sábado, 7 de enero de 2012

Intelectuales sí, pero como Ernesto Sábato.

...Ser un intelectual en la Argentina actual es el deber ser del opositor.
Si se elige desde el pensamiento adscribir a las políticas del gobierno, no se piensa.
El autoritarismo, la tendencia a hegemonizar, el no escuchar al otro , y, por ende, el ser intolerante, son los caminos que un intelectual elige a la hora de apoyar un Modelo Nacional y Popular.

Tratar de emular mínimamente a Juan José Hernández Arregui, o al crítico Arturo Jauretche,(ni que hablar de Norberto Galasso), es sinónimo de fiereza ultra -k, casi un talibán de estas tierras occidentales y cristianas.
El pensamiento binario del cual aborrece José Pablo Feinmann, pareciera instalado el 25 de mayo de 2003.

En cambio La Nación, diario fundado por el ex-presidente BARTOLOMÉ MITRE, a poco determinada la guerra de exterminio contra el pueblo paraguayo, ovacionado por accionistas propios y británicos en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires,es insospechado de subjetividad y pensamiento dogmático.
Ni los fundadores de la patria (Mitre-Sarmiento y Avellaneda) según la vieja historia oficial, ni los creadores del Modelo Agroexportador y las leyes represivas contra los trabajadores de finales del SXIX y comienzos del SXX, o los detentadores del fraude como herramienta de perpetuación en el poder durante décadas...son pasibles desde sus medios de comunicación y sus intelectuales orgánicos de ser vistos como hegemónicos.

No, quien piensa en sintonía nacional y popular, no es reflexivo.
Es acrítico, mercenario casi.
Por ello es recomendable esta cita de don Ernesto Sábato para que aprendan a corregirse quienes aún sueñan con un lugar bajo el sol ultra -k.

"El desconocido coronel cuya estrella empezaba a levantarse sobre el horizonte, vio claro que había llegado para el país la era de las masas.
Su infalible olfato para la demagogia, su idoneidad para intuir y despertar las peores pasiones de la multitud, su propia experiencia de resentido social-hijo natural como era- y por lo tanto su comprensión y valoración del resentimiento como un resorte primordial del gran movimiento de masas y finalmente su falta de escrúpulos; todo lo capacitaba para convertirse no solamente en jefe de las multitudes argentinas, sino también en su explotador."

Sí, esta es la objetividad histórica reclamada, no otra.

Prof GB

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