jueves, 3 de noviembre de 2011

CESAR MARCOS POR LILA PASTORIZA, SEGUNDA PARTE.




TANTAS VECES NOS MATARON…

-El jefe civil del complot era Raúl Lagomarsino (…). También figuraba en el
comando César Marcos, ex suboficial del Ejército, que ya ha sido fusilado…,
anunciaba en su primera página La Razón, del 11 de junio del 56. En la
mañana del 2, una semana antes del levantamiento del general Valle, seis
dirigentes del Comando Nacional eran detenidos. César, Osvaldo Morales y
Copete Rodríguez, en una vivienda de Laferrere y Carlos Held no lejos de allí, Saavedra al dirigirse a su trabajo.

Efectivos de la Policía Federal y de la Marina los llevan al Arsenal Naval; estarán unos días -desaparecidos hasta ser trasladados al Departamento de Policía.

El grupo estaba al tanto del intento de Valle, pero, firme opositor a la vía del golpe militar, no lo compartía en absoluto. -Nos habíamos reunido con Valle, el coronel González y algún otro un viejo caserón de Belgrano. Nos plantearon que incorporásemos nuestros grupos civiles, que ellos pondrían las armas. Y una condición: cada uno debía entregar su documento de identidad como garantía de la devolución del armamento. Es que para los milicos las armas en manos del pueblo eran peligrosas. Nos negamos de plano a participar, evoca Saavedra.

No obstante el desacuerdo van todos presos y les endilgan cualquier cosa. -Yo tenia un tubito de Asmaspirin, relata Lagomarsino, con el que salí fotografiado en los diarios. Se lo convirtió la droga. Además, éramos homosexuales: un rico industrial sombrerero (yo) con un joven nazi (Held, hijo de alemanes).

Producido el levantamiento, los llevan a fusilar. La noticia de la ejecución sale en los diarios. -A papá lo habíamos visto unos días antes, de lejos al llevarle comida. Cuando leímos el diario corrimos al departamento Y ahí estaba. Esa vez nos dejaron tocarlo, recuerda su hija. La hermana de Lagomarsino se presentará a retirar los restos, a la madre de Morales la llaman para igual trámite. La orden existía, algo impidió que se concretara.
Cuando se lo llevan a Cooke, preso político en Caseros con igual fin, le dicen que Marcos ha sido fusilado por la mañana. -Al devolvernos luego a la celda -relata Cesar- la ropa estaba apiladita junto con el inventario que enviarían a nuestra familia después de ejecutarnos.

A Morales y Rodríguez les avisan que serán fusilados. No lo creen. -Pensé que era un cuento aunque dudé cuando me enviaron el cura a la celda, recuerda el primero. A Saavedra viene a buscarlo la gente del Ejército -para interrogarlo pero la Marina no lo entrega. -¿Ves, pibe, que nosotros no somos asesinos?, me dicen.

El tercer grupo lo pasa peor. Los llevan a la Escuela de Mecánica del Ejército, en la calle Solís, cuenta Marcos: -Era lóbrego ese cuartel en la noche, mal iluminado. Había un montón de tipos armados de civil, los comandos, y un capitán muy buen mozo, altote, de anchas espaldas, con una 45 que me clavaba al preguntarme las cosas más idiotas… Otro capitancito, de la Escuela Superior Técnica, muy bien vestido, bien afeitado, pálido, con los guantes puestos, le preguntó a Raúl (esposado, chivudo, sucio) su fecha de nacimiento. -El 17 de octubre de..!, comenzó a decir y el oficialito lo desmayó de una trompada. Nos miraban con asco, con odio, eso era lo más intimidante.

Y también ocurría lo increíble: como cuando llega un ayudante con café y el escenario cambia, como si le hubieran pasado un trapo húmedo. Yo me animo y pido un café. Y el grandote me alcanza la taza, me ayuda a tomarlo y me da un cigarrillo. Luego, sin transición, todo vuelve a lo anterior. Y nos llevan a la fila para fusilarnos.

A Lagomarsino lo habían sacado para un careo cuando escucha por la radio que a pedido del Papa se suspendían los fusilamientos. -Ni respiraba para no alterar el ambiente. Me llevaron al Departamento. Me pareció hermoso. Me
metieron en un sucucho para las escobas. Hacía un grado bajo cero ese mes de junio. Yo estaba helado, casi desnudo y sin las pastillas contra el asma.

Había un vidrio roto que dejaba entrar el frío y a unas enormes ratas. Me
pasé la noche espantándolas con una caja de fósforos vacía. Por la mañana
algo dormí. Estuve así diez días. Cerca de dos meses permanecieron allí.
Luego los llevaron a Caseros. Se pasaron como mínimo, un año. César salió a
fines del ‘57. Raúl en 1958, con la amnistía.

-MANTENER LA LLAMITA

-El espontaneísmo cubría todo el país. Llegábamos a todos lados pero sin organigramas. En realidad, cada uno se colocó en el agujerito que le correspondía. Y el enorme fervor suplantó a la organización, precisaba Marcos.

Desde el ‘55, la clandestinidad. Iban de casa en casa. -César era un drama, llegaba a un lugar y colocaba los estantes para hacer la biblioteca, se queja Lagomarsino. Pero se arreglaban: -Vivíamos y nos reuníamos en las casas de compañeros, de familias peronistas que nos albergaban.

La gente estaba como loca, quería participar de cualquier modo, recuerda Morales. Empezaban con la propaganda. -Mantener la llamita. Volantes, pintadas, algún apagón si había huelga. -Y fuimos armando los grupos.

Yo organicé el comando Mataderos, el del Frigorífico, el del Barrio Los Perales y otros. Eran de poca gente, que no se conocía entre sí. -César diagramaba ese esquema, relata Saavedra. La cárcel no frenó la Resistencia.

Regularmente, el Comando enviaba los informes a Perón, se giraban las instrucciones y se redactaba la prensa (el Boletín Informativo, El Guerrillero) que algunas compañeras sacaban afuera e imprimían Emmy, Carmen y Tello Castiñeiras.

Esclarecer, mentalizar era fundamental. -Me conocí las cocinas de todos los suburbios de Buenos Aires -cuenta Marcos-, era el sitio donde nos juntábamos como una gran familia, la mesa de hule, el mate, un vino… Hablábamos de Perón (porque estaba prohibido hacerlo) y de qué hacer.

Lo que más nos interesaba era que la gente no se enganchara en las aventuras militares, que entendiera que todo dependía de lo que el pueblo hiciera por sí mismo, que no había coroneles providenciales. Y resultaba difícil.
Esperaban lo inmediato, el golpe.

Uno explicaba durante horas, todos decían estar de acuerdo, y al salir de la reunión, el dueño de casa, sigiloso, cómplice, se despedía y preguntaba -¿Y… viene el golpe?’.

-Es que lo teórico no bastaba, faltaba la propia experiencia… Saavedra recuerda: -una vez fuimos a una reunión, allá detrás de Caseros. Corren una cama y aparece la entrada a un sótano lleno de gente. Estaba hasta el famoso trío de la CGT negra.

Hablaban de los contactos con militares, de que había que largarse ya. Un dirigente de UTA, dijo, eufórico, que tenía el uniforme de un general.

Nosotros escuchábamos, César no había dicho nada. Entonces habló. -¿Me permite compañero? (no lo olvido más). ¿Sabe lo que yo hago con el uniforme de un general? Me limpio el culo. Se terminó la reunión. ¡Lo que faltaba, milicos que jugaban a peronistas! Era un chiste eso.

EL VIEJO CÉSAR

Agotada la primera etapa de la Resistencia (que culmina con la tajante oposición de Marcos al pacto con Frondizi), habrá otra vez clandestinidad y prisión y diversas posiciones ante las cambiantes contingencias políticas.

En el ‘73, cuando retorna Perón, el escepticismo de César se estrella contra la euforia general: prevé días sombríos. No obstante, desde la Unidad Básica John W. Cooke logra abrir un espacio de discusión entre los sectores de la Tendencia, en momentos en que el clima general no favorecía el diálogo. Más
adelante, su afán de poner vallas al avance de -la patria metalúrgica lo lleva a colaborar unos meses con el gobierno de Calabró, en la provincia de Buenos Aires. Pronto debe alejarse.

Enemigo del Lopezrreguismo y muy crítico de la gestión de Isabel Perón, cree, sin embargo, que hay que evitar el golpe militar. -Si esto se hunde nos hundimos todos, sostenía. Sus posturas y actitudes son polémicas y le granjean críticas. En general, coyunturales.

-En la Resistencia fue una especie de guardián de la doctrina, con una fuerza de principios y una forma de expresarlos enormemente pura, que orientó a los sectores dispersos desde una posición intransigente, sostiene Osvaldo Morales.

Para Pino Solanas (bajo cuya dirección Marcos interpretara a Pardal en Los hijos de Fierro) fue clave en la comprensión de nuestra historia. -Mi generación le debe mucho a César -dice-; nos ayudo ayudó a profundizar nuestra inserción en el peronismo.

Carlos Acuña, de la U.B. Cooke, lo rescata desde los años recientes. -Apostaba a la revolución, a la gente. Lo amábamos al Viejo, era un troesma.

-Todo aquel que pensara en una organización revolucionaria dentro del
peronismo iba a ver al Viejo, cuenta Leopoldo Halperín. -Era una especie de
oráculo. Lo conocí una noche en que Jorge Rulli me llevó a su casa, en los
‘60. César, que funcionaba sólo de noche, estaba rodeado de una inmensa
cantidad de libros y papeles. Discutíamos cómo organizarnos. El mezclaba
anécdotas de sus tiempos, algo de marxismo, metafísica, lecturas de Marechal. Un galimatías. Fumaba muchísimo y hablaba en un estilo casi
conspirativo. Era un autodidacto y sabía como un caballo. Una vez logramos
que diera un curso de historia. Arrancó de los carolingios, iba de las anécdotas de la Resistencia a Childerico. Si lo vieras, con sus hojitas, tan sistemático…

Por allí pasaron muchos: El uturunco Mena, Villalón, Saúl Hecker, Vallota, Pancho Gaitán, el Gallego Alvarez, Licastro, Fernández Valloni, Quique Pecoraro, Mendieta, Eduardo Vacca, el Negro Lamborghini, Pino Solanas, Marcos Raijer, Luis Macaya, entre otros. Su larga e intensa trayectoria explica la multiplicidad de contactos. -Jamás podría haber reunido a todos -dice su amigo Carlos Abalo-; con cada grupo desarrollaba temas específicos.

AGENDA DE REFLEXION, TEXTO GENTILEZA DE nomeolvides.org
Prof GB

2 comentarios:

  1. hola, una pregunta, el dibujo del afiche es el retrato de cesar marcos? gracias

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    1. Hola Javi, nO es lA del gEneral Valle fusilado el 9 de junio de 1956
      Abrazo
      GB

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