y el chacho Peñaloza, para entrar en triunfo en la capital de su provincia.
La reacción por Curupayty se deja sentir en todas partes en ese verano de 1867. Alarmado, el vicepresidente Marcos Paz al frente de la administración por ausencia de Mitre, escribe a este que "el incendio parece contagiarse a la República integra". Mitre desprende lo mejor de sus tropas. Pero no bastan, y el 9 de febrero – en parte, justicia es decirlo, incitado por sus aliados brasileños que desean alejarlo del frente paraguayo – deja el campamento de Tuyuti y regresa a la Argentina.
Prof GB

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